La Energía Renovable Desperdiciada de Chile Amenaza la Transición Verde

El avance temprano de Chile en energías renovables, impulsado por el soleado desierto de Atacama y los fuertes vientos de Patagonia, enfrenta un obstáculo decepcionante. La gran producción excedente, junto con una red de transmisión estresada, desperdicia enormes cantidades de energía limpia. Esto pone en riesgo los grandes planes medioambientales del país.
Sobrecapacidad y Demanda Estancada
Durante años, Chile lideró el impulso de las energías renovables en América Latina, atrayendo a inversores ansiosos por aprovechar su robusto potencial solar y eólico. Sin embargo, a pesar de los impresionantes avances, una alarmante cantidad de esa energía se desperdicia. En una entrevista con EFE, Ana Lía Rojas, directora ejecutiva de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (Acera), destaca una cifra sorprendente: “En 2024, se desperdiciaron más de 5,900 gigavatios-hora (GWh), lo que equivale al 20% de toda la producción eólica y solar.” Peor aún, añade: “Cada año, batimos nuevos récords de energía no utilizada.”
Este fenómeno se debe en parte a la sobreinstalación. Según Ernesto Huber, director ejecutivo del Coordinador Eléctrico Nacional (CEN), “La capacidad instalada de solar y eólica ahora supera los 16,000 megavatios (MW), mientras que la demanda diurna puede alcanzar solo alrededor de 12,000 MW.” La descoordinación ha aumentado a medida que el crecimiento económico se desaceleró. El PIB de Chile, según datos oficiales, ha aumentado no más del 3% anual desde 2022, lo que ha reducido el consumo de electricidad.
“La demanda eléctrica no ha aumentado como se esperaba, especialmente para un país que supuestamente está en un camino hacia una mayor electrificación”, lamenta Rojas. Para abordar el déficit, Acera promueve una mayor electrificación del transporte y tarifas de usuario ajustables, que corresponderían a los costos de producción de energía. Ella cree que tales enfoques aumentarían la participación de las energías renovables en el suministro total de electricidad de Chile. Oficialmente, esas fuentes componen alrededor del 40% del suministro, ya en segundo lugar en América Latina detrás de Brasil, pero podrían haber alcanzado el 47% en 2024 si se hubiera capturado y utilizado la energía desperdiciada.
El Departamento de Energía de Chile ha promovido políticas verdes y dado la bienvenida a plantas a gran escala en regiones soleadas como Atacama. Pero con tanta capacidad adicional, estas mismas plantas ahora se encuentran restringidas, particularmente cuando la demanda es baja. Según Huber, “Aproximadamente el 80% del exceso proviene de una sobreoferta, mientras que el 20% refleja la congestión en las líneas de transmisión.” En teoría, esto podría implicar que si el consumo del país aumentara, una parte significativa de la generación podría ser absorbida. Sin embargo, sin una demanda robusta, los recursos solares y eólicos excedentes no pueden integrarse completamente en la red.
Infraestructura de Transmisión Obsoleta
Incluso si el consumo aumentara de repente, el segundo gran desafío sigue siendo las limitaciones en la transmisión. Como dice Rojas, “Los cuellos de botella o la transmisión inadecuada están impidiendo que esta abundante y asequible energía del norte llegue al centro y sur del país.” De hecho, la expansión de la red ha quedado atrás en relación con el auge de las instalaciones generadoras. El entorno regulatorio de Chile alentó la construcción acelerada de parques solares y eólicos, pero descuidó las mejoras paralelas en los corredores eléctricos que los conectan con los principales centros de población.
Según Huber, algunas mejoras planificadas se retrasaron debido a una combinación de interrupciones globales y aumentos de costos. “La pandemia, el aumento de los gastos de construcción y las tensiones logísticas desempeñaron un papel”, explica. Para diciembre de 2024, alrededor del 85% de los proyectos supervisados por el CEN, destinados a expandir o modernizar la red, involucraron algún tipo de retraso, como confirman los datos de Acera.
Las organizaciones medioambientales también señalan la ausencia de un enfoque estratégico. “Sí, tenemos condiciones favorables para los proyectos renovables, pero no planificamos cómo descentralizar la generación ni asegurar una transmisión suficiente”, dice Estefanía González, representante de Greenpeace en Chile, en conversación con EFE. Los esfuerzos para empujar más líneas de energía a través de áreas montañosas y ecológicamente sensibles han encontrado fricciones con las comunidades locales, revisiones ambientales y complejas aprobaciones regulatorias. ¿El efecto neto? En algunos casos, las instalaciones completamente operativas solo pueden despachar una fracción de su producción debido a la insuficiente capacidad de los cables.
Muchos en el sector temen que el crecimiento desigual de la red ponga en peligro la promesa de Chile de terminar con la generación de energía a base de carbón. Si las plantas solares y eólicas no pueden llegar de manera confiable a los consumidores, la eliminación de los combustibles fósiles se vuelve una tarea mucho más difícil. El descontento local puede aumentar mientras los desarrolladores se apresuran a justificar el costo de construir estaciones de energía limpia cuyos rendimientos disminuyen sin canales de distribución consistentes.
Almacenamiento y la Evolución de la Red
Tanto los expertos como los actores de la industria creen cada vez más que el almacenamiento de energía a gran escala puede ofrecer una salvaguarda, especialmente a medida que disminuye el costo de la tecnología de baterías. En una entrevista con EFE, Dasla Pando, investigadora en el Centro de Energía de la Universidad de Chile, subraya el potencial. “Cuando la energía de otro modo se desperdiciaría, se puede almacenar y liberar más tarde. Eso desplaza la energía de los picos del mediodía a momentos en que la red puede manejar más suministro”, explica.
Chile ya opera alrededor de 1,000 MW de capacidad de almacenamiento—”ya sea completamente funcional o en fases de prueba”, dice Huber, aclarando que esta tecnología normalmente desplaza unos 4 GWh de energía para su uso en la noche. Además, el operador de la red ha recibido solicitudes de conexión para más de 12,000 MW de almacenamiento adicional, lo que refleja un amplio interés por parte de los inversores globales. Huber anticipa “al menos 2,000 MW de almacenamiento en línea para fin de año”, lo que predice continuará creciendo.
Sin embargo, el almacenamiento por sí solo no resolverá los problemas estructurales. Observadores como Pando piden una modernización de las operaciones de la red y una previsión dinámica que se acomode mejor a la variabilidad de las renovables. Si el sistema de Chile quiere maximizar el poder verde, los protocolos de despacho manejados por el CEN deben adaptarse con mayor fluidez, considerando recursos de baterías potenciales y cambios en tiempo real de la demanda. Al actualizarse de mecanismos de control estáticos a otros más flexibles, Chile podría abrir más espacio para su creciente portafolio de capacidad eólica y solar.
Tal evolución puede depender de la voluntad legislativa. Si bien las administraciones sucesivas proclaman metas climáticas, la naturaleza intensiva en capital de las reformas en transmisión y la complejidad de los mercados energéticos regulados pueden frenar el progreso. Algunos destacan que las estructuras de precios, vinculadas estrechamente a los patrones históricos de uso, aún no premian el almacenamiento de energía excedente. Otros abogan por la creación de “corredores renovables”, canalizando nuevos proyectos hacia áreas con alta demanda local o líneas de distribución establecidas, reduciendo así el riesgo de sobreconstrucción y cuellos de botella.
El problema no solo afecta la imagen de Chile como líder en la transición energética en América Latina. Una necesidad más amplia relacionada con el clima requiere que el sol y el viento abundantes del país se conviertan en una verdadera reducción de la contaminación. Chile debe cerrar la brecha entre lo posible y lo que es, agregando más estructuras de transmisión, muchas baterías o cambios en el uso. Por ahora, sigue siendo un caso paradójico: una tierra de abundante energía limpia que a menudo se ve obligada a desperdiciar lo que produce.
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Si la revolución renovable de Chile espera mantener su impulso, no puede permitirse que los gigavatios-hora se desperdicien sin usarse. El camino a seguir exige alinear todo, desde las tarifas eléctricas del consumidor cotidiano hasta el diseño de las autopistas nacionales (para vehículos eléctricos) y desde la creación de nuevas líneas de alta tensión hasta una infraestructura de almacenamiento perfectamente integrada. Solo así Chile podrá aprovechar toda la fuerza del sol de Atacama y los vientos patagónicos para impulsar un futuro verdaderamente verde.