ECONOMÍA

La Última Apuesta Monetaria de Bolivia: Cuando el Cambio Suelto se Convierte en un Salvavidas Cripto


En las calles de Cochabamba, la gente está depositando monedas de un boliviano en cajeros automáticos de Bitcoin, no como una inversión especulativa, sino como una forma de supervivencia. A medida que las reservas de Bolivia desaparecen y su moneda se debilita, las criptomonedas están surgiendo como un salvavidas en un país hambriento de dólares y sin muchas opciones.

Del Suelto al Blockchain en las Aceras

En El Prado, la bulliciosa avenida central de Cochabamba, los carritos de frutas y los vendedores de tarjetas telefónicas ahora comparten espacio con carteles escritos a mano que dicen “Casa de Cambio Cripto”. A pocos pasos, un cajero automático de Bitcoin, del tamaño de una máquina expendedora, cobra vida cuando alguien introduce algunas monedas.

“Lo puse aquí porque los bancos no tienen dólares”, dijo a Reuters Pablo Unzueta, dueño de un restaurante. Ahora acepta transferencias por Binance para los almuerzos, lo que ofrece a sus clientes una forma de pagar y a él una forma de evitar el costoso mercado negro del dólar.

El cambio se está extendiendo rápidamente. Un salón de belleza cercano ofrece descuentos a los clientes que escanean un código QR de Bitcoin al pagar. “Así mantengo mi dinero seguro”, dijo la dueña del spa, Carla Jones, a Reuters, “y tal vez hasta crezca”.

Este tipo de adaptación encaja con un patrón observado por el sociólogo Manuel Castells, quien argumentaba que las crisis aceleran la creación de “zonas de conversión”: lugares donde los excluidos económicos adoptan tecnologías disruptivas más rápido que los centros de poder. En Bolivia, el cripto no es una cobertura. Es una necesidad.

Oficialmente, el banco central reportó solo 24 millones de dólares en operaciones con activos digitales en octubre pasado. Pero Mauricio Torrelio, de la Cámara Blockchain de Bolivia, dijo a Reuters que ese volumen se ha disparado, ya que la gente busca una salida ante el colapso de la moneda. El tipo de cambio del boliviano en el mercado negro ya supera los 16 por dólar, más del doble del tipo de cambio oficial fijado en 6,9.

Aunque las operaciones diarias en USDT promedian solo unos 600.000 dólares, el expresidente del banco central, José Gabriel Espinoza, dijo a Reuters que la velocidad de adopción de Bolivia rivaliza ya con la de Argentina y Venezuela, donde la inflación hace tiempo obligó a la población a migrar al mundo cripto.


Por Qué un País Rico en Gas Está Hambriento de Dólares

En teoría, Bolivia no debería estar en bancarrota. El país posee la segunda mayor reserva de gas natural de Sudamérica, y durante años esa riqueza energética financió subsidios públicos y un crecimiento récord.

Pero desde 2014, la producción de gas de Bolivia ha caído casi un 40 %, según la economista energética Margarita Roca, de la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, en entrevista con Reuters. Yacimientos envejecidos, falta de inversión y exportaciones tambaleantes han obligado al Estado a importar diésel caro en lugar de exportar gas.

Ese intercambio—combustible que entra, dólares que salen—ha vaciado las reservas del país. Según datos revisados por el Banco Interamericano de Desarrollo, las reservas de divisas utilizables de Bolivia cayeron a casi cero en abril. Los bancos comerciales respondieron racionando retiros en dólares. Los cambistas informales respondieron subiendo las tasas.

Esa presión abrió la puerta a las stablecoins como USDT, cuyos emisores aseguran estar respaldadas uno a uno con dólares. En Santa Cruz, una tienda libre de impuestos ahora publica precios tanto en USDT como en bolivianos. El director de tecnología de Tether, Paolo Ardoino, tuiteó la imagen como símbolo de “adopción cripto”.

Pero las stablecoins traen riesgos. El académico Peter Howson, de la Universidad de Northumbria, dijo a Reuters que promover criptomonedas en zonas de crisis puede derivar en una forma de “cripto-colonialismo”. Si alguna vez USDT pierde su paridad con el dólar, la economía informal en dólares de Bolivia podría colapsar de la noche a la mañana, con escasa protección legal para los usuarios comunes.


Hasta marzo de 2024, Bolivia tenía una de las prohibiciones más estrictas de América Latina contra el comercio de criptomonedas, citando amenazas a la soberanía monetaria. Eso cambió con una discreta circular del banco central que legalizó las “operaciones con activos virtuales” mientras prometía futura regulación.

La decisión fue pragmática, dijo Jorge Alarcón, profesor de derecho financiero en la Universidad Católica de Bolivia, en entrevista con Reuters. “El gobierno tuvo que elegir: hacer cumplir una prohibición que la gente ya estaba ignorando o tratar de sacar la economía subterránea a la luz”.

Hasta ahora, la supervisión es mínima. La mayoría de los bolivianos usa Binance, el mayor exchange de criptomonedas del mundo, que en 2023 admitió violaciones a leyes de lavado de dinero y pagó una multa de 4.300 millones de dólares a reguladores estadounidenses. Sin embargo, en Bolivia, opera casi sin control.

“Esto no es un voto de confianza en el cripto”, dijo Espinoza a Reuters. “La gente se está digitalizando porque los dólares reales se han ido”.

Sobre el papel, la inflación ronda el 3.5 %. En la realidad, se siente mucho peor. En el mercado central de Cochabamba, los precios del aceite de cocina y productos importados se han duplicado desde el año pasado. Y si el gobierno se ve obligado a devaluar la tasa oficial, analistas como Andrés Velasco, de la London School of Economics, predicen que la adopción de cripto se acelerará aún más.


Innovación Callejera Frente a Riesgo Sistémico

De regreso en El Prado, el activista del Bitcoin Andree Canelas se sienta bajo el toldo de un café y bebe jugo de maracuyá. Envió unos cuantos satoshis para pagarlo: otra microtransacción en una creciente red de supervivencia cripto.

Canelas dijo a Reuters que ha instalado media docena de cajeros automáticos de Bitcoin en la ciudad. Su motivación, dice, es en parte negocio, en parte creencia. “Si la gente se queda mucho tiempo con bolivianos”, dijo, “desaparecen”.

El antropólogo Bill Maurer definió una vez el dinero como una “tecnología moral”: una herramienta para expresar valores tanto como para almacenar valor. En Bolivia, donde la promesa del Estado de proteger los ahorros suena cada vez más hueca, el cripto ofrece un contrato alternativo.

Pero es frágil.

Un estudio de 2022 publicado en el Journal of Financial Stability encontró que en economías en desarrollo con supervisión bancaria débil, los auges cripto pueden magnificar las transacciones ilegales y socavar la recaudación fiscal. Howson advirtió que los pequeños comerciantes solo aceptan Bitcoin cuando su precio sube. “Cuando baja, dejan de aceptarlo”, dijo. Los pobres, que no pueden esperar a que se recupere, son los más perjudicados.

Aun así, las máquinas siguen parpadeando. Las colas en las gasolineras siguen creciendo.

Una estudiante de secundaria introduce unas monedas en el kiosco, imprime su recibo cripto y lo guarda en su billetera. Al otro lado de la calle, la fila para el diésel se extiende por cuadras.

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Dos monedas luchan ahora por la confianza en Bolivia: una impresa por un gobierno al borde del colapso, y otra flotando en el ciberespacio, sin fronteras ni respaldo físico.

Cuál prevalecerá podría no depender de la ideología, sino de quién se quede sin tiempo primero.

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