NEGOCIOS Y FINANZAS

Las cafeterías imitadoras de Cuba preparan más que café en las cambiantes calles de La Habana

El nombre se oye por encima del pop cubano, y una barista con delantal verde desliza una taza por el mostrador. Desde la calle, Starcafé podría pasar por una cadena estadounidense… pero esto es La Habana Vieja, donde la marca global recibe un inconfundible toque cubano.

Una imitación con un sabor inequívocamente cubano

Los detalles son familiares: nombres garabateados en vasos, una sirena en el logo, un delantal verde. Pero dentro de Starcafé, la banda sonora es timba, no jazz, y en el mostrador hay platos servidos en vez de pasteles envueltos en plástico. Justo frente a la turística Bodeguita del Medio, abrió en 2023 y rápidamente se convirtió en un imán para los menores de 35 años de La Habana.

La barista Melisa García lo llama “el más instagrameable”, y no se equivoca. Videos cortos en TikTok y reels de Instagram lo han convertido en una parada de peregrinaje tanto para locales como para turistas. Los influencers graban cafés helados y pasteles de colores pastel, luego posan con vasos con logo en el mismo rincón que docenas ya han reclamado antes. El estilo es global; el ritmo, decididamente local. En lugar de un mar de personas trabajando con laptops, hay un flujo constante de amigos compartiendo Wi-Fi, turistas curiosos por la decoración y habaneros saboreando algo que antes parecía inalcanzable.

Tras años de puertas cerradas, una rendija se abre

Durante décadas después de la revolución de 1959, con las sanciones estadounidenses endureciéndose, la idea de cadenas de comida rápida o café estadounidenses en Cuba era una fantasía. Dos cambios abrieron una rendija. En 2018 llegó el internet móvil, trayendo una avalancha sin filtro de referencias globales. En 2021, Cuba volvió a legalizar las pequeñas y medianas empresas privadas, permitiendo que una nueva generación experimentara.

Los resultados están esparcidos por la ciudad como pequeños marcadores de intercambio cultural: máscaras de Halloween en escaparates de El Vedado, gorros navideños en vitrinas de diciembre, y restaurantes que guiñan el ojo a marcas famosas sin los contratos que las respalden. Aquí no existen franquicias estadounidenses; lo que ves son interpretaciones cubanas. En 2024, un local de pollo frito debutó con una pantalla táctil para pedir combos, y una hamburguesería abrió bajo el nombre de Burger Queen—un chiste y una señal al mismo tiempo.

Los medios estatales han refunfuñado sobre la “colonización cultural”, pero las largas filas frente a estos locales hablan más fuerte. Cuando la puerta se abre aunque sea un poco, la curiosidad suele colarse más rápido que la ideología.

Aspiraciones, influencers y lo que hay en el menú

Parte del atractivo es visual. Para los jóvenes habaneros, sostener una taza con marca para una foto es un pequeño pasaporte hacia una experiencia global. “Vienen muchos influencers y hacen reseñas”, dijo García a EFE, explicando cómo el ciclo de publicar y republicar convirtió a una cafetería de barrio en un meme de toda la ciudad.

Al otro lado de la ciudad, el copropietario de Burger Queen, Andy García, comenzó con una pregunta simple: ¿Qué imagen dice “hamburguesa” en cualquier parte? “Por supuesto, piensas en Burger King”, se rió. Pero el verdadero gancho del menú es la variedad—algo que La Habana no siempre ha ofrecido. Pollo crujiente en cajas rojas y blancas, hamburguesas apiladas con nombres divertidos, batidos con nata montada encima, y la novedad de pedir desde una pantalla alimentan el hambre de algo diferente.

Para muchos, también es la única manera de probar una referencia global sin salir de casa. “Es difícil para los cubanos viajar”, dijo Andy García. “Estos lugares le dan a la gente un sabor de esa experiencia”. En un país donde la mayoría de los pasaportes apenas se usan, un menú de neón puede sentirse como una tarjeta de embarque.

EFE/ Ernesto Mastrascusa

Reacciones, marcas y lo que viene

Los críticos temen que las estéticas importadas erosionen la identidad cubana, y los abogados señalan las zonas grises de la propiedad intelectual. Sin embargo, estos negocios también están enseñando nuevos hábitos de servicio—decoración pensada para redes sociales, menús diseñados para hashtags y un ritmo de interacción creado para que los clientes sigan publicando.

Funcionan en parte gracias a familias divididas entre La Habana y Miami, remesas convertidas en capital y dueños que aprendieron marketing en TikTok antes de escribir un plan de negocios. Estas cafeterías no pueden resolver los problemas económicos más profundos de Cuba—apagones, inflación, escasez de suministros—pero han cambiado la manera en que puede lucir una salida nocturna.

La defensa más convincente viene de los propios clientes: estudiantes, taxistas, enfermeras y visitantes frecuentes que hacen fila en busca de novedad, conexión y una breve sensación de pertenecer a un mundo más amplio. Si estos lugares se convierten en fixtures duraderos o se desvanecen como modas dependerá de las cadenas de suministro, las regulaciones y la volátil economía del país.

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Por ahora, la sirena del logo es un espejismo con poder de permanencia, y la ciudad está más que dispuesta a bebérselo.

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