NEGOCIOS Y FINANZAS

Los costos ocultos del auge del salmón chileno para trabajadores, ríos y comunidades

Desde los fiordos patagónicos hasta los ríos mapuche, el auge del salmón en Chile ha traído riquezas por exportación, pero ha dejado buzos muertos, cursos de agua contaminados y comunidades fracturadas a su paso, exponiendo una cadena global de suministro de mariscos basada en riesgos baratos, escasa supervisión y sacrificio ambiental.

Duelo en la orilla patagónica

Desde su pequeña casa frente al mar en Maullín, en el borde de la Patagonia chilena, Julia Cárcamo López puede oír las gaviotas y los motores de los botes que sostienen al pueblo. La pesca y la acuicultura no son solo trabajos aquí; son la única economía real.

El 1 de mayo de 2019, esa economía mató a su esposo. “Dos hombres tocaron mi puerta y me dijeron que traían malas noticias”, recordó a The Guardian. “Mi esposo había tenido un accidente mientras trabajaba en el mar.”

Una autopsia mostró después que el buzo Arturo Vera, de 59 años, fue golpeado por la hélice de un bote mientras trabajaba en la salmonera Taraba cerca de Puerto Natales, en Magallanes. Sufrió heridas en la cabeza, costillas y garganta. Los buzos dicen que el impacto ocurrió en un momento en que, según las normas de seguridad, el motor debía estar apagado.

Tras la muerte de Vera, la empresa fue multada por infracciones laborales y de seguridad identificadas por un inspector del trabajo. La familia obtuvo una indemnización a través de los tribunales. La empresa, consultada por The Guardian, no respondió.

Para Julia, el caso no es solo sobre un accidente, sino sobre un sistema que normaliza el riesgo. En la Patagonia chilena, el mar ofrece trabajo, pero cada vez más en condiciones dictadas por una industria que es altamente rentable y estructuralmente peligrosa.

Una industria en auge construida sobre el riesgo

Las salmoneras de Chile son las segundas productoras más grandes del mundo después de Noruega, y el salmón es una de las mayores exportaciones del país. Los peces no son nativos; los primeros ejemplares fueron importados desde Noruega hace más de 40 años, bajo la dictadura de Pinochet.

De 1990 a 2017, la producción de salmón en Chile creció casi un 3.000%, con exportaciones que superan las 750.000 toneladas al año a más de 80 países. Chile es ahora el principal proveedor de salmón a Estados Unidos, enviando 56.474 toneladas por un valor de unos US$760 millones solo en el primer trimestre de 2025. Las exportaciones a Europa también se han disparado.

Detrás de esos números hay un alto costo en vidas humanas. “En los últimos 12 años, la industria del salmón en Chile ha tenido la tasa más alta de accidentes y muertes laborales en el sector acuícola a nivel mundial”, dijo Juan Carlos Cárdenas de Ecoceanos, a The Guardian. “Entre marzo de 2013 y julio de 2025, 83 trabajadores murieron en accidentes en el sector.”

Noruega, en comparación, ha reportado solo tres muertes laborales en 34 años. Como dijo un trabajador patagónico: “Quienes comen salmón chileno no pueden imaginar cuánta sangre humana lleva consigo.”

La industria también es intensiva en el uso de químicos. Las operaciones chilenas usaron más de 351 toneladas de antibióticos en 2024, mucho más que el uso casi nulo de Noruega. Estudios sugieren que entre el 70 y el 80% de estos fármacos terminan en el agua, alimentando la resistencia antimicrobiana y amenazando los ecosistemas marinos.

Los pescadores artesanales dicen que sus medios de vida tradicionales están colapsando. Los erizos, choritos y otras especies se han vuelto escasos cerca de las jaulas de salmón, que filtran desechos, alimento no consumido y químicos. Para muchas comunidades costeras, el desarrollo ha llegado junto con el deterioro ecológico.

Incluso los reguladores chilenos admiten que están sobrepasados. El inspector del trabajo Jorge Ampuero González supervisa 30 centros remotos con un equipo de siete personas y sin botes ni helicópteros. “Realísticamente, podemos visitar cada centro una vez al año, como mucho dos”, dijo a The Guardian. “Es difícil cambiar las cosas con estas herramientas.”

Berit Roald/EFE-EPA

Ríos teñidos de rojo en territorio mapuche

El impacto de la salmonicultura llega mucho más allá del mar. La industria comienza en ecosistemas de agua dulce donde ocurre la fertilización y el desove. En regiones como la Araucanía y Los Ríos, comunidades mapuche dicen que sus ríos han sido contaminados y sus tradiciones interrumpidas.

Cerca del río Chesque, la comunidad de Chesque Alto ha librado una larga batalla legal contra una empresa salmonera que opera desde 1998. En una casa de madera junto al río, Angélica Urrutia describió lo que cambió:

“Desde que la empresa se instaló, los peces en el río desaparecieron, al igual que el resto de la fauna, especialmente las aves. Cuando se vieron obligados a detenerse en 2021… los peces y otros animales regresaron.”

Los residentes dicen que partes del Chesque se han vuelto rojizas y viscosas, un patrón visto también cerca de otras instalaciones salmoneras. Urrutia recordó que cuatro vacas murieron en 2005 tras beber cerca de una zona de drenaje. “El veterinario dijo que habían ingerido mucho formalina”, contó, refiriéndose a un químico ampliamente usado en la salmonicultura chilena para matar parásitos.

Dice que representantes de la empresa luego ofrecieron comprar las ovejas de la familia. “Hacen esto para poder seguir trabajando tranquilos”, dijo Urrutia a The Guardian. Algunos vecinos aceptaron incentivos similares.

Como machi, sanadora ancestral y autoridad espiritual, Urrutia ve el daño también en términos culturales. “Ya no puedo recolectar las hierbas medicinales que crecen alrededor del río”, dijo. Los sitios sagrados usados para ceremonias han sido contaminados. Durante el cierre temporal de la empresa, contó, “Pudimos realizar nuestras ceremonias sagradas en el río otra vez. Fue hermoso.”

El costo detrás del filete

El auge del salmón en Chile ha conectado fiordos y ríos remotos con cadenas globales de suministro, llenando vitrinas de supermercados desde Nueva York hasta Tokio. Pero para comunidades como Maullín y Chesque Alto, la sostenibilidad no es una etiqueta de marketing; es un buzo que vuelve a casa con vida, un río que no corre rojo, una ceremonia en orillas no contaminadas.

Y mientras la demanda mundial por salmón barato siga alta, los costos invisibles que soportan trabajadores, ecosistemas y comunidades indígenas seguirán siendo demasiado fáciles de ignorar.

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