Sanciones, Sinaloa y los bancos en la mira de la guerra de EE.UU. contra el fentanilo

Una nueva ola de sanciones financieras estadounidenses ha colocado a tres bancos mexicanos en el centro de atención mundial, revelando cómo Washington ahora ve el dinero del narco—y no a los mulas—como el eslabón más débil en una cadena de suministro de fentanilo que atraviesa continentes, monedas y líneas políticas.
Un nuevo manual en la lucha contra el fentanilo
Durante años, el enfoque de EE.UU. contra el fentanilo se centró en el canal físico: químicos en Sinaloa, precursores químicos provenientes de China y vendedores callejeros en Ohio. Pero las más recientes sanciones del Departamento del Tesoro, anunciadas en junio, sugieren que el campo de batalla se ha desplazado: ahora está en los libros contables.
Por primera vez, el Departamento del Tesoro ha incluido en su lista negra a tres instituciones financieras mexicanas de tamaño mediano—CIBanco, Intercam Banco y la casa de bolsa Vector Casa de Bolsa—no por lavado de dinero después del hecho, sino por presuntamente “facilitar pagos para productos químicos precursores”. Ese lenguaje, típicamente utilizado para empresas fantasma, ahora se aplica a instituciones financieras legítimas.
La medida se basa en la Ley de Sanciones por Fentanilo y la Ley FEND Off Fentanyl, dos legislaciones diseñadas para proporcionar a los reguladores herramientas más precisas. Estas nuevas sanciones congelan cualquier activo denominado en dólares que los bancos posean en cuentas corresponsales en EE.UU. y prohíben que empresas estadounidenses hagan transacciones con ellos.
El golpe puede parecer quirúrgico, pero el impacto podría propagarse rápidamente. Aunque no son bancos gigantes, atienden a miles de empresas mexicanas—desde exportadores hasta agencias de remesas—que dependen del acceso al sistema de compensación en dólares en Nueva York. Como dijo un exfuncionario de cumplimiento de la Reserva Federal: “Ningún banco mexicano sobrevive mucho tiempo una vez que se le corta de Nueva York. Desencadena una reacción en cadena de reputación”.
México responde y exige pruebas
En Ciudad de México, la respuesta oficial fue rápida—y enfadada.
La Secretaría de Hacienda publicó un breve comunicado el mismo día del anuncio de sanciones, afirmando que no había recibido documentación formal ni pruebas por parte de Washington. Según la secretaría, bajo la ley mexicana, las pruebas de delitos financieros deben compartirse a través de canales judiciales, no mediante comunicados de prensa.
Sobre el papel, CIBanco e Intercam representan solo alrededor del 2% de los activos bancarios totales del país. Pero su verdadera importancia radica en los servicios de cambio de divisas—manejando efectivo para turistas, pequeños comerciantes y negocios informales. Ese es precisamente el espacio donde el dinero del narco puede mezclarse más fácilmente con los flujos lícitos, según los reguladores mexicanos.
La supervisión es limitada. De acuerdo con investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, la principal oficina contra el lavado de dinero del país—la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF)—cuenta con solo unos cientos de investigadores para vigilar a miles de entidades, desde grandes bancos hasta cooperativas rurales.
“La asimetría institucional es abrumadora”, dijo la politóloga Cecilia Farfán. “EE.UU. tiene equipos enteros en el Tesoro, la DEA e incluso el Pentágono siguiendo una sola transferencia bancaria. Las agencias mexicanas enfrentan al mismo tiempo evasión fiscal, corrupción y dinero del narco”.
Sanciones y presión: un juego político conocido en Washington
Esto no se trata solo de cumplimiento normativo—es política.
En Washington, esta jugada encaja en un patrón conocido. La administración Trump utilizó aranceles generalizados en 2019 para presionar a México en materia migratoria. Ahora, se utilizan sanciones financieras de manera similar—para aumentar la presión sobre la cooperación en seguridad.
Al demostrar que incluso bancos que cotizan en la Bolsa Mexicana no son inmunes, el Tesoro envía un mensaje al sector: mejoren sus controles de cumplimiento, o arriesguen su expulsión del sistema del dólar.
Economistas mexicanos advierten que esto podría provocar un shock de liquidez más amplio. Argentina y Bolivia ya han visto distorsiones cambiarias y escasez de dólares agravarse cuando sanciones o listas negras ahuyentan a los inversionistas institucionales. Si México—la segunda economía más grande de América Latina—sufre un golpe similar, el efecto dominó podría alterar el comercio y las cadenas de suministro regionales.
El exministro de Finanzas colombiano, José Antonio Ocampo, advirtió que la estrategia podría ser contraproducente. “Las sanciones por sí solas no funcionan”, dijo en una conferencia regional de banca la semana pasada. “Se necesitan auditorías conjuntas, inteligencia compartida y un marco acordado. De lo contrario, los traficantes encuentran otro canal antes de que los reguladores parpadeen”.

EFE/Yuri Gripas
Simbolismo, efectos colaterales y un final incierto
La pregunta que muchos se hacen es: ¿estas sanciones realmente reducirán las muertes por sobredosis en EE.UU.?
El CDC reportó más de 74,000 muertes por opioides sintéticos el año pasado—principalmente fentanilo. Un próximo artículo en el Journal of Illicit Economies argumenta que, a menos que las medidas de cumplimiento interrumpan el 30% o más de los ingresos de los cárteles, no se logrará una reducción significativa en la producción. Cortar el acceso a unos cuantos bancos podría ralentizar transacciones, pero los cárteles ya están usando criptomonedas, empresas fantasma e incluso redes bancarias informales chinas.
Aun así, el simbolismo importa. Al activar leyes directamente vinculadas a la crisis de los opioides, la administración Biden envía una señal más dura—y muestra una paciencia menguante frente a lo que percibe como inacción de México.
También coloca a la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, en una situación complicada.
Ella hizo campaña prometiendo resetear la relación con EE.UU. mientras defendía la soberanía nacional. Ahora debe elegir: cumplir discretamente y parecer débil, o enfrentar las sanciones y arriesgarse a espantar a los inversionistas internacionales.
Y hay otro riesgo. En lugares como Bolivia, donde el Bitcoin se ha convertido en un sustituto ante sistemas bancarios rotos, la idea de que las instituciones formales pueden quedar desconectadas de un día para otro ya ha impulsado una migración hacia las finanzas descentralizadas. Si los ahorradores mexicanos comienzan a ver a los bancos como vulnerables, el lento giro de la región hacia las criptomonedas podría acelerarse.
Por ahora, las tres instituciones sancionadas—CIBanco, Intercam y Vector Casa de Bolsa—siguen operando. Sus cajeros aún dispensan pesos. Pero en las salas de juntas del distrito Reforma de la Ciudad de México, las reuniones se han vuelto urgentes.
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Un alto ejecutivo, que habló bajo anonimato, dijo a un consultor de cumplimiento financiero: “Nos estamos preparando para impugnar esto en tribunales de EE.UU., pero primero necesitamos ver las pruebas”.
Porque la verdad más profunda es esta: el éxito de las sanciones no depende de los titulares. Depende de si los gobiernos procesan, los bancos reforman y los ciudadanos confían en que su salario no desaparecerá.
En México, sobre ese último punto, el jurado aún está deliberando.