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Opinión: Para poner fin al VIH/Sida se deberá poner fin a las desigualdades

Hoy recordamos que para poner fin al VIH/Sida es necesario cambiar el paradigma que lleva sosteniendo esta pandemia por décadas: la desigualdad

Mano con cinta roja

El VIH ha sido relegado y silenciado. Los gobiernos se han hecho los de la vista gorda. Foto: LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

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Read in english: Opinion: Ending HIV / AIDS Means Ending Inequalities

Después de casi 5 décadas desde que inició, el mundo no ha podido poner fin al VIH/Sida, pero, ¿por qué? Cuando se habla del VIH/Sida solemos encasillarlo como una enfermedad de transmisión sexual (ETS) y, a partir de eso, hacemos juicios de valor. Se olvida que al igual que, por ejemplo, el Coronavirus, se trata de una pandemia. Pero a diferencia de la COVID-19, al tratarse de una enfermedad sexual, el VIH ha sido relegado y es una pandemia que se ha silenciado y de la que los gobiernos se han hechos los de la vista gorda por ideas puritanas hacia la sexualidad, el consumo de drogas y las comunidades que se han visto más afectadas: la LGBTI+ y los UDI (usuarios de drogas inyectables). Sin embargo, hoy vemos que ambas pandemias se han abordado mundialmente con un enfoque de desigualdad, lo que produce que en la una no haya seguridad y bienestar para sus víctimas, y que se le relegue socialmente; y que en la otra no se financien países pobres para acelerar los procesos de vacunación. 

Lee también: Opinión: dos maneras distintas de abordar una pandemia, el caso del VIH y de la COVID-19

La desigualdad como el mayor enemigo

Nuestra especie le teme a lo diferente. Procesos como la colonización, la segregación, la guerra contra las drogas, la homofobia y la transfobia lo demuestran. Dichos procesos se han realizado desde esferas de poder conformadas por hombres blancos y ricos que relegan a otras comunidades social, política y económicamente por no cumplir con un deber ser arraigado a un pensamiento directamente relacionado con el cristianismo. Esto genera una brecha de desigualdad que crece en la medida en que una persona haga parte de una de estas comunidades o se categorice en los sectores relegados. 

En el caso del VIH/Sida, esto ha tenido como consecuencia: 110 millones de personas infectadas y la muerte de 47,8 millones de estas desde que inició a gestarse la epidemia mundial en inicios de los años 70. Asimismo, esto ha generado que las altas esferas políticas ignoren este problema de salud pública y la financiación para la investigación ha sido muy poca, produciendo que el proceso de encontrar una cura y de mejorar las condiciones de vida de quienes viven con VIH sea lento. 

Hasta este año se iniciaron los ensayos clínicos para la fase 3 de una vacuna que podría poner fin a esta epidemia. Cabe la pena resaltar que, a diferencia de la COVID-19, el VIH es un retrovirus y se esconde dentro de los humanos de tal manera que el sistema inmune no lo puede identificar, lo que ha hecho un poco más torpe la búsqueda de una solución para este. 

Cada 1 de diciembre, en conmemoración a las víctimas tanto vivas como fallecidas, se celebra el Día Mundial de la Lucha Contra el Sida. Este año, el eslogan de la celebración reza: "Poner fin a las desigualdades. Poner fin al sida. Poner fin a las pandemias". Viendo el panorama que hoy se nos presenta por la pandemia de la COVID-19 y la respuesta que han tenido los gobiernos hacia el continente africano por el brote de la variante Ómicron por la bajísima tasa de vacunación, queda más que claro que las desigualdades sí pueden poner en jaque la solución de este tipo de eventos. 

Mientras no se entienda el VIH/Sida como un problema de salud pública y se hagan esfuerzos a nivel político por visibilizar a las víctimas sin juzgarlas por la manera en la pudieron o no haber sido infectados, no se podrá poner fin a la pandemia. 

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