En América Latina, el Péndulo de la Fe se Aleja de Roma

La influencia de la Iglesia se debilita en toda América Latina, antes considerada la región más católica del mundo. A pesar del liderazgo histórico del Papa Francisco—él mismo sudamericano—el auge de alternativas evangélicas y el cambio de valores sociales han hecho que los números católicos caigan en picada.
Un Momento de Megaiglesias en Perú
Dentro del icónico Coliseo Amauta de Lima, se desarrolla una escena más parecida a un concierto pop que a un servicio dominical. Cinco jóvenes cantantes, vestidos con camisetas blancas impecables y zapatillas deportivas, saltan sobre un escenario bien iluminado, entonando canciones cristianas animadas. Focos de colores arcoíris barren el vasto auditorio, deslizándose sobre las cabezas de miles de asistentes. Aunque el estadio está quizás solo a un tercio de su capacidad, aún representa una multitud mucho mayor que las que suelen asistir a misas católicas locales.
Pronto, Carla Hornung—una predicadora delgada y enérgica, vestida con un traje floral—sube al escenario. Cita pasajes bíblicos durante su sermón e invita a todos a dejar atrás los “pensamientos tóxicos” reconociendo a Cristo. En la gran pantalla detrás de ella se muestra la información bancaria de la congregación. Un código QR facilita las donaciones en tiempo real, y ella destaca un programa de maestría en liderazgo dirigido por la iglesia Agua Viva.
Tales reuniones masivas ejemplifican un cambio sísmico en la religión en América Latina. Tradicionalmente aclamada como el bastión católico del mundo, la región ha visto cómo los creyentes migran hacia iglesias carismáticas o evangélicas. Un estudio del Pew Research Center de 2013 reveló que solo el 69% de los latinoamericanos se identificaban como católicos—una caída desde el 94% en los años 50. Esta disminución continuó a pesar de la elección del Papa Francisco, el primer pontífice sudamericano, quien falleció el mes pasado tras una década en el Vaticano.
Entrevistas con creyentes que salían del Coliseo Amauta ofrecen pistas sobre el atractivo de las megaiglesias evangélicas. “Esto es más directo. Te conectas con ello”, dijo un asistente a The Telegraph. “En una iglesia católica, el sacerdote se siente distante, como un jefe. Y sinceramente, es aburrido.” Otro mencionó la música alegre y el sentido de comunidad como los grandes atractivos: “Conozco al Papa, y me caía bien—le gustaba el fútbol—pero eso no basta para que vuelva a misa.”
El Legado de un Pontífice y las Fuerzas del Declive
El Papa Francisco, nacido como Jorge Mario Bergoglio en Argentina, asumió en 2013 con gran reconocimiento mundial. Muchos creyeron que tener un Papa latinoamericano podría detener la pérdida de terreno del catolicismo en su continente natal. Con su estilo cercano y su preocupación enfática por los pobres, Francisco simbolizaba una Iglesia más pastoral y accesible—una imagen que, por un tiempo, reavivó la esperanza entre los católicos devotos.
Sin embargo, las fuerzas complejas que alejan a los creyentes hacia otras expresiones religiosas o fuera de la religión en general han persistido. “La secularización en América Latina es cultural más que estrictamente racional”, dijo un sociólogo peruano a The Telegraph. “Los movimientos evangélicos siempre han sido cristianos, así que no parece un cambio radical para la mayoría de los católicos.”
Además, las actitudes sociales han evolucionado, generando tensiones entre la doctrina oficial de la Iglesia y las realidades vividas por muchos latinoamericanos. Varios países—Argentina, Colombia y México entre ellos—han legalizado el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, decisiones que chocan con la enseñanza católica. Los escándalos de abuso infantil vinculados a sacerdotes dañaron la reputación moral de la Iglesia. Francisco tomó medidas al respecto. En diciembre, convocó a Paola Ugaz, una periodista peruana reconocida por reportar abusos clericales, al Vaticano. Para muchos, la invitación representó un acto de rendición de cuentas.
La escasez de sacerdotes católicos sigue siendo un problema. Sus estrictos requisitos—celibato, años de estudios teológicos y ser hombre—limitan el flujo de nuevos candidatos. En contraste, muchas iglesias evangélicas capacitan a predicadores rápidamente, priorizando el carisma y la capacidad de conectar con la congregación. “No importa si tienes un doctorado o dejaste la secundaria”, dijo un observador. “Si tienes el espíritu, puedes liderar.”
En ocasiones, la Iglesia Católica habló en favor de los derechos humanos y la igualdad económica. Esto generó oposición por parte de grupos ricos o conservadores en América Latina. Durante años, sacerdotes, monjas y miembros laicos sufrieron asesinatos por apoyar a los indefensos. Aunque esta ‘teología de la liberación’ atrajo atención mundial, pudo haber alejado a católicos más tradicionales o conservadores, quienes después encontraron eco en el mensaje más simple e individualista de las iglesias evangélicas.
Trazando el Futuro de la Fe Latinoamericana
Desde la conquista española en el siglo XVI, el catolicismo mantuvo un dominio casi total en América Latina. Sin embargo, expertos señalan que, una vez que este dominio se aflojó, casi no había otro camino que hacia abajo. Los misioneros protestantes comenzaron a avanzar en el siglo XIX con esfuerzos presbiterianos y metodistas. Para la década de 1960, los grupos pentecostales y neopentecostales se expandieron agresivamente, centrándose en el empoderamiento personal y la “teología de la prosperidad”.
¿El resultado? Un panorama religioso en transformación, donde los servicios de adoración estilo pop, la música animada y las reuniones de oración interactivas han reemplazado o complementado las tradiciones más solemnes de las liturgias católicas. En Perú, este cambio se simboliza visiblemente en megas iglesias iluminadas con neón como Agua Viva, que invierte en tecnología y mercadeo que rivalizan con los eventos de entretenimiento secular.
Aun así, la Iglesia Católica no ha estado inactiva. Desde los años 60, el culto se tradujo del latín a lenguas locales, y surgieron movimientos católicos “carismáticos” modernos, adoptando elementos de los servicios evangélicos: cantos entusiastas, sanación por la fe e incluso hablar en lenguas. Algunos obispos, especialmente en África, han buscado mayores cambios en las normas de la Iglesia, incluyendo debates sobre el celibato sacerdotal. Pero estos ajustes no cambiaron el patrón general en América Latina.
El próximo líder de la Iglesia es ahora incierto tras la muerte de Francisco. Analistas advierten que un regreso a una visión estricta y jerárquica podría provocar que más creyentes se alejen. Como dijo un sociólogo católico a The Telegraph, “Francisco intentó presentar una iglesia para todos, con la compasión en el centro. Pero ese acto de equilibrio—mantener las tradiciones y afrontar las realidades modernas—será el mayor reto para quien venga después.”
Mientras tanto, la silenciosa ola del evangelismo crece desde capitales como Lima hasta pequeños pueblos rurales, donde predicadores con micrófono transforman la experiencia religiosa. Sus posturas conservadoras sobre muchos temas sociales resuenan en un continente donde el crimen y la desigualdad siguen siendo altos y donde las promesas de crecimiento personal o prosperidad tienen gran atractivo.
En última instancia, el declive en la afiliación católica en América Latina es una historia de adaptación—o de su ausencia. Los cambios sociales superan la lentitud institucional de la Iglesia. Las generaciones jóvenes, criadas en una era de redes sociales, cultura global y nuevas sensibilidades morales, buscan experiencias espirituales más contemporáneas y personales. Si la Iglesia Católica no puede ofrecérselas, hay muchas comunidades evangélicas esperando, con la música a todo volumen y los brazos abiertos.
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Por ahora, el culto dominical en el Coliseo Amauta demuestra por qué tantos peruanos—y millones más en toda América Latina—se sienten atraídos por estas alternativas protestantes modernas: un sentido de pertenencia, un entorno acogedor y un estilo vibrante que fusiona la fe con el entretenimiento. La gran pregunta que se cierne sobre el catolicismo es si podrá reinventarse antes de que aún más fieles se alejen, en busca de una conexión más inmediata en un mundo que cambia rápidamente.