El ecuatoriano Carapaz inspira a su país mientras los velocistas brillan en la duodécima etapa del Giro

La duodécima etapa del Giro de Italia ofreció un sprint plano entre Módena y Viadana, ganado por el velocista neerlandés Olav Kooij, pero en las vallas el tema de conversación seguía siendo el ecuatoriano Richard Carapaz, cuya audaz escapada en solitario 24 horas antes sacudió con fuerza la clasificación general.
Esprint a toda velocidad entre Módena y Viadana
Quienes esperaban una etapa de transición se encontraron con una carrera de resistencia de 172 kilómetros a través de las llanuras de Emilia-Romaña. Dos subidas de tercera categoría al inicio apenas tentaron a los cazadores de fugas, pero el pelotón mantuvo a todos controlados, sabiendo que los equipos de los sprinters tenían esta fecha subrayada en rojo.
Jumbo–Visma ejecutó el libreto a la perfección. A cinco kilómetros de la meta, Wout van Aert se apartó del frente como una locomotora desacelerando, dejando a su compañero Olav Kooij con una pista limpia. El neerlandés de 23 años—que ya había rozado la victoria en etapas anteriores—lanzó su sprint a 180 metros del final y no miró atrás. Caleb Ewan y Jonathan Milan tuvieron que conformarse con los puestos menores, con la cabeza gacha y las piernas vacías.
Instantes después, Kooij sonreía bajo el arco de meta y agradecía a Van Aert en directo. “Es el mejor lanzador del mundo”, dijo, aún recuperando el aliento. Las palmadas de sus compañeros y el chispeo del prosecco en el podio acompañaron sus palabras.
Detrás del júbilo, los aspirantes a la clasificación general vivieron un día relativamente tranquilo—al menos sobre el papel. Isaac del Toro, la revelación mexicana de 21 años que viste de rosa, se movía con soltura entre el pelotón, siempre escoltado por el veterano Matteo Trentin. El objetivo era claro: mantenerse fuera de problemas, aprovechar algún segundo de bonificación y evitar los temidos cortes tardíos que han arruinado los sueños de muchos líderes.
Y lo logró. Del Toro rascó una valiosa bonificación de dos segundos en un sprint intermedio, ampliando su ventaja general a 31 segundos sobre el español Juan Ayuso. Al hablar con EFE minutos después de cruzar la meta, el joven sonaba tan lúcido como se veía: “Las etapas planas pueden ser más estresantes que las de montaña”, dijo, con el sudor marcando la maglia rosa. “Un hueco de uno o dos segundos aquí puede decidir toda una carrera más adelante”.
En otro rincón del pelotón, Primož Roglič evitó una caída menor con reflejos de acróbata, y Simon Yates bromeaba con Tony Tiberi—prueba de que, por una tarde, las piernas de los escaladores tuvieron un respiro. Sus equipos, sin embargo, pasaron la noche revisando mapas meteorológicos y perfiles de altimetría: se acercan los grandes puertos, y ningún director deportivo quiere sorpresas cuando la carretera apunte hacia el cielo.

La genialidad de Carapaz en la etapa 11 aún resuena
Aunque Kooij se enfundaba el maillot de ganador, la mayoría de las grabadoras periodísticas seguían preparadas para hablar del espectáculo del día anterior. Richard Carapaz, campeón olímpico ecuatoriano, reventó la etapa 11 con una ofensiva clásica en la dura subida a Pietra di Bismantova. A diez kilómetros de la meta, detectó dudas entre los favoritos, metió una marcha más y se esfumó cuesta arriba.
Carapaz declaró luego a EFE que su ataque fue “una decisión del instinto, no de la radio”. Ese instinto le sirvió bien: ganó la etapa con diez segundos de ventaja y saltó del noveno al sexto lugar en la general, a 1:56 de Del Toro. Más importante aún, les recordó a sus rivales—y quizás a sí mismo—que el olfato del viejo campeón sigue afilado.
El guion de la etapa 11 se empezó a escribir mucho antes. Una fuga estelar con Wilco Kelderman, Wout Poels, Nairo Quintana y Pello Bilbao tomó dos minutos de ventaja hasta que UAE Team Emirates la neutralizó trabajando para Ayuso. La diferencia se evaporó al pie del último ascenso, dejando el escenario perfecto para la emboscada de Carapaz.
Del Toro volvió a ser segundo—pero en el mejor sentido posible. Llegar justo detrás del ecuatoriano le otorgó seis segundos de bonificación, reforzando su liderato sin gastar energía de más. Cuando le preguntaron si había sido prudente perseguir a Carapaz, encogió los hombros: “Cuando Richard se va, o lo sigues o te arrepientes”. En México, los aficionados estallaron en redes sociales, celebrando los paralelismos entre el estilo valiente de Del Toro y el que llevó a Carapaz a ganar el Giro en 2019.
Entre los que lamían sus heridas estaban Ayuso y Roglič, que cedieron algunos segundos y, quizás más significativo, algo de terreno psicológico. Egan Bernal, aún en proceso de recuperar su potencia tras varias lesiones, cayó al undécimo lugar. Su cabeza baja al cruzar la meta dijo más que cualquier declaración.
La hazaña de Carapaz también reavivó el orgullo ecuatoriano. En Quito, los noticieros repitieron su gesto triunfal en bucle, mientras que escolares convertían los recreos en improvisados “retos Pietra di Bismantova”. A sus 31 años, el oriundo de El Carmelo tiene un palmarés repleto de podios en grandes vueltas, pero cada nuevo destello se siente como magia casera para quienes recuerdan sus inicios en los caminos de tierra de Carchi.
Se avecinan las montañas: nervios y oportunidades
Con los sprinters ya saciados por ahora, la tercera semana del Giro se aproxima—el temido cementerio de los aspirantes demasiado ambiciosos. Las próximas llegadas en alto en Monte Grappa y el Passo del Mortirolo prometen destrozar el pelotón. Todos los directores repiten el mismo mantra: quien quiera vestir de rosa en Roma, debe sobrevivir a esos calvarios consecutivos.
Del Toro asegura estar listo. “Subí estos puertos en los entrenamientos y soñaba con volver vestido de rosa”, confesó a EFE mientras pedaleaba en los rodillos junto al bus del equipo. Pero también sabe que la experiencia puede imponerse a la juventud en rampas de 20 kilómetros bajo el sol alpino. Ayuso, escalador natural, ya apunta al Monte Grappa como su plataforma de ataque. Roglič, maestro de la emboscada en la última semana, guarda sus cartas pero no olvida remontadas similares en el Giro y la Vuelta.
Y luego está Carapaz. Ya a un paso del top cinco, irradia la confianza silenciosa de quien ha superado todas las tormentas de montaña. En el equipo EF Education-EasyPost se susurra que sus números de potencia en la etapa 11 igualaron los de su victoria en 2019. Si es cierto, los sueños de rosa podrían dejar de ser solo mexicanos y volver a ser también ecuatorianos.
Detrás de estos nombres de primera línea, Tony Tiberi y Simon Yates se mantienen al acecho, ambos capaces de dinamitar la carrera si una escapada lejana prende. El británico, en particular, disfruta de las etapas desgastantes en las que los favoritos se vigilan entre sí y olvidan su latigazo final.
Eso deja a los aficionados en una situación ideal: historias ricas, diferencias mínimas y ninguna certeza sobre quién será el primero en flaquear. Una mala bajada, un avituallamiento a destiempo o una ráfaga de viento cruzado pueden cambiar el libreto de la noche a la mañana.
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Mientras el sol se ponía sobre las llanuras del Po en Viadana, los equipos rodaban hacia el sur rumbo al próximo encuentro con las montañas. Los mecánicos ajustaban ruedas, los masajistas aliviaban músculos fatigados, y los ciclistas repasaban decisiones tácticas en sus cabezas. Carapaz, recostado en su asiento en esa caravana, con los auriculares puestos, confiaba en esos mismos instintos que el día anterior le dijeron cuándo atacar. El Giro sigue siendo un rompecabezas sin piezas definitivas, pero el ecuatoriano ya se ha sentado en la mesa—listo para hacer su próximo movimiento cuando la carretera vuelva a mirar hacia el cielo.