Colombia: el arte joven no está en los museos
¿Por qué los millennials prefieren galerías y ferias?
Jardines de malezas, carteles adheridos a la pared con mensajes paradójicos “Sorry Wörtemauer”, aspectos de nuestras violencias civiles, cráneos humanos revestido de hojas secas. Eso es arte joven. Es parte de la exposición actual de Espacio el Dorado, una de las colecciones privadas más completas y documentadas de arte contemporáneo y joven de Colombia.
La pregunta que busco responder es: ¿de qué habla el arte de los millennials en Colombia? En esta primera entrega explicaré quiénes coleccionan arte joven en mi país; en la segunda, la actitud, métodos y temas del arte joven colombiano.
El término de arte joven —explica Catalina Vaughan en su artículo ‘Aire Fresco’, publicado en el portal Esfera Pública— apareció en nuestro país en la década de los setenta cuando Eduardo Serrano organizó un par de exposiciones con obras de artistas que estaban despuntando en el medio local. “Luego vinieron los Salones Atenas del Museo de Arte Moderno de Bogotá MAMBO, donde se presentó en sociedad la obra de artistas jóvenes de entonces (Miguel Ángel Rojas, Antonio Caro, John Castles, Gustavo Zalamea)”. A finales de los setenta el Salón Atenas llegó a su fin y el Museo de Arte Moderno relanzó esta categoría creando la Bienal de Bogotá, en las se mezclaron las nociones de arte joven y aire fresco. Años más tarde la biblioteca Luis Ángel Arango lanzó su programa ‘Nuevos nombres’, que presentó obras de Doris Salcedo, Nadín Ospina, entre otros.
Las generaciones anteriores al 2000 eran generaciones que buscaban ser premiadas, por ello se postulaban a concursos como el Salón Nacional de Artistas, la Bienal de Bogotá (eventos hito) o gestionaban por sí mismos hacer parte de la colección o participar en alguna exposición del Mambo, que tenía el canon del arte, y que por cuestiones de burocracia administrativa de Colcultura (antiguo Ministerio de Cultura) y la apertura de nuevos espacios, como El Camarín del Carmen, perdió paulatinamente su importancia y su presupuesto.
“Durante los años noventa el Salón Nacional de Artistas era de jóvenes (Nadín Ospina, José Alejandro Restrepo, David Lozano), en la siguiente década había una mixtura de personas con recorrido, amateurs y novatos—dice Guillermo Vanegas, profesor de historia y teoría del arte de la ASAB y jurado en el reciente XLIV Salón de Artistas Nacionales, llevado a cabo en Pereira en 2016—. Hoy los Millennials no le apuntan al Salón de Artistas sino a las ferias más importantes de arte que hay en Bogotá: ArtBo (Feria Internacional de Arte de Bogotá) y La Feria del Millón”.
Santiago Rueda, curador de varias exposiciones, plantea preguntas claves: “¿el Ministerio de Cultura o Idartes hacen bien la tarea desde lo que tienen que hacer, su misión? Sí, cumplen metas e indicadores de gestión. ¿Esas metas son pertinentes, adecuadas, afines con el arte joven? No, son metas propias de los años noventa: estímulos y patrocinios: becas, becas, becas”. En este sentido, una beca de producción de obra —de 20, 30 o 40 millones de pesos (unos diez mil dólares)— seguía el ciclo de creación, ejecución, producción, exposición y en algunos casos, documentación e investigación por parte de críticos, curadores o investigadores independientes, en algunos casos. Luego, quedaba en el olvido, en la casa del autor o si contaba con suerte o diplomacia en la galería de un coleccionista.
¿Quiénes coleccionan el arte joven en Colombia? Las posibilidades son las siguientes:
1). Artistas-coleccionistas como arte útil para sus propios fines creativos, como por ejemplo, Fernando Botero, Enrique Grau, Carlos Rojas, quienes lograron crear museos con su colección personal.
2). Críticos de arte, cuya colección da cuenta de su trasegar investigativo y sus preferencias afectivas, como por ejemplo, Santiago Rueda, quien cuenta con una colección juiciosa de artistas jóvenes que han abordado el tema de narcotráfico en su obra.
3). Coleccionistas como José Darío Gutiérrez, creador del proyecto Bachué, plataforma que cuenta con colección de arte, sello editorial y una galería en La Macarena; el expresidente Cesar Gaviria, uno de los mayores coleccionistas del país, propietario de Nueveochenta; Alejandro Castaño y otros pequeños coleccionistas de permformance, pintura, instalaciones.
Los coleccionistas de arte contemporáneo y joven salieron a la escena pública hace algunos años en medio de un contexto favorable: crecimiento económico, ascenso de la clase media, mejora en las condiciones de seguridad e inversión en el país. Estos coleccionistas de arte contemporáneo conforman un enorme rompecabezas, un crucigrama de acuerdos y desacuerdos, de mejores “ojos” u “olfatos” que dinamizan la escena artística colombiana, lo cual permitió una visión de conjunto más democrática y menos excluyente del país.
Finalmente, Halim Badawi, crítico e investigador , asegura que estos coleccionistas reúnen en su conjunto, un acervo artístico superior al de todos los museos de arte contemporáneo en Colombia. “Hay colecciones privadas de arte joven y contemporáneo que superan a las del Banco de la República, el Museo Nacional o el Museo de Arte Moderno de Bogotá”, escribe.
De este modo, el arte joven no está en los museos sino en galerías, que parecen conceptos afines, pero no es así. Un museo, independiente de su misión, categoría, tamaño o especialidad tiene una vocación pública, una hoja de ruta en su misión educativa: piensa en el público o el visitante e incluso en la formación de ciudadanos, en algunos casos. En tanto, la galería piensa en el cliente, los compradores, el mercado del arte, la ganancia, el prestigio.
“El canon del arte joven y contemporáneo está en Espacio El Dorado -dice Guillemro Vanegas-. Un espacio privado que custodia, conserva y expone mejor este arte que cualquier museo”.
Latin American Post | Fernando Salamanca Rozo
Twitter: @Sal_Fercho
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