Latam Booklook: ‘Ningún lugar adonde ir’ de Jonas Mekas
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En el diario de su exilio a través de Europa hasta llegar a América, Mekas gesta el tono intimo que desarrollaría después en sus películas
¿De qué se trata?
Jonas Mekas, de origen lituano, editaba y escribía unos textos en contra del régimen soviético y de la invasión nazi a su país en su adolescencia. Después de que su máquina de escribir fuera robada e incautada accidentalmente por los militares, el joven Mekas debe exiliarse de su país, junto con su hermano Adolfas, para no ser capturado por el gobierno. Un solo sabio consejo de su tío: “Salgan de aquí, descubran el mundo occidental”.
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Con esto en mente, y visas de falsos estudiantes, toman un tren hacia Viena que nunca llega a su destino, pues los oficiales alemanes lo desvían hacia un campo de trabajo forzado. Así comienza el desplazamiento incierto del futuro cineasta, durante el que vive las contradicciones del exilio: el desarraigo y la nostalgia por la tierra natal.
Ningún lugar a donde ir, editado por la editorial argentina Caja Negra y traducida por Leonel Livchits, es el diario de Mekas durante el anterior viaje que comienza saliendo de Lituania en 1944 hasta los primeros años de su vida de inmigrante en la América de los años 50.
En ese lapso, él pasa por campos de trabajo forzado, en los que produce maquinaria para el ejercito nazi; por campos de refugiados en los que debe compartir con exiliados de todos los países y del país suyo, quienes lo alegran y lo enfadan; por estudios de filosofía en la universidad de Mainz, su único escape a la realidad de refugiado a varios horas de distancia de su hogar de paso. Finalmente, decide migrar con su hermano a Estados Unidos, a Chicago, en teoría, aunque después de pasar unos días en Nueva York se queda ahí tras enamorarse de la ciudad.
Las entradas de su diario hablan, no solo de los prisioneros que va conociendo y de las realidades de la guerra, sino también de su visión del arte, de cómo el exilio lo ha afectado, de cómo no soporta a sus compatriotas lituanos con su nostalgia regionalista, entre otras cosas.
En últimas, es un diario que evidencia, a través de la vivencia personal, el cambio no sólo de su escritor, sino de toda una generación de posguerra que debió salir de su hogar en busca de nuevas experiencias o escapando de los regímenes autoritarios que los censuraba. “Estoy pasando por cambios perturbantes./ Quizás es mi mente, quizás son mis nervios. / Queda poca tierra firme bajo mis pies./ Todo se está moviendo”, escribe Mekas en uno de los poemas insertados en medio del diario.
¿Quién lo escribió?
De campesino y prisionero de guerra a cineasta y poeta reconocido en los círculos artísticas de Nueva York, Jonas Mekas (23 de diciembre de 1923 – 23 de enero de 2019) pasó por los más diversos oficios. Después de aprender aspectos técnicos del manejo de cámaras en un trabajo como mensajero de una empresa de fotografía, Mekas co-funda la revista Film Culture, publicación seminal en la crítica cinematográfica de películas de vanguardia, que tendrían su auge durante los 60 y 70.
También tuvo una columna en el Village Voice y fundó la Anthology Film Archives, quizá la biblioteca de cine experimental y avant-garde más grande del mundo. Gracias a su ejercicio crítico y cinematográfico, este inmigrante lituano fue parte de todo el movimiento contracultural del los 60 en compañía de artistas como Andy Warhol, John Lennon, Salvador Dalí, George Maciunas y Allen Ginsberg, entre otros.
Sus películas son conocidas principalmente por ser pioneras en los llamados Diario-películas, una serie de grabaciones caseras que Mekas acumuló a través de años y poco a poco fue editando en películas. A través de éstas, logró una forma particular de mostrar la intimidad, de los mecanismos usados para que el espectador se sintiera testigo del paso del tiempo y la vida de una persona.
Así fue creando un tono poético que volvía los videos caseros de su familia y amigos en obras fílmicas. Como dice en una de sus películas más reconocidas, As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty (2000), “No soy un cineasta, soy solo un grabador” (“I’m not a film maker, I’m a filmer”); su vida era hacer cine y fue su vida la que quedó plasmada en su obra visual.
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¿Lo leo o no?
La lectura de Ningún lugar adonde ir, no sólo es un testigo de los horrores de la guerra y del efecto que tiene en toda la población, sea soldado, campesino o vendedor, sino también son los primeros pasos en el descubrimiento de una voz personal.
A través de las entradas del diario, vemos cómo el joven Mekas se enfrenta a situaciones de explotación laboral, de la sobrepoblación de campos de refugiados, de precariedad material, en que lo más instintivo del ser humano, como la búsqueda de comida y de abrigo, salen al aire. Más importante aún, vemos cómo este artista en gestación empieza a reflexionar sobre lo que sucede a su alrededor y, poco a poco, convierte esas experiencias de sufrimiento en motor para su voz artística íntima, precursora de lo que posteriormente desarrollaría en sus diario-películas.
El aspecto que más me impactó de este tránsito entre la guerra y un nuevo ‘hogar’, es la ambivalencia con que expresaba los efectos del exilio. Por un lado, hay momentos en que siente cómo el desarraigo se enraíza lentamente en su alma, como cuando escucha los lamentos de sus compatriotas y solamente siente lástima por ellos que no pueden apreciar la posibilidad de explorar el mundo. Por otro lado, adopta un tono nostálgico y taciturno al acordarse de su natal Lituania, de sus campos idílicos y de su infancia irrecuperable. La tristeza del paraíso perdido.
Por lo anterior, leerlo es desgarrador, ya somos testigos de cómo el escritor se aleja cada vez más de sus orígenes, de todo aquello que lo formó, de cómo el exilio empieza a marcar su habitar en el mundo. Es un diario de iniciación en la adultez, son páginas que muestran la metamorfosis de un campesino lituano a un artista desarraigado.
LatinAmerican Post | Juan Gabriel Bocanegra
Copy edited by Juliana Suárez