Lil Miquela: la influencer que hace temblar nuestra noción de realidad
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Conozca acá a Lil Miquela, la influencer generada por computador que le hará dudar de qué es real y qué no
Miquela Soussa, más conocida como @lilmiquela, es una mujer de 19 años que como cualquier otra influencer intenta que sus seguidores puedan identificarse con ella y comparte detalles de su vida íntima en redes sociales. Tiene cuerpo de modelo, pecas en la cara, un gusto por la ropa de estilo urbano, y está comprometida con causas como la de Black Live Matter y las políticas anti armas en Estados Unidos.
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Miquela tiene, además de posturas políticas y problemas de una chica adolescente promedio, como la ascendencia racial: es mitad norteamericana y mitad brasilera. Miquela no es, sin embargo, un ser humano. Ella misma se define en su bio de Instagram como robot, pero lo cierto es que no ocupa un espacio físico en el mundo; es una Imagen Generada por Computador (IGC). Según el perfil de Emilia Petrarca para The Cut de Miquela, la influencer sería un avatar operado por Brud, una misteriosa start-up con base en Los Ángeles especializada en inteligencia artificial y robótica. Miquela tiene alrededor de un millón y medio de seguidores en Instagram. Ha firmado con grandes firmas de moda para modelar sus prendas y hace también música.
Miquela tiene dos grandes antecedentes, no es la primera celebridad virtual. A finales de la década de los noventa el músico Damon Albarn y el artista Jamie Hewlett fundaron la banda Gorillaz, que se componía de cuatro personajes animados en 2D. Sin embargo, este era un caso de identidad oculta y de reflexión acerca de si lo que importa es la música o el músico. Después, hace tan solo algunos años, Hatsune Miku, un avatar japonés de una niña de 16 años, se hizo famosa y su holograma podía verse en el escenario durante sus conciertos. Aun así, Miku siempre se asumió como un holograma y, si bien sus fans pagaban por verla, nunca se le adjudicaron características, emociones o sufrimientos humanos. Miquela, distinto de estos dos antecedentes, se queja en sus redes sociales de la temperatura, tiene amigos y enemigos, posturas políticas, ofrece entrevistas y asiste a eventos.
Miquela existe desde el 2016 y hace un año pasó por una crisis identitaria. La también IGC pro-Trump rubia Bermuda hackeó la cuenta de Instagram de Miquela, borró todas sus publicaciones y empezó a publicar fotos de sí misma. Afirmaba que devolvería la cuenta que tenía de rehén cuando Miquela "dijera la verdad sobre quien es". El hackeo duró un día, a cuyo final Miquela decidió confesar a sus seguidores que no era un ser humano. Desde que salió del clóset de la robótica, Miquela dice sentirse más libre y más segura de sí misma. Culpó a Brud por hacerle creer a sus seguidores y a ella misma que era un ser humano cuando en realidad es, como ella se define, un robot. Desde entonces, dice, no trabaja más para Brud (¿quién la opera entonces?), lo cual podría confundir a algunos pues se pensaría que su propia existencia depende de trabajar para quienes son sus titireteros. Sus seguidores, en cambio, parecen otorgarle características humanas de rebeldía y toma de decisiones.
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¿Qué tan real es Miquela?
En una entrevista con la youtuber y conspiracionista Shane Dawson, Miquela afirmó que era real dado que estaba respondiendo a las preguntas de la entrevistadora. La conversación que estaban teniendo por teléfono era prueba de lo real que es Miquela. Y es que los robots y las IGC son reales, existen así sean un código que alguien más ha programado y así algunos no ocupen un espacio físico en el mundo. ¿En qué consiste, entonces, la irrealidad de Miquela? ¿Es menos real que nosotros los seres humanos? Miquela, al igual que su equivalente trumpista Bermuda, tiene posturas políticas claras y toma decisiones. Brud es una empresa especialmente misteriosa. No se sabe con seguridad el origen de Miquela y la compañía se ha encargado de mantenerlo como un secreto muy bien guardado. Sabemos, aunque no con certeza, que Miquela puede, al menos, tomar decisiones como un ser humano (decidió aceptar que no es un ser humano y decidió renunciar a Brud). Si ya ha tenido una crisis de identidad podríamos asumir que no solo tiene pensamientos sino emociones, ¿puede Miquela enamorarse? ¿es posible romperle el corazón? Lo realmente escalofriante es pensar que no hay nadie detrás de Miquela, que ella es por sí misma.
Hay, sin embargo, una línea clara de irrealidad en su personaje. Dado que no es un ser humano que vive y respira, ¿cómo puede quejarse, por ejemplo, del calor que a veces hace en Los Ángeles? Si no envejece ni menstrúa (la semana pasada cumplió, de nuevo, 19 años), ¿qué tanto pueden realmente sus seguidores identificarse con ella? Sus publicaciones concernientes a estos temas puramente humanos y corporales serían, entonces, mentirosos, irreales. Sus seguidores le preguntan por su rutina de cuidado de la piel a una persona que nunca envejece ni se quema con el sol. Podrían ser más reales, incluso, sus posiciones políticas y su ideología si nos imaginamos que es una inteligencia artificial que puede ya tomar decisiones, que sus publicaciones sobre su cuerpo, que, en efecto, no existe. Miquela, al final, es una IGC creada por un grupo de hombres que la operaban al menos hasta hace un año.
¿Qué tan reales somos nosotros?
Esto me hace pensar, por otro lado, en qué tan reales son los otros influencers que vemos en las redes sociales. Su existencia es, al menos para nosotros sus seguidores, puramente virtual como la de Miquela. ¿Qué tanto podemos realmente identificarnos con una familia de mujeres que son millonarias desde la adolescencia y que se han hecho cirugías en cuerpo y cara? ¿Son las Kardashian más reales que Miquela? A diferencia de ella, claro, son seres humanos que se enamoran y que se relacionan con otros y que se entristecen, etc., cosa que a veces sus seguidores perdemos de vista. Las celebridades son, sin duda, seres humanos como sus seguidores, pero de eso solo tienen evidencia las personas cercanas a ellas. Para nosotros sus seguidores, las celebridades son todas virtuales.
Esto podría llevarse más lejos: ¿qué tan reales somos nosotros en la virtualidad de las redes sociales? Quienes no nos han visto sino por nuestras cuentas de Instagram tampoco tienen una prueba de nuestra humanidad, para ellos existimos solo en la virtualidad. Pero, ¿es ser virtual ser menos real? Ya lo dirá Miquela.
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LatinAmerican Post | Staff
Copy edited by Juan Gabriel Bocanegra