¿Qué tienen de especial las películas del verano? El fenómeno del “summer blockbuster” explicado
Entre las últimas semanas de mayo y primeras de agosto, los grandes estudios estrenan algunas de sus películas más importantes (y costosas), en una lucha por la taquilla. Acá te explicamos qué hay detrás del concepto del “summer blockbuster”.
Fotos: Film Affinity
LatinAmerican Post | Juan Andrés Rodríguez
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El 21 de julio es uno de los días más esperados por los fanáticos del cine a nivel mundial. Tras un año de anticipación, llegarán a salas dos de las películas más esperadas en un curioso enfrentamiento por el número uno de la taquilla: “Barbie” de Greta Gerwig vs., “Oppenheimer” de Christopher Nolan. A esta contienda se quiere sumar una tercera parte porque se ha reportado que Tom Cruise está buscando convencer a los exhibidores y ejecutivos de estudios de que no saquen “Misión Imposible 7. Parte Uno”, que se estrena diez días antes, de las salas premium e IMAX que van a dar prioridad a su competencia.
Esta situación (y jugada audaz para tener publicidad gratuita) captura perfectamente la esencia de la temporada de películas del verano o “summer blockbusters”. Este es un nombre curiosamente derivado de un tipo de bombas usadas en los años 40 con la capacidad de destruir edificios enteros. Durante la época dorada de Hollywood, fue adoptado por la prensa para describir las producciones de gran escala. Pero fue en los 70 que el término adquirió su connotación actual, con la que la película trasciende su concepción de producto y se convierte en el eje del cine como una experiencia de entretenimiento.
Se han publicado varios artículos de cómo “Barbie” causó una escasez de pintura rosa internacional, como Cruise conduce una moto sobre un acantilado para “MI7” y de cómo Nolan recreó explosiones para la secuencia del estallido nuclear en “Oppenheimer”. Todo esto remite a una característica fundamental de las películas de verano: su propósito de espectáculo visual se vuelve catalizador de apuestas por avances técnicos y tecnológicos para la puesta en escena. Además, los estudios aprovechan para crear expectativa desde el mito de “las locuras de producción".
Esa es solo una de las muchas cosas que aportó al panorama de Hollywood la película clasificada como el primer "summer blockbuster": “Jaws” (1975) de Steven Spielberg. La premisa sencilla de un pueblo acechado por un gran tiburón blanco en medio del verano se transformó en una apuesta de Universal Studios por revolucionar la industria al financiar la primera película filmada en el océano y designar un gran presupuesto al mercadeo con spots publicitarios en el primetime televisivo y mercancía de todo tipo. Desde su estreno, se convirtió en un fenómeno cultural que transformó la percepción de las audiencias sobre las actividades del verano y el cine como una alternativa para escapar el calor en el aire acondicionado de una sala.
El éxito de la cinta presentó un modelo de negocios concentrado en la explotación de la propiedad intelectual (IP), que dos años después demostraría todo su potencial con el viaje a una galaxia muy, muy lejana. En 1977, George Lucas presentó al mundo el primer capítulo (luego titulado como cuarto episodio) de la historia de los Skywalker en la guerra de las galaxias. Los avances en efectos visuales sumados a su icónico diseño de producción hicieron de “Star Wars” el evento de entretenimiento del año y fundó los cimientos del modelo de franquicia moderna, con la expansión del universo del cine en libros, cómics y éxito masivo en la venta de figuras de acción. Su estreno en la última semana de mayo inauguró la asociación de esta fecha como el inicio de la temporada de películas de verano.
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Con las décadas, esta forma de producción y promoción ha consolidado unos patrones que han llegado a establecerse como “costumbres” de la cultura del entretenimiento occidental. Desde la expectativa y presentación del primer trailer en eventos como el Super Bowl o la Comic-Con, hasta las largas filas de fanáticos en la noche de estreno, todo es un proceso que hace de la película un evento que trasciende la hora y media o dos horas de su duración. Son meses o años de expectativa que a veces llevan a que el costo de publicidad sea casi igual al de la producción.
Es interesante evidenciar los mecanismos para el sentido de identidad o la necesidad de varias audiencias en función del consumo. “Barbie” apunta a la nostalgia del público que creció con la muñeca, la búsqueda de los padres por formas de distraer a sus hijos en medio de las vacaciones y hasta la cinefilia al destacar la dirección de Greta Gerwig. Como este, se pueden estudiar cientos de casos que dejan ver lo ingeniosos que son los estudios para que las personas se apropien de la idea de que ver la película es una experiencia fundamental para sus vidas.
Pero esto no quiere decir que la apropiación de la cinta y lo que representa sea algo negativo. La tradición de las películas de verano encapsula la idea del cine como un articulador social. En la frase “vamos a cine” se enlazan todo una serie de momentos que a pesar de las opiniones dividas sobre la calidad de la película, pasan a un segundo plano en las memorias del compartir y conocer mejor a quienes aceptan la invitación, desde las risas, llantos y gritos de emoción.
Ante la inconformidad y preocupación de muchos miembros de la industria ante la decadencia de las salas de cine en medio del aumento de la popularidad del streaming, las películas de verano son el último bastión que resiste.