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La Sensación del Pop Mexicano Brilla de Nuevo en una Atrevida Aventura de Viaje en el Tiempo

Cuando Lucero aparezca en pantalla este 11 de junio en Nuestros Tiempos, la “eterna novia de México” hará retroceder dos relojes a la vez: sus veinte años de ausencia del cine y el calendario ficticio que lanza a su personaje desde 1966 hasta nuestros días.

Un Regreso Muy Esperado

Para quienes crecieron viendo a “Lucerito” cantar en los programas dominicales de variedades y luego protagonizar telenovelas en horario estelar, su silencio cinematográfico desde 2004 se sintió casi antinatural. De pie sobre la alfombra roja frente a la Torre Reforma de Ciudad de México, la estrella de 54 años dijo a EFE que había esperado un guion que se sintiera “tan vivo como la gente que me vio crecer”. Nuestros Tiempos, una comedia de ciencia ficción para toda la familia del director Chava Cartas, finalmente cumplió con ese estándar.

Lucero interpreta a Nora, una física brillante pero ignorada cuya máquina del tiempo —prototipo de los años 60— la lanza junto a su esposo músico, Ramón (Benny Ibarra), directamente al México del siglo XXI. El papel le permite revivir el optimismo ingenuo que la hizo famosa, al tiempo que se burla con ternura de las certezas pasadas. El historiador de cine Charles Ramírez Berg señala en Mexican Cinema: Reflections of a Society que las estrellas que abarcan varios medios —televisión, radio, música— anclan la memoria cultural de formas que los artistas más jóvenes rara vez logran. El regreso de Lucero, argumenta, “reconecta al público mexicano con la última era en que todo un hogar sintonizaba el mismo canal a las ocho de la noche”.

Un Puente Entre el Vinilo y el Streaming

La vida de Lucero puede leerse como una cronología de la cultura pop latinoamericana. Sus baladas adolescentes —“Veintidós” y “Ya No”— aún suenan en las quinceañeras; su himno de madurez, “El Privilegio de Amar”, encabezó listas en 1998. Ahora, se presenta ante una nueva generación que conoce la música a través de algoritmos, no de portadas de casete. “La película pregunta qué pasa cuando el asombro se encuentra con el Wi-Fi”, dijo a El Universal. El viaje de Nora por las apps de citas, el slang de influencers y los pagos electrónicos refleja el salto profesional de Lucero de los estudios de Televisa al motor global de Netflix.

Su coprotagonista Benny Ibarra, otro ícono de los años noventa, aceptó el papel al saber que Lucero estaba en el elenco. “Hay una especie de lenguaje propio cuando compartes camerinos durante treinta años”, contó a EFE. Su química revive la época dorada del cine musical mexicano: como si Pedro Infante intercambiara bromas con Libertad Lamarque, ahora con smartphones y marcadores LED. La académica Julia Tuñón denomina a esta mezcla de nostalgia y novedad “narrativa de doble exposición”: capas de lo viejo y lo nuevo que permiten que múltiples generaciones se vean reflejadas al mismo tiempo.

Una Comedia con Retrovisor

El director Cartas —conocido por Infelices para Siempre— concibió el proyecto al revisar las cajas de fotos de su abuela. “Me pregunté cómo se sentiría una mujer que escribió su tesis sobre computadoras de tarjetas perforadas al ver TikTok”, comentó durante una mesa redonda de Milenio. El guion usa el viaje en el tiempo menos como espectáculo y más como radiografía social: Nora se enfrenta a un presente donde las mujeres lideran laboratorios, pero aún enfrentan sexismo, y los hombres criados en el machismo deben reconfigurarse. Cartas desliza bromas incisivas sobre el plástico, lo políticamente correcto y las estrellas envejecidas del pop entre diálogos vertiginosos, confiando en la comedia como herramienta para desarmar. Al mismo tiempo, provoca, un enfoque que la socióloga Rossana Reguillo elogia por “hacer digeribles las conversaciones difíciles sin quitarles filo”.

Lucero abraza este equilibrio. En el set, a menudo improvisaba reacciones ante los “choques con el futuro”: scooters eléctricos, tacos veganos y videojuegos inmersivos. “Puedes ensayar los diálogos”, dijo a El País, “pero no puedes ensayar el suspiro cuando Nora se ve en una pantalla 4K después de haber vivido en la televisión en blanco y negro”. Su actuación resuena con el choque más amplio de México entre memorias analógicas y velocidad digital, una experiencia familiar para cualquier migrante que vuelve a casa y encuentra teléfonos públicos reemplazados por códigos QR.

Un Ícono para el Próximo Giro del Tiempo

Nuestros Tiempos llega en medio de un auge del streaming que ha convertido a México en el principal centro de producción de América Latina. Al apostar por una figura del VHS, Netflix da una señal clara: las historias enraizadas en la memoria local también pueden viajar por el mundo. Las primeras proyecciones de prueba en Los Ángeles y Madrid reunieron a madres e hijas que citaban frases de telenovelas de Lucero, mientras las adolescentes se reían con los chistes futuristas.

La analista de la industria Gemma Solís predice que la película “recordará a las plataformas que la longevidad también es rentable”. La carrera de Lucero, apunta, ha sobrevivido a todos los cambios de formato, del vinilo a Spotify, de las antenas de conejo a las Smart TV. Esa resiliencia es el eje del mensaje central del filme: la tecnología puede doblar el tiempo, pero los lazos humanos —la familia, la amistad, el primer amor— siguen siendo la brújula.

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Al final, una secuencia muestra a Nora enseñando a adolescentes de 2024 a bailar twist mientras ellos le enseñan la coreografía viral de “La Rebelión”. La escena cristaliza la misión artística de Lucero: trenzar pasado y presente en un solo ritmo contagioso. Para quienes la adoraron primero con hombreras y scrunchies, y para quienes la descubren ahora en Dolby Atmos, Nuestros Tiempos ofrece un raro apretón de manos cinematográfico entre generaciones —prueba de que algunas estrellas orbitan eternamente, iluminando cada época con un resplandor familiar y bienvenido.

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