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La Wilancha de Bolivia: Ritual Ancestral, Llamas Sagradas y Tradición Viva

En la remota comunidad aymara de Tomarapi, a la sombra del imponente nevado Sajama de Bolivia, las familias locales honran a la Pachamama a través de la ceremonia de la Wilancha, un ritual conmovedor de sacrificio de alpacas y llamas que fusiona la reverencia ancestral con la sostenibilidad moderna en el altiplano boliviano.


Honrando a la Pachamama bajo la sombra del Sajama

A más de 4,300 metros sobre el nivel del mar, Tomarapi se sitúa al pie del majestuoso Nevado Sajama, la montaña más alta de Bolivia con 6,542 metros. Allí, entre paisajes áridos y vientos helados, los habitantes aymaras mantienen su sustento criando llamas y alpacas. Estos camélidos, vitales tanto para la alimentación como para la obtención de lana, también tienen un papel central en una de las costumbres ancestrales más sagradas de la región: la ceremonia de la Wilancha.

Realizada principalmente el 1 de agosto—reconocido en Bolivia como el Día de la Pachamama—la Wilancha toma su nombre de una expresión aymara que significa “derramar sangre”. El ritual muestra un vínculo profundo entre las personas y el entorno natural. Durante la ceremonia, se entrega la vida de una llama o alpaca como signo de respeto y gratitud a la Pachamama por sus dones. Las comunidades también pueden programarla en otras fechas, sincronizándola con cosechas, reuniones colectivas o eventos personales importantes.

En Tomarapi y en dos comunidades vecinas, un total de 12 familias comparten los bofedales, humedales andinos de gran altitud que sirven como valiosas zonas de pastoreo para sus rebaños. Esta área forma parte del Parque Nacional Sajama, la primera área protegida de Bolivia, establecida en 1939. Estos humedales proporcionan agua y nutrientes esenciales, permitiendo la supervivencia de los animales en un entorno severo de bajas temperaturas y aire enrarecido.

Cuando se selecciona una alpaca para la Wilancha, se toman medidas cuidadosas para que el animal permanezca tranquilo. En abril, trabajadores del albergue de ecoturismo Tomarapi realizaron el sacrificio usando una alpaca joven y blanca, símbolo de pureza. “Le vendamos los ojos la noche anterior para que estuviera tranquila”, explicó Javier, guardaparque en Tomarapi, a la agencia EFE. Al momento del ritual, el animal permanecía en calma sobre un montículo, frente al coloso Sajama.

Antes del sacrificio, los participantes esparcían azúcar y hojas de coca sobre el lomo de la alpaca mientras recitaban oraciones por abundancia y protección. Pensaban que ofrecer dulzura al animal y a la tierra provocaría buenos sentimientos y mostraría agradecimiento. Javier contó a EFE: “La muerte del animal debe ser rápida y realizada con profundo respeto”. Se realiza un corte rápido en el cuello, dejando que algo de sangre fluya hacia el suelo como ofrenda a la Pachamama.


De la Tradición a la Sostenibilidad Moderna

Antiguamente, el sacrificio concluía con la quema total del animal. Pero en Tomarapi, la práctica ha cambiado. La comunidad conserva el cuerpo del animal y lo consume como alimento. Este cambio refleja un enfoque útil que está en sintonía con la importancia de los recursos renovables en la región. Los alimentos son escasos en estas altitudes, y cada parte del animal sacrificado se convierte en parte de la dieta comunal.

Javier, el guardaparque, señaló que aproximadamente el 80% de los rebaños en la zona son de alpacas y el 20% de llamas. Los camélidos de pelaje blanco son especialmente valorados en los mercados por su lana, que se tiñe fácilmente en colores vivos y es usada para confeccionar textiles vibrantes. Los tejedores tradicionales de las alturas emplean esta lana para elaborar desde prendas y mantas hasta recuerdos artesanales muy buscados por los visitantes del parque.

Si bien la Wilancha sigue siendo central en la vida espiritual, también resalta el delicado equilibrio que los habitantes de Tomarapi logran entre la tradición y la subsistencia económica. Cifras oficiales de Bolivia indican que dentro de sus fronteras viven más de dos millones de llamas, más de 400,000 alpacas y unas 300,000 vicuñas. Esto representa alrededor de 80,000 familias bolivianas que viven de la crianza de camélidos. Este dato refleja cuán importantes son estos animales tanto para la cultura como para la economía del país. Además de proveer carne y fibra, los camélidos también contribuyen al mantenimiento de los ecosistemas: su pastoreo ayuda a conservar los bofedales saludables y biodiversos.

Para los residentes aymaras, cuidar sus rebaños es más que una actividad económica: es una muestra de respeto hacia los dones de la Pachamama. Al preservar ceremonias ancestrales, reconocen su dependencia de la naturaleza, incluso mientras adoptan prácticas modernas selectivas. La Wilancha, entonces, se convierte en un tapiz vivo de fe y pragmatismo, que une pasado y presente alrededor de una reverencia compartida por la tierra.


Uniendo Culturas a Través de la Comida

En abril, la comunidad de Tomarapi celebró la Wilancha con la participación de dos invitados especiales: Sean Sherman, chef Oglala Lakota Sioux de Estados Unidos, y el también chef Lee Garman. Vinieron como parte del Proyecto de Cocinas Indígenas y Nativas, apoyado por la Embajada de EE.UU. y el restaurante boliviano Gustu. Su presencia fue una experiencia de aprendizaje compartido entre culturas, centrada en descubrir y honrar las tradiciones alimentarias de los pueblos originarios.

El chef Sherman, conocido por su misión de “descolonizar” la cocina estadounidense reviviendo tradiciones culinarias indígenas, presenció de primera mano cómo la crianza de camélidos sustenta la supervivencia en el árido altiplano boliviano. “Valoro el respeto que estas comunidades altoandinas bolivianas muestran por la naturaleza y cómo aprovechan cada recurso disponible a esta altitud”, dijo Sherman a EFE. Señaló a la Wilancha como un ejemplo perfecto de un ritual que es al mismo tiempo solemne, espiritual y fundamentado en necesidades nutricionales reales.

Desde una perspectiva culinaria internacional, la carne de llama y alpaca está ganando popularidad. Ambas son magras y ricas en proteínas, cualidades que atraen a chefs gourmet que las ven como opciones más saludables y sostenibles. El contexto cultural profundo que rodea a estas carnes—arraigado en siglos de tradición andina—enriquece aún más la historia que los restaurantes de alta gama desean compartir con comensales exigentes.

Esta fusión entre costumbres antiguas y cocina contemporánea tiene una gran influencia en las conversaciones globales sobre gestión de recursos. A medida que los cultivadores de la región adaptan rituales ancestrales a necesidades actuales, los chefs visitantes convierten estas acciones comunitarias en nuevas propuestas gastronómicas, generando oportunidades para los productos andinos. Personas en todo el mundo valoran tanto el sabor como el significado de cada plato. Este reconocimiento beneficia a los animales locales y refleja el vínculo perdurable de los habitantes con la Pachamama.

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La ceremonia de la Wilancha en Tomarapi sigue siendo el corazón de una creencia viva. La biología se entrelaza con el cumplimiento cultural. El espíritu revela la conexión cuidadosa entre tradición y adaptación. Demuestra cómo una costumbre de siglos evoluciona, sin perder su esencia. Desde las alturas del Sajama, familias, visitantes y cocineros descubren que el sacrificio de una alpaca o una llama significa mucho más que el acto en sí. Es un recordatorio profundo de la responsabilidad perpetua que las personas tienen hacia la tierra que las sostiene.

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