Los fans rugen mientras la cantante colombiana Shakira revive su historia de inmigrante

Shakira encendió el escenario en Nueva Jersey al rendir homenaje a su pasado como inmigrante, celebrando el viaje que comenzó cuando se mudó a Estados Unidos a los diecinueve años. Con himnos conmovedores y visuales impactantes, mostró su resiliencia y éxito global.
El recuerdo de una soñadora de diecinueve años
Hace poco, Shakira se adueñó del escenario en el extenso estadio de Nueva Jersey durante su gira Las mujeres ya no lloran, y fue allí donde recordó su llegada a Estados Unidos como una adolescente colombiana llena de ilusiones. Rememoró el día en que pisó suelo estadounidense, nerviosa pero esperanzada por lo que pudiera venir. Nadie —ni siquiera ella— podía prever que su voz pronto se convertiría en un faro para una nueva generación de talento latino, alentándolos a soñar con la misma fuerza.
Una huelga de trenes inesperada retrasó el concierto, impacientando a los asistentes, pero Shakira convirtió esa frustración colectiva en un momento de unidad. Invitó al público a recordar sus propias experiencias pasadas: las dificultades, los pequeños logros, las motivaciones. Su historia se parecía a la de cada persona allí presente. Reflejaba una mezcla alentadora de culturas y obstáculos, todo lo cual forjó el talento que nutrió su inolvidable espectáculo.
De “Objection (Tango)” a los ritmos modernos del reguetón
En cuanto se encendieron las luces del escenario, Shakira no perdió tiempo en llevar al público por un recorrido de su evolución musical. Presentó Objection (Tango) como la obra de una joven recién llegada al inglés que quería mezclar un pulso latino con el pop-rock convencional. Esa determinación temprana se hizo sentir con claridad, recordando a todos las barreras culturales que tuvo que superar.
Luego, como si activara un interruptor, pasó a canciones con toques de reguetón, como Te felicito y TQG. El ritmo se aceleró, y era imposible no notar la energía imparable que irradiaba desde el escenario. Las pantallas gigantes proyectaban banderas de distintos países latinoamericanos, una colorida representación de las muchas comunidades que la han apoyado a lo largo de los años. Este homenaje dejó claro que Shakira construyó su legado en base a la colaboración. La inclusión fue clave. No se limitó a un solo género.
Abrazar la vulnerabilidad y empoderar a las mujeres
Entre cada ola de música, Shakira se tomó momentos para hablar de los desafíos personales recientes que ha atravesado. Habló de criar a sus hijos sola y de mujeres alrededor del mundo que comienzan de nuevo, ya sea por decisión propia o por necesidad. En lugar de detenerse en los detalles dolorosos, subrayó lo esencial que es el amor propio, especialmente cuando una relación deja de valorar a quien uno es.
Su mensaje de renovación y fortaleza se simbolizó con una imagen virtual de una loba feroz que se transforma en una figura maternal. Las pantallas mostraban a la loba cuidando de sus crías. Luego aparecieron imágenes claras de sus hijos, Milan y Sasha, mientras sonaba suavemente Acróstico en el estadio. En ese instante emotivo, la estrella del pop mostró sus dos grandes roles: es artista y es madre. Ambos requieren entrega constante.
Transformaciones y sorpresas: un espectáculo total
Shakira cambiaba de personaje en el escenario cada pocos minutos, manteniendo al público expectante. Podía bailar sensualmente con un tubo y, segundos después, colgarse una guitarra para revelar sus raíces rockeras. La nostalgia se apoderó del ambiente cuando evocó los días descalzos de Pies Descalzos, recordando al público el espíritu libre que siempre ha sido.
La aparición de Ozuna desató la euforia del público. Su participación demostró que Shakira sabe crear vínculos musicales que cruzan estilos. En esta gira también se presentó junto a Alejandro Sanz y Wyclef Jean, mostrando que su método artístico siempre ha sido inclusivo. Aunque los fans celebraron las colaboraciones, el verdadero poder estelar siguió siendo el suyo, con su voz y carisma desbordando unidad en cada canción y coreografía.
Un final aullante y triunfo en cada nota
Guardando el golpe más fuerte para el final, Shakira interpretó Bzrp Music Sessions, Vol. 53, una canción repleta de letras sin filtros dirigidas claramente a una expareja. La frase “una loba como yo no está pa’ tipos como tú” retumbó en el aire, convirtiendo el grito colectivo del estadio en un himno de autoafirmación. La siguiente canción, She Wolf (o Loba), cobró vida bajo una escultura dramática de una loba que lanzaba rayos láser, aunque la mirada fiera de Shakira era todo lo que el público necesitaba ver.
En esos momentos finales, arrojó al aire una tormenta de billetes falsos, cada uno estampado con su imagen, en una audaz referencia a su ya célebre lema: Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan. Los fans se abalanzaron sobre estos recuerdos voladores, símbolo de un empoderamiento ganado con esfuerzo. Para Shakira, arrojarlos al público fue una forma de honrar todo lo que ha superado: llegar a Estados Unidos con casi nada en los bolsillos, confiando en su talento y su fuerza para abrirse camino.
Cuando sonaron las últimas notas, quedó claro que su historia no se trata solo de subir en las listas musicales. Involucra esfuerzo continuo, autenticidad y la creación de posibilidades para quienes vienen después. El público aplaudió al verla partir. El evento fue una celebración compartida. Su origen como inmigrante, su compromiso con la expresión creativa y su defensa del progreso de las mujeres son más grandes que cualquier escenario que pueda ocupar.
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La noche terminó en una ráfaga de emoción, orgullo cultural y expresión sin miedo—un testimonio inconfundible de su herencia colombiana y del camino migrante que dio forma a su arte. Cada nota que cantó recordó a todos los presentes que los sueños, si se cuidan, realmente pueden crecer hasta volverse algo magnífico cuando el mundo finalmente escucha tu voz.