Una tortillería que se negó a desaparecer: el alma hispana del Barrio Anita en Tucson
En el Barrio Anita de Tucson, una pequeña tienda construida en 1936 aún huele a harina tibia, memoria y desafío. Anita’s Street Market, una tortillería familiar, ha sobrevivido a pandemias, al aumento de las rentas y al paso del tiempo. Ahora ha sido nombrada uno de los “Lugares Históricos Latinos en Peligro” de Estados Unidos, y ese reconocimiento podría ser justamente lo que la salve.
Una tiendita que alimentó a un vecindario y a una historia
Antes de que el sol se eleve sobre el horizonte sonorense, el sonido de un comal chispeante resuena por la calle Anita. Es un ritual más antiguo que la memoria: la elaboración de tortillas de harina, suaves como nubes y lo bastante grandes como para envolver las historias de generaciones. Las casas de adobe que rodean el mercado laten al ritmo de ese sonido. Las mismas paredes que alguna vez almacenaron productos de comerciantes chinos ahora huelen a carne asada sonorense y a chiles chiltepines asados.
“Para mí fue una gran sorpresa y, sobre todo, una bendición que se reconociera el trabajo de tantos años—especialmente el de mis abuelos”, dijo la propietaria Grace Soto a EFE tras enterarse de que la tienda de su familia había sido añadida a la lista nacional de Lugares Históricos Latinos en Peligro. “Somos uno de los últimos negocios originales operados por la misma familia en Arizona”, añadió, con una voz orgullosa y cansada.
Los rostros de sus abuelos aún observan desde las fotos descoloridas en la pared—Grace y Mario Soto, quienes convirtieron este pequeño edificio en un santuario vecinal en la década de 1980. En el Barrio Anita, donde casi el setenta por ciento de los residentes se identifican como hispanos, Anita’s Street Market no es solo un restaurante. Es un corazón que se niega a dejar de latir.
Elegido para una lista de peligro, sostenido por su comunidad
La lista de “lugares en peligro” fue creada por Latinos in Heritage Conservation (LHC), un grupo nacional que destaca los sitios culturales y arquitectónicos que encarnan la identidad hispana pero enfrentan amenazas reales: deterioro, gentrificación o abandono. Anita’s Street Market ahora figura entre una docena de lugares así, desde la Iglesia del Sagrado Corazón en Texas hasta los Murales de la Calle 24 en San Francisco.
El reconocimiento, en este caso, vino acompañado de rescate. El National Trust for Historic Preservation otorgó al mercado un subsidio de 50,000 dólares para estabilizar su estructura antigua y restaurar el mural de su fachada—donde la cúpula blanca de la Misión San Xavier del Bac brilla como una promesa de resistencia.
“Estos dos reconocimientos han sido una verdadera bendición”, dijo Soto a EFE. “Anita’s Street Market no va a desaparecer sin luchar.”
Ella no se llama a sí misma la dueña. Se llama la guardiana. “Anita’s pertenece a este vecindario”, afirmó. “Aquí están sus raíces—nuestras raíces.”
La guardiana de las tortillas y la memoria
Su papel de guardiana es más que simbólico. Cada mañana, Soto amasa la masa con sus propias manos—sobaqueras, las tortillas enormes y delgadas típicas de Sonora, tan grandes que cuelgan del brazo y parecen respirar mientras aún están calientes. Los turistas vienen por la leyenda; los vecinos, por la familiaridad.
“Estamos recibiendo muchos nuevos clientes que quieren conocernos”, contó a EFE, sonriendo con el cansancio que solo los dueños de pequeños negocios conocen. Pero incluso con nuevas caras, el peso del viejo edificio sigue presente—techos con goteras, cableado obsoleto, paredes de adobe que se desmoronan.
Cuando la abuela de Soto murió de COVID-19 en 2020, Grace heredó más que una tienda; heredó un legado de cuidado. “Desde muy pequeña vi su amor por el negocio y, sobre todo, su cariño por esta comunidad y nuestro barrio”, recordó. Cada tortilla que amasa lleva ese dolor y gratitud, extendidos tan finos como el aliento.
Algunas mañanas, jura que aún puede oír a su abuela tarareando en la cocina, como si el pasado nunca se hubiera ido.

Preservar algo más que una fachada
Salvar Anita’s Street Market es salvar una forma de vida. La supervivencia del mercado ayudó a que Tucson obtuviera en 2015 el título de la primera Ciudad de la Gastronomía de la UNESCO en Estados Unidos, no por su alta cocina, sino por tradiciones como esta—las parrilladas en los patios, los molcajetes que muelen chiltepín, las mujeres que miden la harina “al tanteo”, no por taza.
Cuando LHC enumera lugares en peligro, documenta historia viva: las tienditas que daban crédito cuando los bancos no lo hacían, los murales que convirtieron paredes en libros de historia. Estos mercados mantuvieron viva la lengua y las recetas a través de generaciones de exilio y retorno.
Anita’s se encuentra en la encrucijada de las historias entrelazadas de Tucson—mexicana, china, indígena y estadounidense. Su peligro es tangible: infraestructura envejecida, costos crecientes, la fragilidad de la sucesión familiar. Pero su riesgo más profundo es el del borrado cultural—la muerte silenciosa que llega cuando un letrero de neón se apaga y nadie recuerda lo que significaba.
Mantener las puertas abiertas ahora depende de algo más que la nostalgia. El foco de LHC trae visibilidad. La subvención repara ladrillos y pintura. La comunidad aporta energía. Y Grace Soto sigue aportando fe. “Este negocio es parte de nosotros, de nuestra historia como familia y como comunidad”, dijo a EFE.
Esa convicción se entreteje en cada acto de preservación: reparar una pared, enseñar a una sobrina a amasar, recibir a un desconocido con comida y memoria. El mural restaurado les dice a los visitantes que el patrimonio puede cuidarse como un jardín. Las tortillas les recuerdan que el patrimonio también puede comerse mientras aún está caliente.
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En Tucson, la preservación comienza con harina y agua, un rodillo de madera y unas manos que se niegan a olvidar. Anita’s Street Market puede ser pequeño, pero en cada círculo de masa guarda la historia de un vecindario—y la terca esperanza de que la memoria, cuando se alimenta, nunca muere.



