Cuatro plazas de mercado para visitar en Latinoamérica
Estos cuatro mercados tienen dos cosas en común: reflejan la cotidianidad de todo un pueblo y son lugares que usted debe visitar
El renacer de las plazas de mercado en nuestra época viene de la mano, sin duda, de una curiosidad por lo autóctono, de un interés por aquello que nos constituye como hijos de un territorio. Pasear por una plaza de mercado, comer en sus puestos, comprar las viandas que allí se ofrecen o dejarse asesorar por sus mismos productores, nos devuelve a esas tradiciones que nos formaron por medio del sabor. Este es uno de los sentidos más arraigados al recuerdo, a los sentimientos y a la memoria histórica. Una pequeña lista de mercados en Latinoamérica que usted debería conocer.
Mercado central de San Pedro. Cusco, Perú.
Colorido, animado y lleno de olores y sabores es uno de los destinos que no puede dejar de visitar si est á en Cusco y le interesa la gastronomía. Ubicado muy cerca de la Plaza de armas, es el mejor lugar para entender cómo funciona la vida cotidiana de los cusqueños.
El mercado central de San Pedro ofrece a sus visitantes puestos de comida en los cuales disfrutar desde el tradicional ceviche en su leche de tigre con canchita hasta un caldo de cabeza de cordero. La zona exclusiva de los zumos hace las delicias de los amantes de las bebidas de fruta, que bien podrán ser combinados con un delicioso amasijo de medio kilo llamado pan Chuta o de Hurcca.
En sus pasillos se encuentran verduras y tubérculos, cortes de carne poco usuales, lácteos y diversos tipos de maíz. También hay productos exóticos traídos desde el Amazonas, las pócimas para la salud como el aceite de serpiente y el extracto de rana, la sangre de grado y otras savias, tinturas y hierbas poderosas para combatir enfermedades. Los visitantes encontraran allí el mate de coca, un excelente remedio para el mal de altura, el chocolate de fabricación artesanal, las flores de todas las tonalidades, las telas y los adornos típicos.
Más allá de todo lo anterior, una de las experiencias más gratificantes de visitar San Pedro es tener el placer de escuchar el idioma quechua en su más rica expresión, y observar las tradiciones de los habitantes de las provincias en sus coloridos ropajes y mantas. Sin duda toda una aventura para los sentidos.
Mercados de Xochimilco. México D.F, México.
Al sur de la capital mexicana se encuentra la delegación de Xochimilco, hogar de las chinanpas y, por tanto, de algunos de los mercados más representativos de la cultura manita. Más conocida por sus tradicionales trajineras que tanto atraen a los turistas y en cuya superficie es posible recorrer sus canales, esta zona, con sus lagos y sus montañas, forma parte de la mayor reserva natural del distrito federal.
Su característico paisaje e historia agrícola, que se remonta a épocas prehispánicas, dio origen a una serie de mercados en los cuales es posible encontrar todo tipo de productos. Mercados de flores y plantas, de frutas y verduras y de comidas.
Visitar los mercados de las flores, entre los cuales destaca el de Las Nativitas conocido como el Madre Selva, es encontrarse con especies desconocidas y plantas autóctonas, apreciar incontables tipos de cactus, suculentas y orquídeas cultivadas en la región.
Otro imperdible es el mercado central, bautizado Xochimilco Centro, y construido a partir de pequeñas islas que lo dividen por gremios. En un lado, se encuentra la verdura fresca -entre las que destacan los nopalitos y las mazorcas-, vendida por los mismos productores de las chinanpas cercanas. En el otro lado, destacan los disfraces, artesanías y los utensilios de cocina.
Para comer está el mercado de comidas, donde siempre hay algo para calmar el apetito y poner a gozar al paladar: atoles de diversos sabores, tamales típicos de todos los sabores incluyendo el de frijol, champurrado, quesadillas de flor de calabaza, chicharrón, hongos, huitlacoche, pambazos, pozole, tlacoyos, sopes, tacos de barbacoa, carnitas y otras preparaciones típicamente mexicanas propias de la región xochimilca y, ante todo increíblemente frescas.
Mercado Central. Santiago de Chile, Chile.
Piures, locos, picorocos o jaibas, almejas y mejillones extra grandes, congrios, corvinas, lenguados, merluzas, pejerreyes, róbalos y atunes son tan solo algunas de las delicias que es posible encontrar en la plaza especializada en pescados y mariscos de Santiago de Chile, bautizada Mercado Central.
Construida al borde de la ribera sur del río Mapocho, la edificación, conocida tanto por turistas como por locales, es en sí misma todo un monumento que vale la pena visitar. La plaza fue inaugurada en 1872 y declarada Monumento Histórico de Chile. La edificación se caracteriza por su estructura metálica de diseño neoclásico fabricada en Inglaterra y está engalanada por las figuras de dos mujeres que representan la agricultura y la paz.
Hoy en día, el mercado es propiedad de sus locatarios y alberga todo tipo de locales de comercio de víveres, artesanías, vinos y diversos servicios entre los que se destacan las agencias de viajes que venden planes por el territorio chileno.
Tal vez lo más prominente de este mercado son sus marisquerías y restaurantes que ofrecen productos siempre frescos provenientes del mar Pacífico. Para escoger entre la gran variedad de opciones que hay en del mercado es importante tener en cuenta que las más cercanas a la fuente central son las más costosas y visitadas por los turistas. Sin embargo, en los pasillos es posible encontrar un surtido de locales más pequeños y económicos pero igualmente apetitosos.
Destacan por sus delicias el Restaurant Don Augusto y a La Joya del Pacífico. Entre las preparaciones más populares que es posible probar están la paila marina, el congrio frito, el pastel de jaibas y la centolla. Para aquellos poco interesados en los mariscos, las empanadas de Emporio Zunino son unas de las mejores del país.
Mercado de los martes de Silvia, Cauca. Silvia, Colombia.
Ubicada entre las montañas del nororiente de Cauca se encuentra una región que destaca por su inigualable verdor, producto de un clima bastante frio y muchos años de actividad volcánica. En estas tierras especialmente fértiles tienen sus asentamientos varias etnias indígenas, cuyos miembros se dirigen todos los martes hacia la construcción donde funciona la plaza del antiguo pueblo de Silvia. Es allí donde, desde las casi dos de la mañana, tiene lugar uno de las tradiciones más representativas de la zona: el mercado de Silvia. Este mercado es el lugar de encuentro, comercio y socialización por excelencia de pueblos como el misak, el ámbalo, el quizgueño y el nasa, motores de la economía local que se mide en términos agrícolas.
Una de las cosas que hace especial al mercado de los martes en Silvia es su colorido, que deriva no solo de los productos allí ofrecidos, sino también de las vestimentas tradicionales de los misak, quienes se dan cita semanal allí para vender productos de tierra fría como la papa, la cebolla y los ullucos y así poder adquirir alimentos de las tierras más cálidas. Son sus tradicionales faldas y ruanas azules, y sus sombreros negros los que dan un aspecto especial a la escena que allí se vive; una a través de la cual, además, es posible experimentar de primera mano la hermosa riqueza lingüística de la región.
Gastronómicamente el mercado de Silvia es extraordinario. Mientras se camina por sus pasillos es posible dar rienda suelta al antojo y calmarlo bien sea con frutas como el mango, la piña, la guayaba criolla y el chontaduro o con preparaciones tradicionales como los tamales de pipián, las carantantas de maíz, la aguadepanela con queso preparado por los indígenas de Pitayó y el refrescante guarapo de caña.
Otros productos que vale la pena mencionar son los tejidos típicos de la zona: mochilas, ponchos y mantas hechas con lana por las mujeres, que exhiben hermosos colores y figuras. A eso de la media tarde los indígenas, que vinieron al pueblo en coloridos transportes, empiezan a desmontar sus puestos y a reorganizar para la venta los últimos productos que les quedan. Muchos de los extranjeros aprovechan para probar las últimas preparaciones que no se atrevieron a degustar más temprano, algunos incluso se aventuran a tomar fotografías. Los indígenas no son muy amigos de los retratos hechos con cámara por lo que es recomendable pedir permiso previamente.
Latin American Post | Isabel Pradilla S.
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