Colombia merece liderazgo y soluciones, no las disputas públicas de Petro
La reciente declaración del presidente colombiano Gustavo Petro sobre su enfrentamiento con el presidente argentino Javier Milei en la Cumbre del G20 plantea interrogantes sobre el liderazgo. Petro corre el riesgo de reducir el discurso crítico a un espectáculo improductivo al priorizar las disputas sobre las soluciones.
El liderazgo trata de soluciones, no de chismes
Cuando el presidente colombiano Gustavo Petro se dirigió a una audiencia oficial para relatar su enfrentamiento verbal con Javier Milei de Argentina en la Cumbre del G20, era difícil no preguntarse: ¿dónde estaban las soluciones? En lugar de enfocarse en resultados significativos o políticas concretas, Petro centró su narrativa en un desacuerdo, uno que supuestamente fue censurado por la delegación argentina.
El argumento surgió, al parecer, por diferencias de creencias. Petro defendió el trabajo conjunto como clave del progreso humano, mientras Milei apostaba por el esfuerzo individual y la competencia. Petro describió este debate como un conflicto entre ideas antiguas y nuevas, presentándose a sí mismo como el defensor de la unidad mundial.
El liderazgo implica resolver problemas, no solo discutir o exhibir victorias morales. Al destacar este desacuerdo, Petro podría desviar la atención de los problemas esenciales de ambos países. Sus palabras pueden entusiasmar a sus seguidores, pero también podrían transformar el liderazgo en un espectáculo de quejas en lugar de proporcionar respuestas.
El peligro del drama politizado
Estos argumentos, que a menudo se convierten en dramas públicos, ponen en riesgo la relación diplomática entre ambos países. Petro y Milei suelen enfrentarse. A veces discrepan sobre creencias, y otras, simplemente se insultan. La gente nota sus frecuentes choques. A principios de este año, Petro respondió a las provocaciones de Milei expulsando a diplomáticos argentinos en un acto de enojo. Sin embargo, semanas después, cambió de opinión. Estas disputas probablemente no beneficien a ninguno de los dos países. Los avances han sido mínimos.
Si bien hacer públicos estos desacuerdos puede energizar a las bases políticas, corre el riesgo de trivializar las responsabilidades de gobernar. Los líderes son elegidos para abordar problemas reales: la desigualdad económica, el cambio climático, la seguridad pública; no para ventilar agravios personales o enfrentamientos ideológicos en escenarios globales.
La Cumbre del G20 fue una oportunidad para que Petro mostrara las prioridades de Colombia. Podría haber utilizado esta plataforma para promover políticas concretas y fomentar la colaboración, demostrando así un liderazgo efectivo. En cambio, optó por centrarse en un desacuerdo con Milei, desviando la atención de los temas importantes que podrían haberse abordado.
Una oportunidad perdida para la unidad
Los temas que Petro afirmó defender en el G20—la cooperación y el progreso colectivo—son fundamentales en el mundo interconectado de hoy. Sin embargo, inició su discurso centrándose en sus desacuerdos con Milei, debilitando el mensaje de trabajo conjunto que buscaba transmitir.
Los líderes deben superar las disputas personales y políticas. Imagina un escenario distinto si Petro hubiera regresado del G20 con resultados claros: un plan compartido para la resiliencia climática, un acuerdo comercial regional o un renovado compromiso con el diálogo en las Américas. En cambio, el foco estuvo en un desacuerdo envuelto en acusaciones de censura de videos, lo que desvió la atención del progreso real que se podría haber logrado.
Un llamado a la madurez en el liderazgo
El enfoque de Petro refleja una tendencia común en la política actual: los líderes a menudo se preocupan más por las apariencias que por el trabajo real. Esta obsesión infantil con los enfrentamientos en lugar de las soluciones debilita la seriedad del rol político, transformando temas importantes en simples chismes.
Colombia y Argentina enfrentan problemas reales que requieren atención. Petro tuvo en el G20 una oportunidad para discutir cuestiones económicas, la inestabilidad regional o cómo las políticas globales impactan a América Latina. Sin embargo, la narrativa se convirtió en un enfrentamiento, generando más drama innecesario.
Los verdaderos líderes trascienden estas trivialidades. Encuentran respuestas, trabajan en equipo y generan resultados. El objetivo debe ser brindar ayuda real a las personas. Resaltar desacuerdos puede captar titulares, pero aporta poco a la solución de los problemas.
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Petro corre el riesgo de alejar a quienes confían en su guía al centrarse en disputas en lugar de ideas concretas. El pueblo de Colombia no necesita un líder que anuncie peleas, sino uno que anuncie soluciones.