En América Latina no hay industria del teatro
Una semana después de los premios más importantes del teatro en Estados Unidos, me pregunto: ¿por qué no existe un equivalente a los Tony en ninguna ciudad latinoamericana?
Siempre me ha gustado el teatro. Desde los edificios, con sus sillas cómodas, sus luces, y la gran cortina roja, hasta los libretos y los vestuarios, el teatro es una de las formas culturales que más me llenan de felicidad. Los actores se ven más altos. La escenografía es mágica.
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Londres y Nueva York son las capitales del teatro en el mundo. No hay nada como ir a Manhattan por primera vez y ver con los propios ojos que hay toda una calle dedicada únicamente al teatro: las opciones parecen infinitas, en comparación con lo que hay en Bogotá. Incluso es difícil conseguir entradas, hay que comprarlas con meses de anticipación y es raro ver sillas vacías. En América Latina, una industria de ese calibre solo existe en Buenos Aires, donde actores privados invierten en importar y traducir las producciones más populares de Broadway como no ocurre en ninguna otra ciudad latinoamericana.
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En los gobiernos latinoamericanos, la cultura suele estar en la parte baja de la lista de prioridades. Como informan la CEPAL y la OEI en su libro “Cultura y desarrollo económico en Iberoamérica”, “(…) la institucionalidad cultural se encuentra aún en desarrollo. Asimismo, y de manera preliminar, se puede hablar de que el proceso de formulación de políticas culturales en los países de América Latina está también en pleno desarrollo”; este informe es del 2014. Aunque las políticas culturales hayan mejorado en algunos casos, en la mayoría del continente el enfoque no está en promover las artes.
Si los gobiernos no se preocupan por la cultura, parecería que los ciudadanos tampoco. La oferta teatral, como la de cualquier otro producto, depende de la demanda. Una compañía de teatro independiente rara vez puede costearse una temporada de más de un mes en un teatro de 500 sillas o más, porque, en una ciudad como Bogotá, no hay garantía de vender todas las entradas para todas las funciones. Esto significa que no habría cómo pagar el arriendo del teatro, los sueldos de todas las personas involucradas en la producción, y todo lo que se necesita para producir una obra de teatro: utilería, escenografía, vestuarios, diseño de luces y sonido, etc.
Además, la oferta es realmente restringida. En Colombia, los teatros suelen tener ofertas de stand up comedy. El único momento cuando realmente hay diversidad es durante el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, que se celebra cada dos años. El FITB ha sufrido por problemas de deudas y de crisis mediática, que han rodeado de incertidumbre lo que antes fue uno de los eventos teatrales más prestigiosos del continente.
En ciudades como la capital colombiana no hay unos premios como los Tony porque no habría qué premiar. El problema viene desde los gobiernos, que no impulsan la producción del teatro, pero también desde las audiencias, una porción muy reducida de la sociedad.
Latin American Post | Laura Rocha Rueda