Medio ambiente

La reactivación económica postpandemia amenaza el medio ambiente

A pesar de las pretensiones de una reactivación económica sostenible tras la pandemia de la COVID-19, seguimos acercándonos a un punto que no tiene vuelta atrás

Maqunaria industrial

Distintas organizaciones medio ambientales alrededor del mundo previeron el riesgo que podría significar la reactivación económica para el medio ambiente. Foto: Unsplash

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

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En algún momento creímos que la pandemia de la COVID-19 dejaría algo bueno para el medio ambiente. Con las cuarentenas estrictas alrededor del mundo las ciudades más grandes pararon y no hubo más remedio que quedarse en casa, para así dar paso a que el aire se limpiara, la contaminación por vehículos tanto terrestres como aéreos bajara y los ecosistemas tuvieran una oportunidad para regenerarse. Pero los cuatro meses de cuarentenas estrictas no fueron suficientes, y a pesar de que, según datos Del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones de gases de efecto invernadero bajaron, la vuelta a la cotidianidad implicó un riesgo aún mayor y acelerado para el medio ambiente. 

Una reactivación sostenible

Distintas organizaciones medio ambientales alrededor del mundo previeron el riesgo que podría significar la reactivación económica para el medio ambiente. Con esto en mente, y alineándose a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, se instó a los líderes de los países de todo el mundo y a la comunidad internacional a generar una reactivación sostenible basada en una economía circular. Pero como reza el refrán, "del dicho al hecho hay mucho trecho". 

Si bien en la segunda mitad del 2020 no se dejaba de hablar de las oportunidades que se tenían con esta reactivación económica y con la post pandemia, fueron muy pocas las que realmente se tomaron. Hablar de una reactivación económica es prácticamente imposible si nos sentamos por un momento a revisar qué tan viable es que los países cambien en menos de un año sus sistemas económicos que históricamente han utilizado y agotado recursos naturales para ahora regenerar ecosistemas y reducir su huella de carbono.

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Las acciones se puede poner en papel, pero si algo hemos aprendido de, por ejemplo, el Acuerdo de París, es que por más que una acción esté escrita en un papel y firmada por cientos de líderes de países, esa acción nunca tomará forma si no se lleva a la práctica. El problema es que, para esto, hay que pasar por procesos burocráticos que son lentos y torpes. Era más que evidente que no alcanzaríamos la tan anhelada reactivación económica sostenible. 

¿Cuál es el peligro de la reactivación económica?

Hablar de peligro es un poco ingenuo, pues "peligro" implica que hay una posibilidad de que suceda algo malo. Actualmente estamos en el punto en donde más que peligro, estamos viviendo las consecuencias de un medio ambiente poco saludable. Pero si vamos a hablar en términos prácticos, básicamente lo que sucede es que la reactivación implica una aceleración de procesos industriales para recuperar el tiempo y las ganancias que se perdieron durante las cuarentenas que pararon toda actividad durante gran parte de 2020. 

Así que, si bien vimos una reducción de gases de efecto invernadero y una menor contaminación del aire en 2020 porque literalmente no había nadie en las calles, la contaminación de los desechos hospitalarios que ha dejado a su paso la COVID-19 es impresionante. Asimismo, en orden de recuperar eso que se perdió el año pasado, las industrias han acelerado sus procesos, y los números y cifras para finales de 2021 se ven poco prometedores para el medio ambiente. 

Para abril de 2021 el Banco Mundial publicó un informe en donde aseguraba que tan solo el 18% de los planes de reactivación económica de los países se podía considerar verde. Ahora, en julio del mismo año vemos que ese porcentaje puesto en papel es mucho menor en la práctica. Las promesas se hacen, pero la financiación para programas que protejan el medio ambiente se reduce, como pasó, por ejemplo, con las propuestas para hacerle frente al cambio climático de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, que a inicio de año estaban dando mucho de que hablar. 

El desafío al que nos enfrentamos

La comunidad internacional tiene un reto claro: evidenciar en práctica eso que está escrito en papel. Para ello, las acciones que se lleven desde lo micro a lo macro son sumamente importantes. Hay un claro enfoque que abordar: el consumo. Un consumo más responsable, más limpio y que tenga en cuenta todos los eslabones de la cadena de producción, presionará a las grandes industrias a repensar su producción. Asimismo, los gobiernos tienen el deber de crear medidas que pongan en jaque a industrias que afecten directa e indirectamente la salud de los ecosistemas y en consecuencia la salud humana. 

Básicamente nos enfrentamos a evitar una segunda pandemia, a evitar una caída económica que se dé directamente por catástrofes naturales, catástrofes que nosotros mismos hemos producido. Nos enfrentamos a poner en práctica una mirada humana sobre el lugar que habitamos, a ser consciente del otro y no actuar bajo los placeres individuales. Crear espacios de diálogo en lo que podamos tratar estos temas, y llevar esos diálogos a acciones claras y certeras, es la esperanza más grande que tenemos ahora. 

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