ANÁLISISMedio ambiente

Opinión: El fracaso del Acuerdo de Paris solo anuncia el fracaso de los acuerdos medioambientales

 Los acuerdos medioambientales no tienen sentido ni futuro si no abordan el problema que supone la industria ganadera para el medio ambiente. 

Ganado tras una reja

¿Por qué el Acuerdo de París no tiene en cuenta el daño que hace la industria ganadera? Foto: Pixabay, LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

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Read in english: Opinion: The Failure of the Paris Agreement Predicts the Failure of the other Treaties

Recientemente la Agencia Internacional de la Energía (AIE) anunció que, para 2023, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzarán un récord. Esto sucedería por el fracaso de la recuperación ecológica, una medida en la últimas décadas que ha sido entorpecida por los malabares que hacen gobiernos y empresas para evitar cambiar legislaciones y procesos de producción. Asimismo, el alcance récord significa el fracaso del Acuerdo de París, entorpecido a su vez por la falta de compromiso de los países firmantes y la lentitud con la que se han puesto en práctica los puntos que supuestamente evitarían un aumento de la temperatura global para mediados de siglo. 

El fracaso del Acuerdo de París

Desde su creación en 2015, el Acuerdo de París ha tenido que sortear bache tras bache. La lentitud para que los países se unieran y firmara, la lentitud de las negociaciones y la salida de Estados Unidos del Acuerdo en 2017 han sido solo algunos de los más problemáticos. Pero sin duda alguna, el mayor obstáculo ha sido la COVID-19. El Acuerdo entró en vigor en 2020, año en el que también iniciaron las cuarentenas por la pandemia del Coronavirus.

Esto implicó dos cosas. Primero, la preocupación global se centró en el virus y sus consecuencias, dejando en un plano muy alejado la importancia de la implementación del Acuerdo. Segundo, las cuarentenas significaron una reducción en las emisiones globales, haciendo creer a unos cuantos que la restauración ecológica sería alcanzada con más facilidad; una falsa luz de esperanza, pues las cuarentenas también significaron una caída en la economía global, y a su vez la recuperación económica se llevo por encima a la ecológica. La reactivación terminó de firmar la sentencia del medio ambiente. 

Lea también: La reactivación económica postpandemia amenaza el medio ambiente

Sin embargo, a finales de 2020 y con la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, se vio una luz de esperanza, pues el nuevo presidente hizo que la potencia mundial (uno de los países que más genera emisiones) reingresara al Acuerdo. Asimismo, en su agenda, el medio ambiente y la reducción de emisiones era una prioridad. En papel lo vimos, pero en la vida real nos hemos encontrado con la reducción en la financiación de proyectos medio ambientales y, de nuevo, con un proceso lento y torpe para hacer realidad esto. 

Pero todavía hay que tratar un punto importante: ni en el Acuerdo de París, ni en los planes nacionales de acción climática, que se supone deben implementar cada uno de los países firmantes, se tiene en cuenta la indutria alimenticia

La ganadería sigue siendo intocable

Los pasos que se han dado desde que se reconocen la crisis medio ambientales son muy grandes. Pasar de ignorar el cambio climático a que hoy en día sea una de las preocupaciones más recurrentes tanto en la comunidad civil como en los entes nacionales es muy importante. Asimismo, no podemos ignorar el hecho de que los acuerdos medioambientales que se están realizando poco a poco al rededor del mundo son un primer paso muy importante

Pero, así como hace décadas la industria petrolera era intocable, hoy lo sigue siendo la industria ganadera. Además, no nos hagamos los de la vista gorda. Si bien hoy en día la industria petrolera es señalada con el dedo índice, por detrás sigue jugando para salirse con la suya. Por su parte, la industria ganadera tiene un lugar de privilegio, pues la comunidad civil se sentirá indignada si se meten con su dieta que, de hecho, genera la gran mayoría de las emisiones globales.

Y ese precisamente es el problema, que la industria ganadera ha sido intocable por décadas porque el consumidor ama demasiado el sabor a la carne, y su placer instantáneo vale mucho más que parar por un momento a pensar de dónde viene ese pedazo de carne y qué implica para comunidades enteras, para el futuro de la humanidad y para el planeta. 

El hecho de que estos acuerdos medio ambientales traten todos los temas y todas las aristas del problema, pero que pasen por alto la alimentación global, demuestra que su fracaso no solo se da por entorpecimiento y la lentitud que estos implican por mera burocracia, sino también porque la comunidad civil. El individuo, poco o nada se interesa por generar un cambio que vaya más allá de su placer personal. 

Es necesario que la ganadería sea abordada, es necesario crear pedagogía que explique por qué un pedazo de carne en una hamburguesa consume muchísima más agua, causa el 41% de la deforestación mundial, y produce el 14.5% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales. Claro, pasamos a hablar de decisiones individuales, pero esas decisiones individuales, afectan y ponen en riesgo literalmente la vida de cientos de especies, incluyendo la humana. Quienes son afectados directamente hoy en día, son las comunidades menos privilegiadas, los grupos indígenas que pierden su hogar por deforestación para crear terreno ganadero, los pequeños pueblos que, irónicamente, no tienen qué comer. Pero en un futuro, cuando todos los acuerdos medioambientales hayan fallado en su intento de salvar lo poco que nos queda, la industria ganadera no nos dará de comer tampoco. 

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