Opinión: Así es el fracaso de la COP26
Doce días después de que se haya iniciado, se ha demostrado el fracaso de la COP26, dejando un panorama desalentador sobre el futuro del cambio climático.
Esta es un pasarela de palabras vacías y acciones que nunca se llevan a cabo. Foto: Agora
LatinAmerican Post | Vanesa López Romero
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Mientras que esperábamos con ansias la que sería la cumbre que definiría el qué hacer gubernamental sobre el cambio climático durante los próximos 9 años, nos encontramos con distintos altibajos. Y hoy, a 12 días de que haya iniciado, vemos el fracaso de la COP26. ¿Por qué? Bueno, comencemos por hablar de la hipocresía detrás de este evento organizado por la Naciones Unidas.
Un hipocresía tras otra
Antes de que se comenzara, más de la mitad de los países firmantes del Acuerdo de París no habían cumplido con tener un plan climático para contener el calentamiento global en 1.5° centígrados por encima de los niveles preindustriales, acuerdo al que habían llegado en 2015. Asimismo, las reuniones previas a la Cumbre estuvieron cundidas de personas asociadas a la industria de combustibles fósiles, la misma que es responsable por una gran cantidad de gases de efecto invernadero (GEI), como parte de delegaciones de varios países. Es más, durante la COP26, hubo más delegados asociados a esta industria que de cualquier país.
Basta con ver cómo aterrizaron en Glasgow los líderes y delegados de los distintos países a la Cumbre. Alrededor de 400 aviones privados y un aumento del 525% del tráfico de aviones en el aeropuerto de la ciudad escocesa respecto a los días anteriores. Los cálculos indican que esto puede generar hasta 7.2 tonelada de CO2, y mientras tanto, en la Cumbre, la boca se les llena de discursos vacíos sobre las acciones necesarias y los sacrificios que como especie debemos hacer para frenar las emisiones de CO2. ¿Por qué no sacrificar el derroche, los egos, y un vuelo privado para cambiarlo por vuelos comerciales?
¿Un caso más cercano? Iván Duque, presidente de Colombia, quien hace poco recibió un premio ambiental y quien durante la COP26 fue alabado por su "interés" por la conservación y el medio ambiente, es el mismo presidente del país en donde más mueren líderes ambientales y en donde se ha entorpecido una y otra vez la entrada al Acuerdo de Escazú, que busca proteger territorios naturales y a líderes ambientales.
Un descontento a nivel masivo
Mientras millonarios como Jeff Bezos cumplían con su cuota y con su necesidad filantrópica de donar millones de dólares a presidentes latinoamericanos (entre los que por supuesto se encontraba el ya mencionado Duque) para aumentar áreas naturales protegidas, del otro lado de las puertas cientos de personas protestaban por la hipocresía que representa una cumbre que celebra las acciones mínimas de hombres ricos y blancos hablando y dejando todo por escrito sin garantías de absolutamente nada.
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Estas manifestaciones que se llevan a cabo en distintos lugares del mundo demuestran que hay un descontento con la manera en la que se está vendiendo la acción climática. Vamos seis años de los Acuerdos de París, seis años en los que no se ha llegado a nada, en los que escuchamos una y otra vez que nuestro planeta está en peligro, que hay alertas rojas, que queda poco tiempo para el 2030, seis años en los que cada uno de estos nos acercamos al límite para sobrepasar la temperatura global.
La ONU se indigna porque los países no cumplen. Los países se indignan porque las empresas no cumplen. Las empresas se indignan porque no son escuchadas. Y mientras tanto, millones de personas, miles de comunidades vulnerables, están viviendo los estragos del cambio climático, están siendo masacradas por el hecho de querer proteger el lugar en el que viven, y no están siendo escuchadas. En difinitiva, no se les está cumpliendo con la verborrea que se lanza en Cumbres costosas, derrochadoras, que solo llena el ego de quienes se creen los salvadores del mundo por tener en sus manos el orden y los intereses económicos mundiales.
El lobby mancha a la ONU, a los dirigentes políticos. Las empresas sí están siendo escuchadas porque se sigue jugando bajo sus reglas. ¿Y entonces, en quién confiamos? Lo más probables es que una vez se acabe la COP26, nuestros dirigentes se llenen de aplausos, se alaben y se feliciten por ser tan conscientes, tan buenos, tan entendidos sobre los problemas ambientales, vuelvan a casa y olviden, por otros seis años, cumplir con por lo menos hacer planes que no se queden en palabras vacías.