Medio ambiente

¿Qué son los bonos de carbono y por qué son tan criticados en todo el mundo?

Mientras que estas herramientas ambientales son vistas por algunos como una forma de contrarrestar el cambio climático, otros aseguran que son una estrategia de las empresas para saltarse su responsabilidad con el medioambiente.

Monedas sobre una superficie con unas plantas sobre ellas

Foto: Freepik

LatinAmerican Post | Christopher Ramírez

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Read in english: What Are Carbon Bonds and Why Are They So Criticized?

El pasado 20 de mayo se conocieron dos grandes noticias en relación con los mercados de carbono en Latinoamérica. El primero fue un plan gestado por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), el cual pretende crear un mercado del carbono en la región, que ofrezca “una oportunidad histórica para que la región se consolide como un actor imprescindible en la agenda de mitigación de emisiones de carbono, gracias a su capacidad única para ofrecer soluciones climáticas basadas en la naturaleza, como la conservación y restauración de bosques o la agricultura regenerativa”.

Para lograr esta meta, la CAF liderará la Iniciativa Latinoamericana y del Caribe para el Desarrollo del Mercado de Carbono (ILACC), con la que se podrá impulsar “la competitividad global de la oferta de créditos (o bonos) de carbono generados en la región”.

Según Jorge Arbache, vicepresidente del sector privado de la CAF, “América Latina y el Caribe responde por nada menos que el 40 % del potencial global de bonos de carbono. Es muchísimo. No hay cómo avanzar con el mercado global de carbono, de bonos voluntarios sin esta región”; y es en ese punto donde radica la importancia de saber explotar este mercado en esta zona del mundo.

Misma situación es la que vive ahora Brasil, cuyo Gobierno decidió regular el mercado de carbono en ese país, para hacer de esta iniciativa una obligación para todas las empresas generadoras de CO2 en su territorio.

Para ello se creará el Sistema Nacional de Reducción de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero (Sinare) que se encargará de regular el impacto ambiental del dióxido de carbono, por medio de la distribución de bonos de carbono, tanto a escala nacional como internacional.

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Bonos de carbono: ayuda o hipocresía con el medioambiente

Desde hace más de 20 años, en el mundo se viene hablando de lo que se conoce como Bonos de Carbono, una iniciativa que nació de la mano del protocolo de Kioto, el cual, según explicó el diario El País en diciembre de 1997, es un acuerdo internacional nacido en el seno de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que incluye a 39 países desarrollados, mismos que se comprometieron a reducir considerablemente su huella de carbono en el planeta.

Cabe recordar que el CO2 (dióxido de carbono) es uno de los gases de efecto invernadero de mayor emisión en el planeta, por lo que con la CMNUCC se establecieron los Bonos de Carbono como una nueva estrategia para contrarrestar el impacto de estas emisiones en el medio ambiente.

De acuerdo con Matavén, un proyecto afiliado al mecanismo de  las Naciones Unidas para combatir el cambio climático a través de la reducción de las emisiones de CO2 -REDD+-(Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques), “los Bonos de Carbono son una herramienta internacional para compensar la "huella de carbono" y contribuir a la lucha contra el cambio climático y el calentamiento global, pues permiten financiar un proyecto que desarrolla actividades para reducir las emisiones de CO2 en la atmósfera mientras generan impactos sociales positivos”.

Para que estos bonos sean una realidad, deben existir dos personajes principales: las empresas que generan el CO2 y las organizaciones adjuntas a las ONU que crean estrategias de conservación del medioambiente. Como el protocolo de Kioto exige que una empresa no pueda superar cierta capacidad de generación de CO2, lo que estas hacen es que, al superar su gasto de dióxido de carbono, compran el “derecho” a seguir generando este gas de efecto invernadero a las organizaciones que, por el contrario, lo están contrarrestando.

En pocas palabras, hay entidades o proyectos que “detienen la deforestación, mantienen el carbono almacenado en los árboles, evitando la liberación de CO2 a la atmósfera; y además generan impactos positivos a nivel social para las comunidades que habitan el territorio protegido”, y que se sostienen con el dinero de las empresas que “expían” sus culpas pagando para poder generar más CO2 en sus procesos industriales.

Cabe recordar que cada tonelada de CO2 que un proyecto como Matavén ha evitado que se libere a la atmósfera es igual a un bono de carbono, y esto es lo que las empresas generadoras de dióxido de carbono terminan adquiriendo.

Ahora bien, lo que, en efecto, es una herramienta que funciona para contrarrestar las consecuencias del CO2 en el cambio climático y fortalecer económicamente a sociedades en vías de desarrollo como la latinoamericana, lo cierto es que también se ha tornado en una oportunidad de “trampa” por parte de varias organizaciones que ven en el lavado verde o greenwashing una forma de ganar dinero sin apoyar en verdad al medioambiente.

De acuerdo con una encuesta realizada por Refinitiv (empresa encargada en la realización de análisis, datos, trading y evaluación de riesgos), la mayoría de las personas piensan que los bonos de carbono son solamente una alternativa que están usando las empresas, precisamente, para escapar de su obligación medioambiental.

Lo ideal es que sean las mismas compañías las que se encarguen de disminuir por cuenta propia las emisiones que generan, esto, por medio de estrategias de eficiencia energética o energía renovable. Sin embargo, muchas se han conformado con la compra de bonos de carbono, dilatando su responsabilidad inmediata con el medioambiente. Esto, por supuesto, hace del cambio climático un enemigo mucho más poderoso de cara al futuro.

Frente al tema, la joven activista sueca, Greta Thunberg, reconoció en el marco de la pasada Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) que “la compensación de emisiones es a menudo una mentira climática peligrosa. Fomenta las transgresiones de derechos humanos y daña a comunidades vulnerables. La compensación es a menudo hipocresía”.

 

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