Sequía en Europa: ¿Qué futuro le espera al Viejo Continente?
No se trata de cualquier sequía, sino la peor en casi 500 años. Se extiende por amplias regiones de Europa, en un verano histórico caracterizado por elevadas temperaturas, falta de lluvias y grandes incendios. Los expertos advierten que este fenómeno podría prolongarse por más tiempo.
Foto: Pixabay
LatinAmerican Post | María Fernanda Camisay
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En medio de olas de calor extremo y feroces incendios forestales, cerca de la mitad del continente europeo sufre la ausencia de precipitaciones. Lechos secos y llenos de botes vacíos; miles de peces muertos a lo largo de los cauces de ríos exhaustos; cultivos marchitos y niveles de agua increíblemente bajos en las principales arterias económicas, como el Rin, el Danubio y el Po, son algunos de los estragos de una sequía sin precedentes que hasta hoy sacude a Europa.
Tras varios meses de escasez hídrica, la Comisión Europea prevé que el período seco continuará, obligando a tomar medidas de suma urgencia. Sin duda, un panorama alarmante que amenaza con agravarse y convertirse en la peor sequía de los últimos 500 años.
Crónicas de una Europa más seca
Como consecuencia del cambio climático, las olas de calor sofocantes en Europa llegaron mucho antes de lo previsto. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estas oleadas “no solo empiezan antes, sino que cada vez son más frecuentes y severas debido a las altas concentraciones de gases de efecto invernadero que atrapan el calor”. Y resalta: “Lo que estamos presenciando hoy es un anticipo del futuro”.
Con olas de calor anticipadas, los registros de temperatura del mes de julio pasado alcanzaron valores récord en gran parte del continente, particularmente en el suroeste y oeste de Europa. Portugal, España, Italia, Grecia y Francia se ubicaron en la parte más alta del termómetro, batiendo temperaturas máximas nunca antes vistas. Por su parte, el Reino Unido superó por primera vez en su historia los 40° C.
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Además de causar temperaturas extremas y prolongados períodos de intenso calor, el cambio climático ha debilitado las corrientes de aire que normalmente traen lluvias desde el Atlántico hacia Europa. Esto ha causado un déficit pronunciado de precipitaciones, de acuerdo con el meteorólogo Peter Hoffmann, del Instituto Potsdam para Investigaciones del Impacto Climático de Berlín.
En esos términos, resulta claro entender que la falta de precipitaciones durante el invierno y la primavera han causado un considerable impacto sobre las sociedades y ecosistemas naturales. Más aún, la sequía actual ha empeorado tras las sucesivas olas de calor que todavía permanecen latentes. Ciertamente, se trata de una situación delicada en la que “ningún río de Europa se encuentra a salvo de la crisis hídrica”, manifestó el Observatorio Europeo de la Sequía.
Los niveles de agua de los ríos decaen en forma preocupante y amenazan a las especies acuáticas que viven allí, como también al comercio, turismo y la industria que dependen significativamente de los recursos hídricos y la navegación fluvial.
Asimismo, numerosos lagos y embalses han tenido una reducción importante de sus volúmenes, influyendo negativamente sobre el regadío, la producción de energía eléctrica y el abastecimiento de agua a los hogares.
A los efectos devastadores de la sequía, se suma el deterioro del suelo. La escasez de humedad en superficie, junto al estrés térmico, agota a la vegetación y cultivos, a la vez que potencia el peligro de incendios forestales.
Los daños son graves y se extienden. En ese aspecto, el informe de la Sequía en Europa – julio 2022, publicado por la Comisión Europea, detalla el inquietante estado de las vastas regiones damnificadas, subrayando que “Francia, Alemania, España, Portugal, Italia y muchos otros países más de Europa probablemente tendrán que hacer frente a una caída de la productividad de los cultivos”.
Entre las regiones más afectadas, la Comisión recalca que “varias zonas de Italia, especialmente la cuenca del Po, se enfrentan a los niveles intensos de sequía”. De manera similar, “las circunstancias para la Península Ibérica no son fáciles, dado que presentan las condiciones idóneas para incendios forestales y los volúmenes de agua almacenados en los embalses están por debajo de la media de los últimos años”.
Sobreviviendo con lo mínimo
Finalmente, en el informe se estima que este inusual calor y falta de lluvias se prolongarán hasta finales de septiembre, al menos en la mayoría de los países europeos.
El panorama no es para nada alentador y por ello, los líderes políticos se han visto en la necesidad de ir más allá de las meras recomendaciones de ahorro de agua potable y acompañarlas con restricciones más severas como la prohibición de lavar vehículos, llenar piletas y regar jardines privados.
Paralelamente, la drástica caída de los niveles de agua de los ríos principales de Europa ha obligado a reducir la carga de los barcos y realizar tareas de dragado de arena para mantener la fluidez del tránsito fluvial, siquiera a un ritmo menor.
En miras de priorizar las reservas disponibles para el consumo, la Comisión Europea instó a los Estados miembros a avanzar en el tratamiento de las aguas residuales urbanas con el objetivo de contar con fuentes alternativas que ayuden a salvaguardar al sector agrícola, sin comprometer el suministro de agua potable.
“En estos tiempos de picos de temperaturas inéditas es nuestro deber dejar de desperdiciar el agua y utilizar ese recurso de una forma más eficiente”, manifestó el órgano ejecutivo.
Más calor, menos agua: nuevos desafíos
Frente al dramático escenario que viven los europeos, la ONU solicitó actuar de inmediato contra la sequía y la desertificación mundial.
“La dura verdad es que el cambio climático está sobre nosotros. Sus impactos se intensificarán y afectarán con más fuerza a los países y comunidades vulnerables, incluso si cumplimos los objetivos del Acuerdo de París de mantener el calentamiento global de este siglo muy por debajo de los 2 °C”, aseguró Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
A modo de conclusión, la agencia destacó que es imperioso hallar soluciones basadas en la naturaleza, que sean localmente apropiadas, para satisfacer las necesidades sociales y promover su bienestar. Como también, “proteger, gestionar sosteniblemente y restaurar ecosistemas” a fin de mitigar y sobrellevar el progreso del cambio climático que está en marcha.