AMÉRICAS

Esta es la realidad de las empresas y los vendedores de tapabocas en 2023

En LatinAmerican Post hicimos un breve recuento de cómo se vive el comercio de tapabocas ahora que las restricciones por COVID-19 son cada vez menos en el mundo.

Persona con mascarillas quirúrgicas

Foto: Freepik

LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández

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Read in english: This Is the Reality of Face Mask Companies and Vendors in 2023

La pandemia por la COVID-19, que inició a finales de 2019 y que se ha prolongado hasta la fecha (aunque ya con menos fuerza), representó durante 2020 y 2021 una crisis sanitaria sin precedente alguno en el siglo XXI.

De acuerdo con el informe de la Universidad Johns Hopkins (uno de los más acertados en cuanto a registro de cifras de la pandemia), hasta la fecha han muerto más de 6,8 millones de personas por cuenta del nuevo coronavirus. Además, el virus ha estado presente en más de 671 millones de seres humanos en todo el planeta.

Ahora bien, lo que para la mayoría de la población mundial fue una amenaza, para otros esta situación fue vista como una oportunidad; o al menos una que haría más viable mantenerse económicamente a flote en medio de la crisis.

Al ver la realidad en la que estaba sumergido el mundo, tanto gigantes corporativos como pequeños y medianos empresarios empezaron a buscar y crear opciones de oferta que les ayudaran a ganar dinero en la pandemia. Los tapabocas fueron el producto estrella. Ya fuese porque antes de 2019 tenían un catálogo de tapabocas o, por el contrario, empezaron a incursionar en este mercado durante la crisis de salud, miles de empresas en todo el mundo vieron en esta herramienta de protección sanitaria la salvación para la dura situación económica que se vivía.

Por ejemplo, la diseñadora chilena Luz Briceño pasó de crear prendas de ropa a diseñar una colección de tapabocas cuyo elemento antibacteriano era el cobre. Por su parte, Francis Murillo, una venezolana que se dedicaba al negocio de cortes láser e impresión en 3D, vio en la pandemia la oportunidad de producir viseras protectoras, una de las herramientas más usadas por el equipo médico durante la pandemia.

Sin embargo, con la masificación de las vacunas, las personas poco a poco pudieron decirle “adiós” a las cuarentenas obligatorias y por último a los tapabocas (o mascarillas, como se conoce en algunos países). Esto, por supuesto, desató una reacción en cadena en la que este tipo de materiales se hicieron cada vez menos frecuentes en sus compras.

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¿Qué pasó con las empresas que vendían tapabocas?

Hablar de que las empresas vendedoras de tapabocas se acabaron sería inexacto, teniendo en cuenta que aún son varios sectores los que necesitan de este recurso. Los hospitales son su principal mercado.

No obstante, es claro que la demanda ya no es la misma en comparación con 2020 y 2021, cuando se observaron niveles estratosféricos. Tan solo en Colombia, “fue tanto el apogeo de la fabricación de tapabocas, que hicimos hasta para vender al extranjero. El 70% de las exportaciones del sector obedecieron a ventas de las empresas de fabricación de textiles”, explicó Camilo Rodríguez, presidente de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines.

Hoy la situación es diferente. En mayo de 2022, cuando se retiraron por completo las medidas de restricción, Rodríguez vaticinó que los 6 mil a 7.500 puestos de trabajo enfocados solamente en la fabricación de tapabocas podrían acabarse en el país.

Pero no solo Colombia vive esta situación. En España, las regiones de Navarra y La Rioja se han visto en sendos problemas por cuenta de la gran cantidad de tapabocas almacenados en sus respectivos territorios.

El Gobierno de Navarra y las empresas privadas han decidido almacenar los 1,7 millones de tapabocas estancados esperando llegar a una solución económica que beneficie a ambas partes. La Rioja  tomó la decisión de salir de los más de 2,6 millones de cubrebocas que tienen regalándolos a colectivos sociosanitarios, organizaciones y asociaciones, antes de que estos caduquen.

¿Y los vendedores?

En medio de esta ecuación, en el que los fabricantes y la demanda son importantes, hay un protagonista cuya relevancia muchas veces es minimizada: los vendedores. Y no necesariamente los que hacen parte de las grandes empresas, sino los que comercializan este producto de manera informal.

“Yo compraba por paquetes y vendía paquetes enteros o por pieza, pero terminaba muy rápido. En lo que va del año (2022) se han comenzado a vender mucho menos, ya que solo en las escuelas o en algunos lugares públicos los piden como requisito indispensable, uno puede ver en la calle que las personas ya no lo utilizan. Mientras no se los exijan, la gente dejará de necesitarlos y de comprarlos”, explicó una comerciante para un medio local mexicano.

Por su parte, Carolina Alonso, administradora de la empresa Termosellados Malu, una microempresa que nació en medio de la pandemia, aseguró que “nuestras ventas se bajaron un 70 %. Además, de ser casi 20 empleados, ahora solo somos cuatro. Por esto, trataremos de vender lo que más se pueda para sostener al personal”.

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