Forjando la tan necesaria unidad para la prosperidad en la Cumbre de la APEP
A la sombra del tumulto global y la carrera por la supremacía económica, la Cumbre de Líderes de la Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP), encabezada por el presidente Biden, marca un momento crucial para re imaginar las alianzas del hemisferio occidental. Mientras los líderes se comprometen a reforzar las cadenas de suministro y expandir el comercio regional, la cumbre podría presagiar una nueva era de integración económica, desafiando el status quo y marcando un rumbo hacia el crecimiento y la sostenibilidad compartidos .
Foto: Correo Latinoamericano
The Latin American Post Staff
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Un giro prometedor hacia los vínculos económicos
En el complejo entramado de relaciones internacionales, la reciente Cumbre de Líderes de la Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP), organizada por el presidente estadounidense Joe Biden, subraya un giro prometedor hacia el fortalecimiento de los vínculos económicos dentro del hemisferio occidental. Esta iniciativa, que gira hacia la prosperidad colaborativa y se aleja de la sombra de la influencia económica global de China, no es sólo una maniobra estratégica en el juego de ajedrez geopolítico: es un paso necesario en la rehabilitación e integración económica de las Américas.
La historia debe ser amable con las economías de América Latina y el Caribe. El espectro de la explotación colonial, décadas de inestabilidad política y la polémica era de la Guerra Fría han dejado un legado de desconfianza y subdesarrollo. Los modelos económicos impuestos por potencias o instituciones externas a menudo han fracasado o exacerbado la desigualdad, dejando a los países de la región recelosos de nuevas alianzas económicas que prometen mucho pero cumplen poco.
Sin embargo, existe una interdependencia innegable que requiere vínculos económicos más fuertes. Estados Unidos, por ejemplo, ha visto de primera mano cómo las interrupciones en las cadenas de suministro pueden provocar importantes reveses internos. La pandemia de COVID-19 fue un crudo recordatorio de que la autosuficiencia en suministros médicos y otros bienes críticos no es solo una cuestión de política económica sino de seguridad nacional. Es aquí donde se puede aprovechar, no explotar, el potencial de América Latina: un cambio de una economía extractiva histórica a asociaciones mutuamente beneficiosas.
Catalizando el desarrollo sostenible
Fortalecer las cadenas de suministro de energía limpia, suministros médicos y semiconductores, como se propuso en la cumbre de la APEP, podría catalizar el desarrollo sostenible en la región. América Latina, con sus vastos recursos, tiene el potencial de convertirse en una potencia en energía renovable. El giro de la administración Biden hacia la energía limpia se alinea con el interés de la región en combatir el cambio climático y podría conducir a avances significativos en la transferencia de tecnología y las empresas conjuntas.
Los suministros médicos son otro sector maduro para la colaboración. La pandemia puso al descubierto las vulnerabilidades de los sistemas de salud globales, y un esfuerzo colectivo para impulsar la fabricación y distribución de suministros médicos en las Américas puede garantizar respuestas más rápidas a futuras crisis de salud, beneficiando a todas las naciones involucradas.
En cuanto a los semiconductores, son los componentes básicos de la tecnología moderna y diversificar la producción es un imperativo estratégico. América Latina podría ser un actor clave en esta cadena de suministro, aprovechando su creciente industria tecnológica y su fuerza laboral calificada.
Abordar las presiones migratorias
Más allá de las consideraciones económicas, hay un elemento humano que debe reconocerse. La iniciativa APEP podría frenar la ola de migración mediante la creación de empleos y oportunidades dentro de la región. Cuando la gente encuentra estabilidad y prosperidad en su país, el impulso para irse disminuye. Por lo tanto, el enfoque de Estados Unidos podría mitigar algunas de las presiones migratorias en sus fronteras, un punto de discordia y preocupación humanitaria durante décadas.
Sin embargo, esta revitalización económica no estará exenta de desafíos. Las cicatrices persistentes de las políticas intervencionistas, como las prácticas monopólicas de la United Fruit Company en Centroamérica o las consecuencias más recientes del TLCAN en México, han enseñado a la región a ser cautelosa. Existe una delgada línea entre el apoyo económico y el dominio económico. El éxito de la APEP dependerá de su capacidad para promover asociaciones equitativas que respeten la soberanía y las aspiraciones económicas de cada nación.
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Estados Unidos debe tener cuidado de no replicar las prácticas crediticias de China, a menudo criticadas, que han dado lugar a acusaciones de diplomacia de trampa de deuda. La transparencia, el respeto por los derechos laborales y los estándares ambientales deben ser el núcleo de la APEP. Sólo defendiendo estos valores podrá Estados Unidos distinguir su enfoque del de China y ganarse la confianza de sus vecinos hemisféricos.
Pasando la página de los agravios históricos
La visión de la cumbre de la APEP es encomiable y oportuna. Durante demasiado tiempo, el hemisferio occidental todavía tiene que capitalizar sus sinergias, permitiendo que potencias externas llenen el vacío. Es hora de que las Américas pasen la página de los agravios económicos históricos y trabajen por un futuro de prosperidad compartida. Al hacerlo, el hemisferio puede volverse más competitivo en el escenario global, no como naciones individuales sino como un frente unido, mostrando un modelo de cooperación que podría contrastar marcadamente con las tensas tensiones competitivas que caracterizan actualmente al comercio global.