Las elecciones generales de Guatemala en 2023 pusieron a prueba a la democracia del país que busca una elección y transición ordenad.
Foto: TW-SandraTorresGUA, TW-BArevalodeLeon
LatinAmerican Post | Luis Angel Hernández Liborio
Escucha este artículo
Read in english: Guatemala: Chapina Democracy Survives Despite its Weaknesses
Tras unos días críticos la legalidad ha vuelto a la democracia guatemalteca, los partidos allegados al oficialismo denunciaron irregularidades en los comicios celebrados el 25 de junio, buscando la nulidad y la repetición de las elecciones. La Suprema Corte descartó las denuncias, lo que le permitió al Tribunal Electoral declarar válidas las elecciones que dejaron fuera del balotaje al candidato oficial Manuel Conde Orellana.
Sandra Torres por el regreso de la UNE
La candidata de la Unidad Nacional de la Esperanza, Sandra Torres, es la responsable de llevar al partido más grande y sólido de Guatemala de vuelta al poder. Torres fue primera dama durante el gobierno de su entonces esposo Álvaro Colom de 2008 a 2012, fue la puntera en la primera vuelta de las elecciones de junio, pero no alcanzó el porcentaje para llevarse la victoria, pero sí para acceder a su tercer balotaje. De acuerdo con datos oficiales, recibió el 15.8% de la votación, superando a Bernardo Arévalo, su principal competidor, que obtuvo el 11.78%. Lejos de ambos estuvo Conde Orellana, el candidato del presidente Giammattei, que se fue al tercer lugar con 7.8%.
La democracia guatemalteca aún es incipiente, desde 1985 que se dio esta apertura democrática se han sucedido 12 presidentes, ninguno fue reelecto, pues no existe tal figura en la legislación del país. Solo 2 de los 12 mandatarios pertenecieron al mismo partido: Jorge Serrano Elías y Gustavo Espina; sin embargo, ambos presidieron durante el mismo mandato, Espina se quedó con el poder menos de 5 días tras la destitución de Serrano, por lo que se podría considerar como un solo período. De este modo, ningún partido político en Guatemala repitió en el poder, cada presidente perteneció a un partido distinto, algunos de ellos ya extintos, o bien accedieron a la presidencia como candidatos independientes. La inestabilidad política y la debilidad de las instituciones del país ocasionaron la extinción de varios partidos.
El "ataque" a Semilla
La segunda vuelta del 20 de agosto se espera complicada, entre el abstencionismo y los ataques del oficialismo. El Movimiento Semilla, partido de Bernardo Arévalo, fue atacado durante toda la campaña, pero el golpe que más sorprendió fue la suspensión del partido tras acceder al balotaje. De inmediato, la presidencia mostró su apoyo a los candidatos tratando de lavarse las manos, pese a que la investigación a Semillas provino del Fiscal contra la Impunidad, dependiente de la Fiscalía General, puesto designado por el presidente. Arévalo aseguró confiar en la ley electoral que impide la suspensión de un partido en plena elección, además de los observadores nacionales e internacionales presentes en la elección que ejercen presión. Tras esto, la Corte de Constitucionalidad otorgó un amparo provisional que permite a Semilla y su candidato continuar de manera efectiva en el proceso electoral.
También puedes leer: El perfil de las seis cartas de AMLO en la sucesión presidencial
El voto nulo: "el rival a vencer"
La democracia guatemalteca tiene mucho camino que recorrer aún, el oficialismo encabezado por el presidente Giammattei fue señalado por entorpecer las elecciones, primero saboteando el registro de candidatos contrarios, y también por tratar de anular las elecciones al presentar un recurso legal que llegó hasta la Suprema Corte. Tras varios días de cuestionamientos, la Suprema Corte determinó que el Tribunal Electoral podía declarar la validez de la elección en su primera vuelta que le daba el pase al balotaje a Sandra Torres de la UNE y a Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla. Con esto la continuidad del proyecto de Giammattei queda descartada, pese a su intento de buscar la repetición de los comicios.
De ambos candidatos, Arévalo es el considerado progresista, algo que no agrada al oficialismo ni al empresariado guatemalteco. De igual manera, candidatos que no obtuvieron sus registros hicieron un llamado a la población para sabotear las elecciones como protestas por los problemas que enfrenta el sistema político y electoral de Guatemala. Como resultado el voto nulo aumentó del 4% en 2019 al 17% en 2023, una cifra que supera a lo que obtuvo cualquiera de los candidatos, el nivel de abstencionismo es alarmante, si Torres o Arévalo quieren presidir el país deben encontrar la forma de convencer a los guatemaltecos para que confíen en su sistema electoral. La cita para el balotaje es en agosto, tras lo cual el país buscará una nueva alternancia ordenada.
El poder del empresariado: el gran perdedor
Algo que heredó Guatemala desde la era colonial es el poder de los grandes empresarios, algunos de ellos descendientes aún de las familias españolas que fundaron haciendas y latifundios más antiguos que el país. El empresariado chapín ha sido uno de los poderes dominantes por mucho tiempo, las elecciones actuales no son la excepción, la victoria de Torres les permitiría continuar con comodidad con intervención directa en las decisiones primordiales del país y manteniendo el apoyo gubernamental a sus intereses. Sandra Torres se considera a sí misma empresaria y aseguró que fortalecerá la seguridad jurídica para las empresas como creadoras del empleo en Guatemala. Es también una de las candidatas que prometió aplicar medidas similares a las de Nayib Bukele en El Salvador para combatir la inseguridad.
Por su parte, Bernardo Arévalo, en su carácter progresista, aseguró que buscaría la revisión de las condiciones laborales en el país, así como las restricciones a las que deben ser sometidas las empresas. Se considera a sí mismo anticorrupción, la cual es una de sus banderas durante la campaña, en contraste con los escándalos del gobierno de Giammattei que no goza de popularidad. Al igual que Sandra Torres es un personaje ligado al poder, su padre fue presidente del país en los años 50 en un período agitado, Arévalo promete transformar al país desde los cimientos, aun si esto implica "meter en cintura" a la clase empresarial poniendo límites a su poder.