La polémica idea del presidente colombiano de dar un subsidio a los jóvenes para alejarlos de la violencia fue una estrategia que ya probó en Bogotá. ¿Cómo le fue? ¿Cuáles han sido los resultados en otras partes del mundo?.
LatinAmerican Post | Christopher Ramírez Hernández
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Respetando sus promesas de campaña y el Programa Nacional de Desarrollo propuesto para su gobierno, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, anunció que busca implementar subsidios mensuales de un millón de pesos (cerca de 240 dólares) para combatir la violencia que afecta al país y ofrecer oportunidades a los jóvenes.
En una reciente visita a Buenaventura, una ciudad golpeada por la violencia, Petro generó revuelo al afirmar que se pagarán a miles de jóvenes por no participar en actos violentos y por dedicarse al estudio. El presidente enfatiza que la inseguridad está estrechamente ligada a la falta de oportunidades y al narcotráfico, y señala que la exclusión de la educación superior es un factor determinante para que los jóvenes se vean involucrados en actividades ilícitas.
De acuerdo con el Ministerio de Educación, en el litoral pacífico colombiano solo el 24% de los jóvenes accede a instituciones de educación superior, en comparación con la media nacional del 53%. Petro considera que esta situación impulsa al “80% de los jóvenes que dejaron afuera de la oportunidad de la educación superior” a unirse a las mafias y a actuar bajo sus órdenes. Así, con su propuesta de subsidios, el Gobierno busca romper este ciclo y brindar a los jóvenes una alternativa de futuro alejada de la violencia.
¿Cómo le fue en Bogotá?
Ahora, es importante indicar que esta propuesta no es nueva, ya que Petro la implementó durante su mandato como alcalde de Bogotá (2012-2015), bajo un programa que denominó ‘Jóvenes en Paz’.
El proyecto surgió como una estrategia para abordar la delincuencia en 18 zonas de alta criminalidad, en las cuales la participación de jóvenes entre 18 y 28 años era destacada. Para localizar al público potencial que haría parte de este programa, el entonces alcalde de Bogotá, con ayuda de entidades como el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idipron), estableció equipos territoriales que identificaban a los jóvenes en riesgo y vinculados a actividades delictivas a través de líderes barriales y organizaciones comunitarias.
Una vez seleccionados, los participantes debían cumplir un modelo que incluía tres días de estudio y tres días de trabajo a la semana, recibiendo una remuneración de 700 mil pesos (casi 170 dólares) al mes. Además, se brindaban terapias psicosociales para acompañar su proceso.
Sin embargo, los resultados no fueron los esperados, tanto en la resocialización de jóvenes inmiscuidos en las organizaciones criminales como en la reducción de la inseguridad en sí. Aunque el gobierno Petro logró llegar a 10 mil jóvenes en Bogotá con una inversión de 105 mil millones de pesos (más de 25 millones de dólares), solo alrededor de 800 lograron graduarse de la secundaria.
Además, según las cifras de la secretaría de Seguridad, los índices de homicidio solo disminuyeron en 2012, año en el que ni siquiera se había implementado el programa. En años posteriores, se registraron aumentos en los índices delictivos en las localidades en las que se ejecutó la estrategia, aunque en Santa fe y Kennedy (dos de las localidades de mayor criminalidad en la capital colombiana) se observaron algunas reducciones.
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Casos de éxito
El hecho de que ‘Jóvenes en Paz’ no tuviera los resultados que la administración de Petro esperaba, no quiere decir que la estrategia de “cambiar dinero por paz” no pueda funcionar. De hecho, existen algunas investigaciones, como la desarrollada por Christopher Blattman, un investigador de la Universidad de Chicago, que demuestran la viabilidad de este recurso para reducir los índices de criminalidad en la sociedad.
Por medio de la “terapia cognitiva conductual” que desarrolló Blattman con su equipo en Libia, se pudo demostrar que “ciertas habilidades y preferencias no cognitivas, como la paciencia y la identidad”, pueden ser modificadas en adultos, lo que a su vez contribuye a la reducción del crimen y la violencia.
“Reclutamos a hombres involucrados en delitos y aleatorizamos de media a ocho semanas de terapia cognitiva conductual diseñada para fomentar la autorregulación, la paciencia y una identidad y un estilo de vida no delictivos. También asignamos al azar subvenciones de 200 dólares”, detalla la investigación.
Los resultados mostraron que, tanto el dinero en efectivo como la terapia por sí solos inicialmente, lograron disminuir el crimen y la violencia, pero con el tiempo estos efectos se desvanecieron. Sin embargo, cuando se combinó el dinero en efectivo con la terapia, se observó una drástica disminución en el crimen y la violencia que se mantuvo durante al menos un año.
“Presumimos que el efectivo reforzó los impactos de la terapia al prolongar el aprendizaje práctico, los cambios en el estilo de vida y la autoinversión”, añade el estudio. En cifras más aterrizadas, se vio una reducción en las actividades criminales de los participantes de entre el 30% y el 50%.
¿Y si funciona en Colombia?
Aunque se acotó que el programa de ‘Jóvenes en Paz’ no tuvo buenos resultados, para los miembros del Gobierno colombiano este no es un argumento para decir que no pueda funcionar pasándolo del ámbito distrital a uno nacional. Para los funcionarios, hay cambios claros que podrían transformar también la historia.
Uno de estos, según explicó el ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, es no tomar esta estrategia como la solución para la paz en Colombia, sino como un paliativo para la situación violenta que vive el país. “No podemos quedarnos cruzados de brazos mientras nuestra propuesta económica surte efecto”, indicó.
En ese sentido, en caso de que este y otros cambios sustanciales en relación con lo vivido en Bogotá funcionen a nivel nacional, se podría ver una propuesta interesante en contraparte a lo que se vive en El Salvador con la “guerra total” de Nayib Bukele.
“Paz total es lo más alejado al concepto de seguridad de Nayib Bukele, que es guerra total. A nosotros ese camino de dialogar, pactar, negociar, no nos funcionó (…) nos llevó a la pobreza, al subdesarrollo. Entonces el presidente Petro puede tener sus visiones”, indicó Geovani Galeas, biógrafo de Bukele, en conversación con Semana.
¿Funcionará en Colombia lo que en Centroamérica no dio resultado?