Polinizadores en riesgo silencioso de extinción: una catástrofe ambiental
Alrededor del 35 % de los polinizadores invertebrados está en riesgo de desaparecer. Su declive es un problema mundial que amenaza la provisión alimentaria de la humanidad y el bienestar de los ecosistemas. ¿Cuáles son las causas y cómo podemos ayudar?
Foto: Pixabay
LatinAmerican Post | María Fernanda Camisay
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Un mundo sin ellos, no sería igual. Gran parte de los alimentos que consumimos y de la biodiversidad del planeta están en íntima relación con la labor silenciosa de los polinizadores. De forma alarmante, se ha registrado un drástico declive de muchas de estas especies en los últimos años y esta tendencia, lejos de revertir, continúa empeorando. Prácticas agrícolas intensivas, plaguicidas, pérdida de hábitats naturales hasta el cambio climático son el resultado de distintas actividades humanas que plantean graves problemas para las comunidades de polinizadores.
Polinización silenciosa
La polinización es un proceso esencial que permite que las plantas con flor, incluidos los cultivos alimentarios, produzcan frutos y semillas. Ciertos animales colaboran de manera indirecta con este fenómeno natural a través de su dieta, transportando accidentalmente polen de una flor a otra. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), “alrededor del dos terceras partes de la producción de alimentos depende, en alguna medida, de la polinización por animales”, principalmente de insectos como abejas, mariposas, moscas y escarabajos.
Entre los insectos polinizadores, las abejas silvestres y domésticas desempeñan un rol predominante en el mantenimiento de la seguridad alimentaria, aumentando su productividad y rendimiento. De acuerdo a la FAO, 71 de las 100 especies cultivadas, que proporcionan el 90 % de los alimentos a nivel mundial, son polinizadas por abejas.
Sin embargo, los polinizadores no solo contribuyen a que nuestra alimentación sea equilibrada, sino que también ejercen otros servicios ecológicos claves. Por un lado, al fomentar la vida vegetal, aportan abundantes cantidades de frutos, semillas y nuevas plantas que son la base de alimentación de varias especies de animales, a la vez que enriquecen y protegen los suelos frente a agentes erosivos del medio. Por otro lado, y no menos importante, se comportan como verdaderos centinelas para riesgos ambientales emergentes.
En particular, las abejas son excelentes bioindicadores de la salud de los ecosistemas locales. Dado que pequeñas perturbaciones en su hábitat pueden repercutir significativamente sobre su viabilidad, son insectos ideales para alertar sobre cambios ambientales. De allí que, variaciones en la disponibilidad de recursos florales o zonas tranquilas para anidar, causada, por ejemplo, por el accionar humano, producen cruciales modificaciones en el número y diversidad de abejas, y por extensión, en la producción de los cultivos.
Aliados en peligro
Ciertamente, los polinizadores son imprescindibles en el ciclo de vida de varios animales y de la naturaleza, en general. A pesar de su relevancia, su continuidad en el mundo peligra de manera preocupante. En este aspecto, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que cerca del 35 % de los polinizadores invertebrados- en especial, las abejas y mariposas- se encuentran en las listas rojas de especies amenazadas.
Un estudio reciente, publicado en la revista Nature Ecology & Evolution del año 2021, destaca que hay varios factores que influyen sobre la crisis de polinizadores cuyo orden y magnitud difieren según regiones. En el caso de América Latina las transformaciones en el paisaje, el manejo de la tierra y el uso de plaguicidas son los elementos más relevantes de este declive. Otros factores como el cambio climático presentan un peso relativo menor, probablemente, según aclaran los investigadores, por un efecto más lento y no tan inmediato que con el tiempo cobrará más fuerza.
Dentro de este marco, se ha demostrado que la creciente urbanización e intensificación de los métodos agrícolas destruye valiosos hábitats naturales. En torno a la desaparición de esos entornos, se produce una reducción de la diversidad de flora silvestre y en consecuencia, de zonas de nidificación y recursos alimenticios para los polinizadores. Si a esto se le suma el amplio uso de plaguicidas, el panorama se vuelve aún más crítico. El uso corriente de productos químicos aplicados sobre cultivos, afecta a los insectos a través del polen y el néctar, así como a través del aire, suelo y agua. Ya sea a dosis altas o bajas, los plaguicidas matan o debilitan a estas pequeñas criaturas, incluso cuando éstos no son el blanco específico.
Dicho esto, los científicos remarcan que los riesgos asociados a cada factor no son iguales en todas las partes del mundo. A diferencia de los países desarrollados, sucede que vastas regiones biogeográficas de Latinoamérica se están transformando activamente por explotaciones agrícolas cada vez más amplias y agresivas. Por consiguiente, la pérdida continua de entornos naturales y de comunidades polinizadores están impactando negativamente sobre el rendimiento de las cosechas y las economías regionales. A la par que, desestabilizan la constitución de los hábitats y condicionan los únicos medios de subsistencia de pueblos indígenas autóctonos.
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¿Qué podemos hacer para salvar a las abejas y otros polinizadores?
En búsqueda de soluciones para revertir esta situación, la FAO junto con la Secretaría de Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) están implementando un plan estratégico de acción, cuyo objetivo es promover un conjunto de medidas coordinadas en todo el mundo para proteger a los polinizadores y adoptar prácticas amigables que no comprometan los servicios de polinización. En este sentido, un tema sustancial, es la concientización sobre la diversidad de estos organismos presentes en cada lugar.
El impulso de agricultura orgánica, un menor uso de plaguicidas y la conservación de hábitats naturales son actuaciones que favorecen la heterogeneidad del paisaje, a la vez que aportan las condiciones óptimas para que distintas especies polinizadores se alimenten, crezcan y se reproduzcan.
Sin duda, salvaguardar a los agentes polinizadores es un reto importante que implica la responsabilidad y compromiso de varias partes tanto de los organismos internacionales y del gobierno de los países para estimular métodos menos invasivos y más sustentables, como de los apicultores y agricultores para llevarlo a la práctica. De igual manera, el aporte común de la sociedad es valioso y ayuda a hacer la diferencia, bien sea cuidando los ecosistemas forestales, apoyando a los productores que desarrollen buenas prácticas ambientales, o inclusive, cultivando plantas autóctonas que florezcan en diferentes momentos del año.