¿Qué debe tener un área natural protegida?
Nadie duda de la importancia de proteger, con fines recreativos o ecológicos, porciones de naturaleza escasamente alterada, pero hay criterios para hacerlo
Vista del puente cerca de una cascada en una reserva natural. / Foto: Pexels – Imagen de referencia
LatinAmerican Post | Jorge Guasp
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Los primeros parques nacionales: proteger paisajes y elementos naturales
El caso del Yellowstone
“Un grupo de expedicionarios que exploraba la región de Yellowstone en Wyoming, admirados de la belleza casi sobrenatural de géisers, cañones, cascadas, lagos y bosques de la zona, empezaron a estudiar la forma y los medios de conservar para siempre algunas de las partes más grandiosas de los Estados Unidos primitivos. Una noche de 1870, en la confluencia de los ríos Firehole y Gibbon, estos exploradores comenzaron, al calor de una fogata, a discutir la idea de una reserva pública permanente en lo que se llamó Propuesta para el cambio del paradigma conservacionista en la planificacion, manejo y uso de las areas silvestres protegidas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza – UICN.
Gracias a esta iniciativa, en 1872 se creó en Parque Nacional Yellowstone, de más de 800.000 hectáreas, el primer parque nacional del mundo que, de acuerdo con su declaración, estaba llamado a convertirse en “lugar de esparcimiento para beneficio y solaz del pueblo”. El objetivo de esta creación era el de resguardar los atractivos elementos naturales del área (géiser Old Faithful, Gran Cañón de Yellowstone y el lago Yellowstone, entre otros) sin mayores consideraciones acerca del vínculo entre la naturaleza y el ser humano.
La necesidad de contemplar la relación del hombre con la naturaleza
La FAO, en su documento Sostenibilidad Financiera para Áreas Protegidas en América Latina, consigna que “históricamente las áreas protegidas fueron creadas para conservar ciertos paisajes o elementos naturales con un gran valor, por ejemplo el Parque Nacional Yellowstone en Estados Unidos o el Parque Nacional Nahuel Huapi en Argentina. También se han creado para proteger especies en peligro que dependían de un ambiente en especial para su supervivencia. En los últimos años ha cambiado este discurso y la conservación de la biodiversidad, si bien es un elemento importante, no es el único. Las áreas protegidas proveen beneficios y servicios ambientales a la sociedad como un todo: este cambio de enfoque es más antropocéntrico, pero es importante que los seres humanos tengan una mayor apreciación de la relación directa que existe entre conservar la naturaleza y su bienestar”.
En el caso de Nahuel Huapi, el Parque Nacional es contiguo al tejido municipal de la ciudad de San Carlos de Bariloche, un centro turístico internacional. Las tradicionales excursiones lacustres navegan el lago Nahuel Huapi, que también es escenario de la pesca de salmónidos, una actividad deportiva que concita la atención de visitantes de todo el mundo durante el verano.
En este contexto, la conservación de la naturaleza debe conciliarse con el uso turístico de los recursos naturales, de modo que la presencia humana no atente contra los valores que propiciaron la declaración del área natural protegida en 1934.
Esta consideración del vínculo entre el hombre y la naturaleza, que incorpora el uso racional de los recursos naturales y culturales, ha inspirado el desarrollo de programas como el MAB (Hombre y Biósfera, por sus siglas en inglés). “Hombre y la Biosfera (MAB) es un Programa Científico Intergubernamental que busca establecer bases científicas para cimentar a largo plazo el mejoramiento de las relaciones entre las personas y el ambiente”, según la UNESCO.
Criterios para la creación de áreas naturales protegidas
En términos generales, podemos decir que la conservación de la naturaleza, a través de la creación de áreas protegidas, responde a los siguientes criterios básicos:
La preservación de ecosistemas (bosque, mar, desierto, etc.) y sus procesos ecológicos, y de la diversidad biológica; la protección de especies en particular (tapir, yaguareté, huemul); la conservación de paisajes de alto valor estético; y la compensación del daño ecológico (cuando una represa inunda un área, por ejemplo, suele crearse un espacio natural protegido y contiguo, a fin de compensar el daño provocado por el agua).
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Las áreas protegidas como espacio representativo de los ecosistemas
Muchos ecosistemas mundiales carecen de áreas naturales protegidas que los incorporen, o están escasamente representados en ellas. En esta situación se encontraban los Esteros del Iberá, uno de los acuíferos más importantes de Sudamérica.
A pesar de que parte de ese ecosistema ya tenía el estatus de reserva provincial, en diciembre de 2018, el Congreso de la Nación Argentina creó el Parque Nacional Iberá. “El flamante parque nacional Iberá suma áreas de tierras altas a las 553.000 hectáreas de esteros y humedales del contiguo Parque Provincial Iberá. De esta forma, se conforma el mayor parque natural de Argentina: 712.800 hectáreas con especies únicas de fauna, además de humedales, pastizales, bosques de espinal, malezales y pequeñas selvas. Este gran parque cuenta con 4000 especies de flora y fauna, casi el 30% de las reconocidas en la Argentina”. (Comité Nacional Argentino de la UICN)
Desafíos en la creación de áreas naturales protegidas
“Una ecorregión completa como la de Campos y Malezales está totalmente ausente de las áreas protegidas nacionales. Pampas y Espinal, dos ecorregiones que se sitúan en el corazón agrícola-ganadero del país, están representadas muy pobremente (1-3%). Otras ecorregiones menos representadas en el sistema nacional de áreas protegidas son: Chaco Seco, Chaco Húmedo, Monte de Llanuras y Mesetas, Mar Argentino, e Islas del Atlántico Sur” (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Sustantable de Argentina, 2017, citado en Áreas protegidas en Argentina: más allá de los números y expresiones de deseos, Fundación Ambiente y Recursos Naturales).
Además de crear nuevas áreas protegidas que contribuyan a la conservación, es importante que las mismas sean efectivas, y que los recursos naturales también se protejan fuera de los parques nacionales y reservas, a fin de consolidar corredores biológicos que conecten distintos ambientes. Sin una política ambiental global y concreta, las áreas protegidas están condenadas a convertirse en islas, y a perder su finalidad debido a la presión antrópica en los territorios que las rodean.