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¿Quién Mató a Gaitán? Conspiraciones Detrás del Asesinato Que Cambió a Colombia

El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán ocurrió el 9 de abril de 1948. Este hecho destruyó las esperanzas de reforma social en Colombia y desató el Bogotazo, un estallido que redujo gran parte de la ciudad a escombros. A pesar de numerosas investigaciones y dictámenes oficiales, su muerte continúa siendo un laberinto de preguntas sin resolver. Por estas sospechas y sus repercusiones sociales, el caso ha permanecido vivo durante décadas en la memoria histórica colombiana.


El Ascenso Carismático de un Gigante Político

A mediados del siglo XX, pocas figuras en América Latina igualaban el magnetismo extraordinario de Jorge Eliécer Gaitán. Nacido en una familia humilde en Bogotá, ascendió en las filas del Partido Liberal colombiano, ganando el apoyo de intelectuales y de los sectores más pobres. Sus discursos inspiraban esperanza en las clases populares y en aquellos que sentían que la política del país ignoraba la pobreza y la injusticia. Con propuestas audaces, desafiaba el poder institucional y despreciaba el abandono del “país nacional” por parte de la oligarquía, un término con el que describía a la mayoría de los colombianos marginados por una clase política ensimismada.

Hacia finales de los años 40, su ascenso parecía imparable. Había sido alcalde de Bogotá, ministro de Educación y ministro de Trabajo. Tras un breve alejamiento del Partido Liberal en los años 30 para liderar su propio grupo populista, regresó y se convirtió en el favorito indiscutido para las elecciones presidenciales de 1950. Para sus seguidores, Gaitán representaba la esperanza de reformas económicas justas y redistribución de tierras. Para sus críticos, era una amenaza impredecible, un hombre capaz de avivar la furia popular contra un sistema bipartidista que poco había hecho por los pobres. Algunos incluso susurraban que el ala moderada de su propio partido temía la posibilidad explosiva de una presidencia gaitanista.

Más allá de sus consignas populistas y llamados retóricos al pueblo, Gaitán poseía una energía incansable. No solo buscaba ganar elecciones, sino transformar lo que llamaba el “país político” en un sistema más inclusivo, donde terratenientes y poderes tradicionales ya no pudieran ignorar el clamor por derechos y recursos. Había sufrido derrotas antes, como en 1946 cuando la división liberal permitió que el conservador Mariano Ospina Pérez ganara la presidencia. Sin embargo, en 1948, su estrella brillaba más que nunca. Movilizó a cien mil seguidores en una gran Marcha del Silencio para protestar contra la violencia que sufrían los liberales en las zonas rurales. Tenía una base ferviente que lo veía no solo como un candidato, sino como un redentor.


Un Día Impactante en Bogotá

A principios de abril de 1948, Bogotá recibía a dignatarios internacionales para la Novena Conferencia Panamericana, destinada a crear la Organización de Estados Americanos y consolidar un bloque anticomunista en el hemisferio. Gaitán había exigido que se escuchara la voz del pueblo colombiano entre cenas diplomáticas y reuniones protocolares. Algunas versiones indican que planeaba reunirse con estudiantes activistas, entre ellos un ambicioso joven cubano llamado Fidel Castro.

El 9 de abril, Gaitán y algunos allegados salieron de su oficina en la Carrera Séptima con intención de ir a almorzar. Era temprano en la tarde, la ciudad estaba llena de transeúntes y diplomáticos, entusiasmados por el evento internacional. En un instante abrupto, una ráfaga de disparos rompió la rutina. Testigos vieron a Gaitán desplomarse con heridas en el pecho o la espalda; tal vez recibió tres tiros. La confusión cundió. Algunos corrieron a socorrerlo y lo colocaron en una camilla improvisada. Pese al esfuerzo por llevarlo a la cercana Clínica Central, falleció poco después.

La noticia de su asesinato desató lo impensable. Bogotá explotó en violencia y caos. Edificios gubernamentales, iglesias, estaciones de policía y comercios fueron atacados. Miles tomaron las calles exigiendo venganza. Algunos enfilaron su ira contra el clero, asociado con el liderazgo conservador. El centro de la ciudad ardió por casi diez horas, un cataclismo que se conocería como el Bogotazo. Las cifras de muertos y daños fueron alarmantes, y la violencia se extendió a otras ciudades, agudizando los conflictos rurales.

El asesinato se atribuyó de inmediato a Juan Roa Sierra, quien nunca fue juzgado ni interrogado. Una turba lo sacó a la fuerza de una farmacia donde se había refugiado y lo linchó. Esta acción impidió cualquier testimonio del único sospechoso conocido. Para muchos, Roa murió demasiado convenientemente. La versión oficial lo declaró asesino solitario, pero el país no quedó satisfecho, y las preguntas persistieron durante años.


El Supuesto Asesino y el Misterioso Flaco con Ojos de Loco

Las motivaciones de Roa Sierra han sido examinadas desde todas las perspectivas, sin obtener certeza. Algunas versiones lo describen como desempleado y mentalmente inestable, con delirios de grandeza. Se decía incluso que creía ser la reencarnación de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá. La idea de que un hombre desequilibrado pudiera ejecutar un asesinato tan preciso en una avenida llena de gente ha sido difícil de creer para quienes piensan que fuerzas poderosas orquestaron el crimen.

Una famosa nota de la revista Time mencionó al “flaco con ojos de loco”, un hombre delgado con mirada desquiciada que habría sido visto con Roa poco antes del tiroteo. Algunos testigos aseguraron que este sujeto se hizo pasar por Roa días antes y pidió una cita con Gaitán. Un sospechoso fue arrestado: un mecánico de la imprenta del diario conservador El Siglo, pero nunca se comprobó ningún vínculo. La figura del “flaco con ojos de loco” alimentó la sospecha de una conspiración en la que Roa solo era el chivo expiatorio.

También hubo inconsistencias. Algunos afirmaron que el hombre asesinado frente a la farmacia no coincidía con Roa. Otros señalaron que, aunque había comprado un revólver días antes, no tenía la habilidad para ejecutar un ataque tan certero. Cada nuevo rumor sembraba más dudas, y se rastrearon registros de hoteles y documentos privados en busca de agentes extranjeros o financiadores ocultos.

Aunque un decreto judicial declaró culpable únicamente a Roa Sierra, muchos consideraron esa conclusión demasiado conveniente, especialmente en un contexto tan tenso. ¿Era plausible que un solo hombre con problemas mentales hubiese asesinado al líder populista más prometedor del hemisferio y provocado una insurrección nacional?


Las Teorías de Conspiración que No Mueren

Las sospechas públicas encontraron un paralelismo inmediato con el asesinato de John F. Kennedy quince años después. Ambos eran figuras carismáticas, asesinadas en plena calle, por supuestos tiradores solitarios con pasados dudosos. Ambos crímenes dejaron tras de sí teorías de conspiración sobre gobiernos, intereses extranjeros y agencias de inteligencia.

En el caso de Gaitán, se han señalado muchas posibilidades. Una teoría acusa al gobierno conservador de eliminar a un rival que amenazaba el orden establecido. Otra indica que facciones liberales temían perder su estatus frente al auge gaitanista.

Algunos sospechan de intereses estadounidenses. Gaitán criticaba la explotación por parte de empresas extranjeras, como la United Fruit Company. En plena Guerra Fría, se temía que un gobierno suyo afectara intereses económicos y políticos. Conservadores colombianos y emisarios de EE. UU. culparon rápidamente al comunismo, aunque sin pruebas. La presencia de Fidel Castro en Bogotá ese día avivó la especulación.

El caso se convirtió en un enredo de rumores, negaciones oficiales, documentos perdidos, y testigos desaparecidos. Para muchos, la versión del asesino solitario nunca justificó las implicaciones tan grandes de su muerte. Gaitán estaba a punto de transformar la estructura del poder en Colombia, y no parecía ilógico que actores más poderosos conspiraran para impedirlo.


El Legado de un Hombre Que No Fue Silenciado

Pocos asesinatos han alterado tanto el curso de una nación. El crimen de Gaitán encendió el Bogotazo, arrasó el centro de la capital y desencadenó un conflicto que dejó más de 200.000 muertos durante La Violencia. Muchos creen que si hubiera vivido, Colombia podría haber evitado décadas de guerrilla, narcotráfico y paramilitarismo.

Su legado permanece como símbolo de esperanza y justicia social. El 9 de abril es ahora el Día Nacional de la Memoria y Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado. Su imagen aparece como figura trágica pero también como ícono, recordándonos que el país aún persigue los ideales que él encarnaba.

Sin embargo, su memoria sigue marcada por la incertidumbre. El linchamiento de Roa dejó un vacío judicial. Las declaraciones oficiales no han logrado silenciar las voces que insisten en que hubo algo más. Archivos cerrados, testimonios borrados, e investigaciones truncadas solo profundizan el misterio.

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Al igual que con el asesinato de Kennedy, este crimen permanece en el corazón de una nación herida. Ya sea que uno crea en un tirador solitario o en una red de conspiraciones internacionales, el asesinato de Gaitán sigue siendo uno de los enigmas más oscuros de América Latina. Como él mismo decía: “No soy un hombre; soy un pueblo”. Fue silenciado en la calle, pero su voz no se ha apagado. El rompecabezas aún espera piezas clave que, si se encuentran, podrían revelar lo que realmente ocurrió el 9 de abril de 1948, y por qué.

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