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Chile enfrenta el pasado de Colonia Dignidad mientras Villa Baviera encara la expropiación

Bajo los techos de tejas y las fachadas alpinas de Villa Baviera, la tierra oculta un legado demasiado violento para borrarse. En otro tiempo, Colonia Dignidad fue secta, centro de tortura y aliada de una dictadura. Ahora Chile debe decidir: ¿comercio o memoria?

Una fachada de chalet sobre habitaciones que recuerdan

Con sus chalets de tejas rojas, jardines impecables y galletas de jengibre a la venta en una tiendita, Villa Baviera podría confundirse con una aldea alemana trasplantada a los valles centrales de Chile. Sin embargo, el nombre que susurra la tierra es más antiguo, más oscuro: Colonia Dignidad.

Paul Schäfer, predicador alemán que fundó la colonia en 1961, gobernó con férrea secrecía. Los sobrevivientes recuerdan niños arrancados de sus padres, humillaciones interminables y abusos sexuales disfrazados de ritual. Tras el golpe militar de 1973, aquel encierro del horror se amplió hacia la colaboración estatal. Opositores al general Augusto Pinochet fueron arrastrados hasta aquí, encerrados en sótanos, torturados en graneros y cobertizos. Muchos jamás salieron con vida. El Ministerio de Justicia chileno afirma que hay pruebas que vinculan a cientos de detenidos desaparecidos con este lugar.

Schäfer murió en prisión en 2010. Lo que queda de su dominio ha sido pintado de nuevo como enclave turístico, con cabañas, hotel y una laguna para botes. Pero el gobierno de Chile ha emitido un decreto de expropiación: 117 hectáreas serán confiscadas para señalar sitios de tortura y fosas comunes, transformando el comercio en memoria.

Familias de desaparecidos exigen recuerdo

Para quienes aún esperan a sus seres queridos ausentes, el decreto llega como justicia tardía. En la ciudad de Parral, Ana Aguayo guarda una fotografía descolorida de su hermano Luis, militante socialista arrestado en septiembre de 1973. Un campesino dijo haberlo visto dentro de Colonia Dignidad. Sus padres golpearon las puertas, pero les negaron la entrada. Buscaron en todas partes —comisarías, tribunales—, pero Luis nunca volvió.

“Mi padre murió de pena”, contó a la BBC. Su madre, de noventa y seis años, aún cree escuchar la voz de su hijo clamando.

Investigaciones oficiales señalan que al menos 27 personas de Parral fueron asesinadas dentro de la colonia. Entre quienes habrían encontrado aquí su fin estaban líderes socialistas como Carlos Lorca. Para Ana, la ecuación moral no admite comercio: “Fue un lugar de horror. No puede ser donde los turistas compren o coman. Debe ser un sitio de memoria, para que nunca vuelva a repetirse”.

Residentes temen ser víctimas dos veces

Menos de un centenar de adultos vive hoy en Villa Baviera. Muchos nacieron allí bajo el mando de Schäfer, obligados a trabajar desde niños, padeciendo golpes y silencio. Insisten en que ellos también fueron víctimas, y ahora corren el riesgo de perder la única comunidad que conocen.

“El mapa de expropiación atraviesa nuestras casas y negocios”, dijo Dorothee Munch, nacida en la colonia en 1977. El restaurante, hotel, panadería, carnicería y lechería que los sostienen hoy quedan dentro del área marcada para ser confiscada. “Vivimos bajo el miedo, también somos víctimas. Esto nos convertirá en víctimas otra vez”, declaró a la BBC.

Otros repiten su ruego. Erika Tymm, separada de sus padres siendo una niña, relata haber sufrido choques eléctricos y humillaciones. Quiere seguir viviendo entre vecinos que comparten las mismas cicatrices. Setenta y tres residentes y exmiembros han escrito al presidente de Chile exigiendo compensación y participación. Incluso contrataron una empresa de relaciones públicas para defender su causa. Para ellos, la expropiación no solo se trata de tierra, sino de si el Estado reconocerá su sufrimiento —o los arrancará de nuevo.

“Aquí ocurrió tanta crueldad”

Algunos sobrevivientes sostienen precisamente lo contrario: que la reinvención de Villa Baviera como parada turística es obscena.

Cada noche, cuando era niño, Georg Klaube dice que lo llevaban a un edificio, lo desnudaban y le aplicaban descargas eléctricas hasta hacerlo gritar. Recuerda haber sido drogado, abusado sexualmente y quebrado. Ahora, cuando ve a visitantes comiendo en esos mismos edificios, se siente enfermo. “Aquí ocurrió tanta crueldad, tanto a alemanes como a chilenos”, dijo. “No puedo creer que ahora haya un restaurante donde cayeron lágrimas, orina y sangre de niños”.

Klaube se ha sumado a una demanda contra la dirigencia de Villa Baviera, acusándolos de acaparar ingresos en lugar de compartirlos con exmiembros. También apoya el plan gubernamental de instalar un memorial.

Fuera del enclave, el respaldo es fuerte. Ex prisioneros políticos torturados aquí, campesinos expulsados cuando la colonia se expandió y lugareños abusados por Schäfer exigen que la memoria reemplace al comercio. El registro es implacable: Schäfer fue arrestado en 2005, condenado por abusar sexualmente de 25 niños, cinco de ellos violados. Varios de sus lugartenientes fueron encarcelados.

Ahora Chile debe decidir qué sigue. “Aquí se cometieron crímenes atroces”, dijo el ministro de Justicia Jaime Gajardo a la BBC. “Una vez que el Estado lo recupere, los chilenos podrán entrar libremente. Será un espacio para la memoria, para que nunca más se repitan tales crímenes”.

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Los chalets y el paisaje de postal permanecerán. Pero si el decreto se mantiene, la tierra bajo ellos ya no susurrará: hablará, en nombre de Chile, por los desaparecidos, por los violentados, por quienes no pueden descansar hasta que la memoria eche raíces.

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