Brasil: de pulmón del mundo a preocupación ambiental mundial
Según información de Greenpeace, en los años 90, la selva amazónica absorbía 2.000 millones de toneladas de CO2 pero en el 2021 la región ha pasado a emitir más CO2 del que es capaz de absorber. Foto: Pixabay
LatinAmerican Post | María Fernanda Ramírez Ramos
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Las cifras de deforestación de la Amazonía brasileña causan gran intranquilidad entre expertos pues son las más altas desde hace 15 años. Brasil ha pasado a ser una preocupación ambiental mundial.
Brasil ha roto nuevamente el récord de deforestación en la Amazonía. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) publicó a finales de noviembre un informe sobre la deforestación en Brasil que indica que del 1 de agosto de 2020 al 31 de julio de 2021 se han deforestado 13.235 km2, lo que representa un aumento del 21,97% respecto al año anterior, y se equipara a 7.5 veces el tamaño de Bogotá. No obstante, este año, la misma agencia informó que se ha roto nuevamente un récord con 199km² de deforestación en la Amazonía Legal durante febrero.
Estas cifras resultan preocupantes e inadmisibles ante los desafíos mundiales en la lucha contra el cambio climático. Brasil es un país con una riqueza natural enorme, cerca de un 20% de la biodiversidad mundial se encuentra allí, lo que lo hace el país más biodiverso del mundo. No obstante, hoy la situación es paradójica, pues según información de Greenpeace, en los años 90, la selva amazónica absorbía 2.000 millones de toneladas de CO2 pero en el 2021 la región ha pasado a emitir más CO2 del que es capaz de absorber.
El informe tiene fecha del 27 de octubre. Sin embargo, el gobierno de Bolsonaro no quiso publicarlo antes para que así no coincidiera con la COP 26. Pese a que en esa reunión uno de los principales acuerdos a los que llegaron los países fue detener y revertir la deforestación para el año 2030, parece que esas promesas son papel mojado si se analizan las cifras del informe de la INPE y el actuar de Bolsonaro durante los años de su presidencia.
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En la última década, Brasil ha enfrentado importantes desafíos ambientales: minería descontrolada, deforestación acelerada, derrames de petróleo y graves incendios forestales. El gigante sudamericano se encuentra hoy en una encrucijada que debe resolver con rapidez, pues, pese a ser clave para el futuro ambiental del mundo, se está consumiendo de forma descontrolada y acelerada.
De hecho, un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OCDE (que evalúa el progreso de Brasil en la implementación de políticas ambientales) señala que el reto para el país es hacer realidad la normativa y regulaciones ambientales establecidas, porque a pesar de tener reglamentaciones estas no se están cumpliendo.”Es una cuestión de asegurar suficientes recursos financieros y humanos, mejorando la coordinación entre los niveles de gobierno y asegurar la implementación efectiva de políticas, incluida la garantía de cumplimiento, a nivel subnacional”.
La ganadería, el cultivo de soja y el uso industrial de la madera son las principales causas responsables de la explotación acelerada de la selva. La pregunta que surge es: ¿cómo abordar esta situación para frenar la deforestación e intentar mitigar los daños? Lo cierto es que sin voluntad política, los cambios reales serán muy difíciles de alcanzar.
Sin embargo, diversas organizaciones y grupos ecologistas instan a los entes gubernamentales y a la sociedad civil a hacer cambios y presionar al gobierno de Bolsonaro a cumplir con las necesidades de protección ambiental. Por su parte, las personas pueden comprometerse a disminuir (o eliminar) el consumo de carne y a hacer compras más conscientes.
No obstante, el mayor poder lo tendrán los brasileños en las urnas para elegir a su nuevo presidente el próximo año, pues se ha demostrado que en la agenda de Bolsonaro el medio ambiente no tiene un papel importante. Al respecto, Cristiane Mazzetti, gestora ambiental de Greenpeace, aseguró que la forma en la que Bolsonaro ha gestionado los recursos de su país se enmarcan en una visión retrógrada de desarrollo que “no condice con los esfuerzos necesarios para lidiar con las crisis de clima y biodiversidad".
Sin embargo, los cambios más grandes deben hacerlos las grandes organizaciones e instituciones. Por ejemplo, Greenpeace pide a la Unión Europea que cumpla de forma estricta el reglamento EUTR, que impide que a Europa entre madera procedente de la destrucción de bosques. Asimismo, exige que se apruebe una Ley para que no se pueda importar materias primas que se produzcan a causa de deforestación.
Por otra parte, la organización Observatorio do Clima ha realizado diversas denuncias sobre el mal manejo de las políticas ambientales que se vienen haciendo en el país en los últimos años. De hecho, su informe del 2019 se tituló “Lo peor está por venir”. A inicios de este año, el observatorio anunció que el presupuesto del 2021 sería el peor de la última década para el medio ambiente y este 23 de noviembre denunció que en el congreso se alista un proyecto que pretende cambiar las reglas para el otorgamiento de las licencias ambientales.
Se aprovado como está no @SenadoFederal, o PL 2159 vai acabar com o Licenciamento Ambiental e destruir uma floresta do tamanho do Rio Grande do Norte com os impactos de uma única obra na #Amazônia. Relatora @KatiaAbreu, e agora? #PLdaBoiadaNão https://t.co/1VxI7F7Yp9
— Observatório do Clima, 19 anos (@obsclima) November 26, 2021
Lo cierto es que el gobierno de Bolsonaro no solo ha sido una amenaza para el medio ambiente sino también para los derechos humanos. Amnistía Internacional publicó este año un informe titulado 1.000 días sin derechos. Las violaciones del gobierno Bolsonaro en la cual señala 32 situaciones de incumpliento a los derechos dentro de las cuales 4 se enmarcan en agresiones contra comunidades indígenas y a la Amazonía.