Medio ambiente

Ganadería extensiva: ¿alimentación responsable o una excusa para seguir explotando?

En Europa se busca optar por la ganadería extensiva, pero Latinoamérica es la muestra perfecta de que esta opción no es sostenible

Dos vacas en un campo

“Que algo sea “más ecológico” no significa que tenga justicia ambiental ni social”. Foto: LatinAmerican Post

LatinAmerican Post | Vanesa López Romero

 

Hace unas semanas el ministro de Consumo de España, Alberto Garzón, criticó la ganadería intensiva en un artículo de The Guardian y defendió la transición a la ganadería extensiva. Parte de sus argumentos dicen que esta alternativa es mucho más sostenible que la industrial y que, en ese orden de ideas, tiene un menor impacto ambiental y en la vida de los animales. Esta discusión no es nueva en Europa, países como Holanda, por ejemplo, ya han optado por este modelo, y otros como Alemania, Italia Francia, entre otros, están viéndolo como la opción más viable. ¿Pero qué tan cierto es que la ganadería extensiva es funcional y puede ayudar a combatir el cambio climático? ¿Realmente es tan responsable como dice ser?

¿Cuál es la diferencia entre la ganadería extensiva e intensiva?

Para poder responder las anteriores preguntas, primero debemos establecer las diferencias entre la ganadería extensiva y la intensiva. Tal como lo dice su nombre, la ganadería intensiva consiste en las explotaciones ganaderas a nivel industralizado en las que se opta por mantener a miles de cabeza de ganado en una misma instalación y con condiciones creadas artificialmente. En ese orden de ideas, no es un secreto que los animales son expuestos a condiciones muy precarias. Además, el alimento del ganado se produce a partir de siembras de granos y cereales que tienen un impacto ambiental por su producción masiva.

En el caso de la ganadería extensiva consiste en permitir al ganado pastar y aprovechar de manera parcial o total un terreno para que este pueda alimentarse. De esta manera, las condiciones de los animales parecen ser mejores y es vista como una alternativa más ecológica porque están alimentándose directamente del terreno y se reduce el impacto ambiental. 

Pero la etiqueta que se le da a la ganadería extensiva no puede estar más lejos de la realidad, muestra de eso es Latinoamérica. 

Explotación con máscara de sostenibilidad

Si bien la ganadería extensiva suena como algo muy bello porque se piensan a los animales pastando libremente en la naturaleza, sus consecuencias ambientales y sociales son muy grandes. Tomemos como ejemplo el Amazonas, un lugar que hasta hace unos cuantos años era conocido como una de las selvas tropicales más grandes e ambientalmente importantes del mundo. Gracias a la ganadería extensiva hoy en día es la selva está cada vez más cercana a convertirse en una sabana, pues se ha dispuesto del territorio para dar más espacio a que las cabezas de ganado pasten. 

Lee también: ¿Qué consecuencias económicas habría si el Amazonas se vuelve una sabana?

Todos los días se talan hectáreas de bosque, y la deforestación crece a raíz de estas actividades extractivas que son reconocidas como legales. Latinoamérica tiene 9 de los 24 frentes de deforestación que hay en el mundo. La ganadería es la principal causa de la deforestación que se realiza en la región. Y esa deforestación también afecta a las comunidades rurales que son sacadas a la fuerza de sus territorios. 

Y acá hay que detenernos, porque es deforestación no solo se hace para que las cabezas de ganado pasten y tengan más espacio. También se hace para cultivar alimentos extras que se le dan a los animales para que crezcan más velozmente y estén bien alimentadas.

Así que, por lo menos en ese aspecto, no se aleja mucho de la ganadería intensiva. Claro que podemos argumentar a favor de la extensiva que el maltrato que viven los animales es mucho menos problemático, pero ¿qué sentido tiene advocar por la dignidad de los seres vivos que son obligados a vivir bajo estas condiciones cuando en ambos modelos tienen el mismo fin? 

La discusión también ha migrado a diferenciar en el etiquetado de las carnes a la venta si vienen de una producción intensiva o extensiva, esto con el fin de que los consumidores tomen consiencia y opten por el producto que menos tiene impacto en la vida del animal y en el medio ambiente. 

¿Eso realmente serviría? Todo luce muy sostenible si se ve en un simple etiquetado. Supuestamente existe la pesca sostenible, pero, según datos de Sea Shepherd Conservation Society, detrás de esa supuesta sostenibilidad y cuidado por los océanos y sus especies se encuentran regulaciones poco efectivas que generan tanto o más daño que la pesca ilegal.

Lo más probables es que sucediera lo mismo si se saca al mercado un máscara de consumo de carne más sostenible. Los entes reguladores sirven como una puesta en escena para tranquilizar a unos cuantos consumidores, mientras en los escenarios donde se vive la realidad, los animales siguen expuestos a condiciones precarias y de crueldad. 

La alimentación responsable es imposible de alcanzar si los modelos bajo los que está establecida responden a un sistema extractivista y explotador que no tiene en cuenta la vida de las personas ni la de los animales que se ven afectados por esas prácticas. 

Que algo sea “más ecológico” no significa que tenga justicia ambiental ni social.

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Botón volver arriba