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¿La muerte de Shinzo Abe es culpa de las leyes de control de armas en Japón?

En Japón se desató un debate por el magnicidio de Shinzo Abe, con algunos defensores del porte legal de armas asegurando que las leyes actuales de control de armas no pueden evitar la violencia humana.

Shinzo Abe

Foto: Oficina de Información Pública del Gabinete

LatinAmerican Post | Christopher Ramírez

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El pasado 8 de julio se divulgaron imágenes que el mundo entero pudo ver sobre el magnicidio del exprimer ministro de Japón, Shinzo Abe. El hombre de 67 años se desplomó, en medio de un discurso público que daba en la ciudad de Nara, luego de recibir dos impactos de bala en su cuerpo.

Sin embargo, más allá de lo que puedan pensar las personas ajenas a la cultura japonesa, los nacionales de ese país vieron con asombro cómo el político más importante de su historia reciente caía al suelo en medio de una realidad que era muy poco debatible hasta ese momento: las leyes antiarmas en Japón. Aunque en gran parte del mundo occidental los asesinatos son vistos como una “rutina” social y cultural de sus respectivas naciones, en Japón, y sus bases orientales, esta situación no es vista como una realidad ni una “costumbre”.

De acuerdo con la Encuesta sobre Armas Pequeñas realizada en 2018, de los siete países del G7: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Reino Unido y Japón, este último tiene la cifra más pequeña de posesión de armas por habitante: entre cada 100 japoneses solo se registra 0,3 armas.

En relación, Reino Unido presenta 4,9 armas; Italia 14,4; Francia 19,6; Alemania 19,6; Canadá 34,7; y el antirécord lo lidera Estados Unidos con 120,5 armas por cada 100 habitantes. Esto, por supuesto se refleja en el número de tiroteos registrados en el gigante norteamericano: 300 en lo que va de este 2022, según un recuento del Archivo de Violencia Armada (GVA, por sus siglas en inglés).

Por su parte, Japón solo ha presenciado 14 muertes directamente relacionadas con armas de fuego desde 2017; una cifra que puede derivarse de los bloqueos totales a las armas en la sociedad civil, misma que solo puede acceder a rifles de caza, después de pasar rigurosos estudios psicológicos y sociales. Además, en caso de acceder a este tipo de armas, deben actualizar su permiso cada tres años.

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No obstante, muchas personas se han cuestionado si esta efectividad es suficiente, acusando que, tal como lo demostró el asesinato de Abe, la violencia humana es algo que no se puede controlar. Sin embargo, esta verdad puede ser vista, según varios expertos, como un recordatorio de que son precisamente las leyes regulatorias de armas en Japón las que hacen que este tipo de situaciones sean menos comunes a diferencia de otras potencias mundiales.

Uno de ellos fue Max Fisher, columnista de The New York Times y experto en análisis de temas de origen global, quien aseguró que “los expertos que investigan las leyes de armas hacen hincapié en que incluso las medidas más estrictas no pueden eliminar totalmente la capacidad humana de la violencia. Más bien, las restricciones, si tienen éxito, pueden reducir la gravedad de esa violencia e imponer obstáculos que la hagan menos frecuente”.

¿Culpa de la seguridad estatal?

Además, es importante recordar la forma y escenario en que el asesino perpetró el crimen, pues arroja dos detalles dignos de analizar: el arma era artesanal y Abe está completamente vulnerable al ataque.

Las primeras imágenes mostradas por el medio japonés NHK dan evidencia de que el arma usada por Tetsuya Yamagami, quien se declaró culpable del asesinato, no era una pistola normal, sino más bien tenía cierta similitud a un arma de juguete.

Con dos tubos de aluminio unidos a una base de madera con ayuda de una cinta negra, el hombre elaboró un arma funcional, con la que estuvo practicando durante varios días antes del homicidio, según contó la Policía japonesa. Además, en un allanamiento que se hizo a su casa horas después, se encontró que tenía otras armas similares.

“Si la capacidad del tirador para construir y utilizar un dispositivo de este tipo demuestra que las restricciones a las armas no pueden eliminar por completo la violencia de una sociedad, también demuestra que tales medidas tienden a hacer que esa violencia sea más inusual y menos mortal”, añade Fisher.

Por otra parte, las autoridades aceptaron su culpa en la muerte del exprimer ministro nipón, manifestando que las leyes antiarmas no pueden ser una excusa para descuidar los protocolos de seguridad de los personajes públicos en el país.

“Creo que es innegable que había problemas con las medidas de escolta y de seguridad para Abe”, dijo el jefe de la policía de la prefectura de Nara, Tomoaki Onizuka. De esta forma, la muerte de este importante político asiático ha colocado nuevamente en entredicho la forma en que las leyes antiarmas pueden o no detener los actos violentos en un determinado territorio; con algunos apoyando, incluso, la legalización como forma de protección y otros defendiendo la prohibición como única estrategia de disminuir la natural violencia humana.

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