AMÉRICAS

Aumento en las Deportaciones de Mujeres y Niños en República Dominicana Desata Preocupaciones

Un esfuerzo amplio por detener a migrantes haitianos sin papeles en República Dominicana ha generado críticas a nivel mundial. Mujeres embarazadas y madres que acababan de dar a luz fueron expulsadas de hospitales, lo que plantea interrogantes sobre la legalidad y la ética de estas acciones. El incidente vuelve a poner en el centro del debate las complejas relaciones fronterizas en la isla La Española.

Una Redada Controvertida y Repentina

En una acción sorprendente, las autoridades dominicanas deportaron en un solo día a más de 130 mujeres y niños haitianos, centrándose en aquellos que recibían atención en hospitales públicos. Según declaraciones oficiales, 48 mujeres embarazadas, 39 madres recientes y 48 niños fueron expulsados como parte del primer paso de una serie de medidas destinadas a detener el flujo de migrantes indocumentados. El Departamento de Migración dominicano explicó en una entrevista con EFE que cada detenido fue procesado en un centro de detención, donde se tomaron datos biométricos y huellas dactilares antes de ser trasladados a las autoridades haitianas por el paso fronterizo de Elías Piña.

Esta redada forma parte de una ofensiva más amplia impulsada por el presidente Luis Abinader, cuyo gobierno ha prometido frenar la inmigración irregular desde Haití, que ocupa la parte occidental de La Española. Se estima que más de medio millón de haitianos residen actualmente en territorio dominicano. Muchos dominicanos expresan su preocupación por la presión que esto ejerce sobre los recursos públicos, especialmente el sistema de salud. Un estudio señala que alrededor de 33,000 madres haitianas dieron a luz en hospitales dominicanos solo el año pasado.

Críticas por el Contexto Haitiano

Los críticos señalan la difícil situación dentro de Haití. La acción de pandillas y los problemas políticos han obligado al cierre de numerosos centros médicos, lo que ha llevado a muchos haitianos a buscar atención médica urgente en otros lugares. A medida que la República Dominicana endurece sus regulaciones, algunos cuestionan si deportar a mujeres embarazadas o recién paridas viola principios humanitarios fundamentales. Organizaciones locales, como el Colegio Médico Dominicano, han calificado estas prácticas de “inhumanas” y advierten que exigir pruebas de residencia en hospitales podría disuadir a las migrantes, en especial a las embarazadas, de buscar atención médica que podría salvarles la vida.

Justificación del Gobierno

La oficina del presidente Abinader mantiene su postura, afirmando que la “generosidad del país no será explotada”. El gobierno ha anunciado 15 medidas para frenar la migración ilegal, entre ellas instruir a los hospitales a solicitar identificación, permisos de trabajo o documentación de residencia antes de brindar servicios. Luego del tratamiento, los pacientes sin documentos adecuados se enfrentan a una deportación inmediata. Las autoridades aseguran que las madres y los niños solo son retirados de los hospitales una vez que los equipos médicos los consideran clínicamente aptos para el alta.

El Departamento de Migración, también en declaraciones a EFE, enfatizó que todos los deportados “fueron tratados con dignidad y alimentados” durante el proceso. Afirmaron que los haitianos fueron trasladados en autobuses con aire acondicionado y asientos cómodos, lo que, según ellos, alivió el viaje. Sin embargo, estos detalles hicieron poco para calmar las protestas de los grupos defensores de derechos, que acusan al gobierno de indiferencia ante la necesidad humana. Los críticos destacan que, aunque las autoridades insisten en la dignidad del trato, el trauma psicológico de detener a mujeres embarazadas o nuevas madres en hospitales extranjeros sigue sin abordarse.

Presión Política Interna y Reacciones Externas

Medios locales y analistas señalan que la ofensiva migratoria refleja presión política interna. A pesar de la condena internacional, las deportaciones han aumentado: solo en el primer trimestre de este año, República Dominicana expulsó a más de 80,000 personas a Haití, según datos de la agencia AFP. Los partidarios del gobierno argumentan que un país de apenas 11 millones de habitantes no puede cargar indefinidamente con el peso de atender a los migrantes haitianos, especialmente ante el agravamiento de la crisis en Haití.

Una Isla Dividida y Bajo Asedio

Mientras República Dominicana intenta controlar su frontera, Haití está sumido en una violencia creciente. Según datos de Naciones Unidas, más de 5,600 personas fueron asesinadas en actos de violencia de pandillas en Haití durante 2024. Hospitales han sido cerrados o tomados por grupos armados, dejando a madres embarazadas y pacientes graves sin opciones seguras de atención. La representante especial de la ONU, María Isabel Salvador, advirtió el lunes que Haití “se acerca a un punto de no retorno”.

Para muchos haitianos desesperados por escapar del caos, cruzar a República Dominicana es la única opción viable. Pero su llegada provoca reacciones mixtas. Algunos dominicanos muestran comprensión, recordando los lazos históricos, culturales y familiares entre ambos pueblos. Otros, sin embargo, expresan una creciente frustración ante un sistema de salud pública al borde del colapso. Las estrictas medidas del presidente Abinader parecen dirigirse a esta última preocupación, reiterando que los extranjeros deben cumplir con las leyes migratorias dominicanas, advirtiendo que una política permisiva agotaría los escasos recursos nacionales.

¿Control Fronterizo o Crisis Humanitaria?

Las recientes deportaciones subrayan lo crítica que se ha vuelto la situación. Con migrantes haitianos huyendo en masa de la violencia, cada nueva política del gobierno dominicano aviva el debate sobre soberanía nacional, responsabilidad humanitaria y las obligaciones del vecino más próspero. Aunque las autoridades afirman que nunca negarán atención de emergencia, los nuevos protocolos que exigen identificación o papeles de residencia en hospitales—respaldados por deportaciones rápidas—podrían disuadir a personas vulnerables de buscar ayuda.

Grupos humanitarios, incluidos organismos religiosos locales y ONG internacionales, han criticado la represión como miope. Argumentan que deportar a mujeres y recién nacidos a un país en crisis pone vidas en peligro y daña la imagen de compasión de República Dominicana. Además, defensores de derechos advierten sobre detenciones erróneas, en especial si las personas haitianas con permisos válidos no pueden mostrar los documentos de inmediato durante una visita médica. Aunque las autoridades insisten en que nadie es deportado sin el debido proceso, los críticos dudan de la rigurosidad de los controles realizados en el momento.

¿Qué Sigue?

La naturaleza interdependiente de la isla complica cualquier política unilateral. Aunque República Dominicana endurezca sus leyes, la prolongada crisis haitiana no muestra señales de mejora, y el flujo constante—o incluso creciente—de haitianos desplazados seguirá siendo una realidad. Observadores apuntan que las soluciones duraderas requerirán esfuerzos diplomáticos, colaboración transfronteriza y asistencia humanitaria internacional para estabilizar Haití desde dentro. Por ahora, la ofensiva contra madres y niños migrantes en hospitales dominicanos ha elevado la tensión al máximo, enfrentando los llamados al control migratorio con los apremios de la compasión humanitaria.

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Los gobiernos ahora enfrentan una presión creciente para actuar ante una crisis humanitaria que atraviesa fronteras. Los hospitales se han convertido en terreno de lucha migratoria. Queda por ver cómo las deportaciones recientes afectan la opinión pública y dan forma a futuras políticas. Ya sea que República Dominicana revise sus medidas o las refuerce, la historia de las familias haitianas en busca de seguridad y atención médica ha obligado a toda la región—y al mundo— a enfrentar la difícil pregunta de cómo equilibrar soberanía, recursos y compasión humana.

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