Ríos: las venas abiertas del planeta
Los ríos son corrientes de agua superficial, que discurren por la fuerza de gravedad a través de un lecho.
Los ríos cumplen la función de riego del planeta, por lo que su cuidado es clave para garantizar la vida humana a largo plazo. / Foto: Unsplash
LatinAmerican Post | Jorgue Guasp
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Ríos famosos del mundo
¿Acaso podríamos hablar de París sin mencionar el río Sena? El Támesis es parte indisoluble de Londres. Antes de desembocar en el Atlántico, el emblemático Guadalviquir, que pasa por Sevilla, da origen al humedal en el que se encuentra el Parque Nacional Doñana, refugio del lince ibérico. Para las ciudades, los ríos no son solo una fuente de agua; también le imprimen al paisaje urbano un rasgo distintivo. El agua en movimiento invita a la recreación, y representa a la naturaleza como contrapeso del desarrollo urbano.
El Nilo y el Amazonas se disputan la categoría de río más largo del mundo. En ambos casos, su longitud se aproxima a los 7000 km. Pero en lo concerniente a la superficie, y según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, “la Cuenca del Río Amazonas es la más extensa del planeta; ocupa más de un tercio de la superficie del subcontinente suramericano. Abarca más de 6 millones 118 mil Km cuadrados, el 44% del área terrestre de América del Sur. Se extiende por Perú, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guayana, Surinam y Venezuela”.
En cuanto al Nilo, el informe Aguas Transfronterizas, de las Naciones Unidas, consigna que “en febrero de 1999 se acordó establecer un marco para la cuenca del río Nilo, donde viven 160 millones de personas distribuidas en 10 países, a fin de luchar contra la pobreza y estimular el desarrollo económico en la región mediante la promoción de la utilización equitativa de los recursos hídricos comunes y la distribución equitativa de los beneficios”.
Aporte de agua a los ríos
“Muchas de las cuencas de los ríos tienen sus nacientes en regiones altas y montañosas, las cuales frecuentemente se asocian con tasas de precipitación relativamente altas. En algunas regiones, el agua proveniente de la nieve derretida y del hielo almacenado en glaciares puede ayudar a regular los caudales de agua durante los meses más calientes del verano. La mayoría de los arroyos ganan agua durante el trayecto que va desde sus cabeceras hacia lagos y mares, aunque algunos arroyos pierden agua a través de cauces permeables o alta evaporación” (Gobernanza de aguas transfronterizas, UICN, 2019).
De acuerdo con el informe Los bosques y la cantidad del agua, de FAO, “está confirmado que la eliminación parcial o completa de la cubierta arbórea aumenta el total del caudal fluvial que llega de la zona de captación, debido en gran medida a la disminución de la evapotranspiración de los árboles, que funcionan como “bombas de agua” profundamente arraigadas (Hamilton y King, 1983; Bruijnzeel, 1990)”.
Durante las temporadas de sequía, en cambio, los bosques evitan la desecación del terreno, favorecen la infiltración del agua en el suelo, y son parte del ciclo del agua, gracias a la evapotranspiración y la formación de nubes. Los suelos desprovistos de bosques también son proclives a la erosión, que aporta sedimentos a los ríos e incluso puede conducir a la mortandad de peces por disminución del oxígeno del agua.
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Contaminación y alteración del cauce de los ríos
Volviendo al río que atraviesa Londres, "hay una lista muy larga de patógenos en el Támesis", dice Andrew Singer, un alto funcionario científico del Centro de Ecología e Hidrología. Una gran proporción de lo que sale de los londinenses, unos 15 millones de nosotros, va al Támesis. "La cantidad de agua allí es bastante baja en comparación con la cantidad de personas, lo que significa que tenemos menos agua para diluir lo que ponemos en ella. Efectivamente, nuestros ríos tienen entre un 10% y un 100% de aguas residuales a veces", explica Singer (Cómo funciona el "milagroso" dispositivo que te permite beber agua sucia, BBC, abril de 2018).
Según el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos de UNESCO, “entre los contaminantes más importantes del agua creados por las actividades humanas se encuentran microbios patógenos, nutrientes, sustancias que consumen el oxígeno del agua, metales pesados y materia orgánica persistente, así como sedimentos en suspensión y pesticidas, los cuales, en su mayoría, provienen de fuentes difusas (no localizadas)”.
A su paso por las ciudades, muchos ríos del mundo han sido canalizados para evitar su desborde, aprovechar el espacio que deja su cauce, y facilitar la instalación de represas destinadas a conservar el agua y producir energía hidroeléctrica. Estas canalizaciones contribuyen a la acumulación de sedimentos en el lecho del río, lo que disminuye su profundidad, aumenta la temperatura del agua, y reduce su concentración de oxígeno disuelto.
En las últimas décadas, la canalización de ríos ha sido cuestionada por sus consecuencias ecológicas. Como explica la especialista española Marta Gonzáles del Tánago, en su trabajo Efectos de la Canalización, “en los tramos encauzados, el principal problema para recuperar este funcionamiento ecológico de los ríos se debe a la estructura más o menos rígida de su trazado y secciones transversales del cauce, interfiriendo los procesos naturales de erosión y sedimentación dentro del propio río. Por otra parte, los métodos de encauzamiento con escolleras, mantas asfálticas, revestimientos de cemento, hormigón, etc., eliminan o reducen considerablemente los hábitats de orilla e impiden en muchos casos el desarrollo de la vegetación riparia” (Módulo: Contaminación Ambiental, Master en Ingeniería Medioambiental y Gestión del Agua, Escuela de Organización Industrial, España).
Algo similar sucede con los embalses construidos sobre los ríos. Si bien almacenan agua, morigeran las crecidas, y en ocasiones permiten generar energía hidroeléctrica, también aumentan el tiempo de residencia y la temperatura del agua, disminuyendo su concentración de oxígeno y favoreciendo la eutrofización (contaminación por exceso de nutrientes).
Los ríos brindan bienes y servicios, pero también exigen cuidados
Los ríos, verdaderas venas que permiten la irrigación del planeta, brindan una amplia oferta deportiva, recreativa, alimenticia y espiritual (natación, contemplación de la naturaleza, paseos costeros, navegación, pesca, etc.), y proveen de agua a las ciudades; pero también son sensibles a las actividades humanas. Convivir en armonía con ellos es clave para que el agua dulce no se agote ni pierda su calidad, y para garantizar a largo plazo la vida humana, que depende de ese elemento indispensable.