Brasil se yergue ante los aranceles de Trump y gana credibilidad

La respuesta serena y constitucional de Brasil ante la amenaza arancelaria de Trump no fue solo una defensa del comercio: fue una firme postura en favor de la independencia judicial y la soberanía democrática. Al elegir el derecho sobre el espectáculo, el gobierno de Lula le recordó al mundo cómo enfrentarse a un matón.
Una carta de Trump se encuentra con la Constitución brasileña
Cuando Donald Trump amenazó con imponer aranceles del 50% a Brasil y calificó el juicio contra Jair Bolsonaro de “caza de brujas”, Brasilia no se inmutó. En su lugar, invocó su Constitución, sus leyes y su posición en el mundo. La respuesta no fue estridente, sino quirúrgica, y podría redefinir cómo las democracias enfrentan a los autócratas extranjeros.
Todo comenzó con una señal ya conocida: una publicación en Truth Social, escrita en el inconfundible estilo de Trump, denunciando el juicio contra el expresidente brasileño como una “vergüenza internacional”. Pero en lugar de una guerra de tuits, lo que siguió fue una lección sobria sobre los límites democráticos.
Trump pudo haber imaginado que sus palabras movilizarían a la derecha brasileña. En cambio, chocaron de frente con el Artículo 2 de la Constitución brasileña de 1988, que separa los poderes Ejecutivo y Judicial. “Brasil no aceptará tutela”, dijo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, con firmeza pero sin teatralidad. La declaración fue difundida por EFE, pero su eco trascendió el ciclo de noticias.
Trump no solo insultó a un gobierno en funciones, sino que puso en entredicho la independencia de los tribunales brasileños. Y esa fue una línea roja.
Virgílio Afonso da Silva, respetado jurista constitucional, recordó en la Revista de Estudios Constitucionales que los intentos extranjeros de influir en procesos judiciales internos violan la Carta Democrática Interamericana, un documento que Trump probablemente nunca leyó, pero que Brasil sí toma en serio. Después de todo, hace menos de cuatro décadas, el país salía a duras penas de una dictadura militar. Sabe lo que es una justicia frágil—y no piensa volver atrás.
Aranceles sin lógica, amenazas sin fuerza
El arancel del 50% que prometió Trump sonaba agresivo. Pero para los economistas, era más ruido que sustancia. Para empezar, Estados Unidos tiene un superávit comercial con Brasil—unos 12 mil millones de dólares según datos del Censo estadounidense de 2023. Eso significa que los más perjudicados serían los exportadores estadounidenses, no los brasileños.
Luego está el tema de la legalidad. La Organización Mundial del Comercio (OMC) rechaza desde hace tiempo los aranceles generales y repentinos, salvo que se demuestre un daño económico. De hecho, en 2002, la OMC falló en contra de EE.UU. en el caso EE.UU.–Salvaguardias al acero por intentar algo similar. ¿La amenaza de Trump? Ni siquiera intentó justificarla.
¿La respuesta de Brasil? Silenciosa pero afilada. Rescató su Ley de Reciprocidad Económica, una norma de 1993 diseñada para momentos como este. Si un país impone barreras comerciales a Brasil, Brasilia puede imponer aranceles o restricciones equivalentes. Sin gritos. Solo reflejo.
Ese movimiento le dijo a Washington algo que no escuchaba hacía tiempo: este juego lo pueden jugar dos—y Brasil conoce mejor las reglas que Trump.
El juicio no es un espectáculo. Es el sistema funcionando
Cuando Trump llamó “caza de brujas” a los problemas legales de Bolsonaro, ignoró hechos incómodos: el asalto del 8 de enero de 2023 a la Plaza de los Tres Poderes, los registros falsos de vacunación, o los arsenales ilegales descubiertos por el Supremo Tribunal Federal.
Esto no es teatro político. Es debido proceso.
José Álvaro Moisés, politólogo de la Universidad de São Paulo, señala encuestas de Datafolha que muestran que el 54% de los brasileños apoyan el enjuiciamiento de Bolsonaro y sus aliados. Para muchos ciudadanos, la rendición de cuentas no es opcional—es prueba de que la democracia es real.
El gobierno de Lula no ha politizado al Poder Judicial. Lo ha dejado funcionar. Una clara diferencia con el historial de Trump con jueces e investigadores.
Cuando Lula declaró a EFE que “la libertad de expresión no debe confundirse con la agresión”, invocaba no solo la legislación nacional sino también precedentes internacionales, incluido el Plan de Acción de Rabat de la ONU, que traza una línea clara entre discurso e incitación.
En este caso, las acciones de Bolsonaro—y el ecosistema de desinformación que lo rodea—cruzaron esa línea hace tiempo.

EFE@Andre Borges
Respeto global con columna vertebral constitucional
Algunos observadores temían que la respuesta de Lula pudiera antagonizar a Estados Unidos. Pero académicos como Oliver Stuenkel, autor de Post-Western World, ven otra cosa: una potencia media que se afirma con calma y claridad.
Brasil no es antiestadounidense. Simplemente no es el socio menor de nadie.
Como miembro fundador de los BRICS, Brasil ha diversificado su economía. China compra su soya. La Unión Europea sus aviones Embraer. EE.UU. su etanol. Esa diversificación significa que ningún mercado puede torcerle el brazo sin lastimarse también.
Mientras tanto, empresas estadounidenses—desde Boeing hasta Chevron—siguen invirtiendo fuertemente en el petróleo y la industria aeroespacial brasileña. No apuestan por alianzas políticas, sino por el Estado de Derecho. Y la negativa de Brasil a ceder ante Trump podría haber reforzado esa confianza.
Lo que el equipo de Lula entiende—y Trump no—es que en un mundo multipolar, el respeto no se impone con amenazas. Se gana con confiabilidad.
Brasil no levantó la voz. No respondió por redes sociales. Invocó su Constitución, mostró su poder legal y recordó al mundo que la soberanía no se grita—se defiende con estructura.
Trump vino buscando una pelea. Brasil respondió con una ley.
Y al hacerlo, ofreció un modelo para que otras democracias—especialmente en el Sur Global—respondan ante la coerción. No con pánico. No con provocación. Sino con confianza en sus instituciones.
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Créditos: Con información de EFE, datos de encuestas de Datafolha, cifras comerciales del Censo de EE.UU. (2023), análisis jurídico de Virgílio Afonso da Silva (Revista de Estudios Constitucionales), y comentarios geopolíticos de Oliver Stuenkel (Fundação Getúlio Vargas). Contexto adicional basado en jurisprudencia de la OMC y la Ley de Reciprocidad Económica de Brasil (1993).