El poder judicial de Venezuela: una herramienta para el control autoritario
La reciente agitación electoral en Venezuela pone de relieve la profundamente arraigada manipulación judicial del país bajo los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Este análisis histórico explora cómo la erosión de la independencia judicial ha facilitado gobiernos autoritarios en Venezuela y más allá.
Los acontecimientos que rodearon las elecciones del 28 de julio en Venezuela han vuelto a poner en el centro de atención los problemas de larga data del país con la independencia judicial. Cuando los líderes mundiales y los observadores independientes criticaron los resultados de las elecciones, el presidente Nicolás Maduro respondió con la promesa de “ponerme ante la justicia”. Sin embargo, tal promesa suena hueca en Venezuela, donde la Corte Suprema ha sido reducida a una mera extensión del poder presidencial.
Para entender cómo llegó Venezuela a este punto, hay que remontarse a finales de los años 1990, cuando Hugo Chávez llegó al poder por primera vez. El ascenso de Chávez marcó el comienzo de un desmantelamiento sistemático de las instituciones democráticas de Venezuela, siendo el poder judicial el objetivo principal. En 1999, poco después de asumir el cargo, Chávez convocó una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución. Inicialmente, la constitución revisada pareció fortalecer los controles y equilibrios democráticos, incluidas garantías para un poder judicial independiente y una Corte Suprema autónoma.
Sin embargo, este compromiso con la independencia judicial duró poco. En 2004, la mayoría del Congreso de Chávez aprobó una legislación para ampliar la Corte Suprema de 20 a 32 miembros, una medida que le permitió llenar la corte con miembros leales. Este “repleto de tribunales” neutralizó efectivamente al poder judicial como rama independiente del gobierno y preparó el escenario para el gobierno autoritario que vendría después. Las acciones de Chávez sentaron las bases para la manipulación del poder judicial de Venezuela, una táctica que ha sido empleada por su sucesor, Nicolás Maduro, para mantener el control sobre el país.
Las consecuencias de abarrotar la cancha
La ampliación y posterior manipulación de la Corte Suprema de Venezuela bajo Chávez tuvo consecuencias de largo alcance. Al convertir el poder judicial en una herramienta del poder ejecutivo, Chávez se aseguró de que sus políticas, por controvertidas o antidemocráticas que fueran, encontrarían poca resistencia. Esta erosión de la independencia judicial también jugó un papel clave en la consolidación del poder bajo Maduro, quien heredó un poder judicial que ya estaba comprometido.
Las implicaciones de esto fueron evidentes en las elecciones del 28 de julio de 2024, donde Maduro reclamó la victoria a pesar de las acusaciones generalizadas de fraude electoral. El candidato de la oposición, Edmundo González, fue descalificado de la carrera en circunstancias dudosas y el Consejo Nacional Electoral, fuertemente influenciado por el ejecutivo, se negó a publicar los recuentos electorales. Con la Corte Suprema firmemente del lado de Maduro, no había ningún recurso legal para la oposición, y los resultados electorales fueron aprobados a pesar de que encuestas a boca de urna creíbles sugerían una victoria aplastante de González.
El descenso de Venezuela al autoritarismo a través de la manipulación judicial no es un caso aislado. En toda América Latina, otros líderes han seguido el ejemplo de Chávez, utilizando la capacidad judicial y otras formas de reingeniería institucional para socavar la independencia judicial. Esta tendencia ha contribuido a un declive más amplio de la gobernabilidad democrática en toda la región, a medida que los líderes recurren cada vez más a tácticas autoritarias para mantener el poder.
Difusión regional de prácticas autoritarias
Las estrategias empleadas por Chávez y Maduro en Venezuela han encontrado resonancia en otros países latinoamericanos, donde los líderes también han tratado de socavar la independencia judicial para consolidar su poder. En El Salvador, por ejemplo, el presidente Nayib Bukele utilizó la mayoría de su partido en la legislatura para destituir a una parte importante del poder judicial, incluidos todos los miembros de la Corte Constitucional. Las acciones de Bukele, como las de Chávez y Maduro, se justificaron como necesarias para purificar el poder judicial, pero en realidad tenían como objetivo eliminar los controles a su poder.
En Nicaragua, el presidente Daniel Ortega también ha manipulado el poder judicial para afianzar su gobierno. El gobierno de Ortega ha atacado sistemáticamente a jueces y fiscales que han mostrado alguna inclinación a desafiar al régimen, reemplazándolos con personas leales que garantizan que el sistema legal sirva a los intereses del ejecutivo. Esta erosión de la independencia judicial ha permitido a Ortega silenciar la disidencia y mantener un firme control del poder, incluso cuando su gobierno enfrenta la condena internacional por sus abusos contra los derechos humanos.
México también ha experimentado acontecimientos preocupantes durante el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ha propuesto reformas para someter a los jueces y magistrados a elecciones populares. Si bien esta medida se presenta como una forma de democratizar el poder judicial, los críticos argumentan que podría politizar aún más los tribunales y socavar su independencia. Las propuestas de López Obrador han provocado un debate importante, y muchos advirtieron que podrían llevar a México por un camino similar al de Venezuela.
La propagación regional de estas prácticas autoritarias no se limita a países con líderes caudillos. Incluso en países con tradiciones más democráticas, ha habido una tendencia creciente a la extralimitación del ejecutivo y la manipulación judicial. En Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha enfrentado críticas por sus intentos de influir en el banco central y por sus ataques públicos al poder judicial. Aunque las instituciones de Brasil siguen siendo más fuertes que las de Venezuela o Nicaragua, las presiones sobre la independencia judicial son motivo de preocupación.
Implicaciones globales del socavamiento judicial
La erosión de la independencia judicial en América Latina tiene implicaciones significativas no sólo para la región, sino para el orden global más amplio. A medida que más países en las Américas y más allá son testigos del debilitamiento de sus poderes judiciales, los cimientos mismos de la democracia están en riesgo. La independencia judicial es una piedra angular de la gobernanza democrática, ya que proporciona control sobre el poder ejecutivo y garantiza que las leyes se apliquen de manera justa e imparcial.
La disminución de la independencia judicial en América Latina ha ido acompañada de una erosión más amplia de las normas democráticas. Según el Índice de Democracia de la Economist Intelligence Unit, América Latina y el Caribe han experimentado una disminución en la resiliencia democrática durante ocho años consecutivos. Esta tendencia es particularmente alarmante dada la historia de dictaduras militares y gobiernos autoritarios de la región.
El debilitamiento de la independencia judicial en América Latina también tiene implicaciones para Estados Unidos, donde la preocupación por la politización del poder judicial ha ido en aumento. Aunque Estados Unidos sigue siendo una democracia fuerte, en los últimos años se la ha clasificado como una “democracia defectuosa”, en parte debido a la creciente polarización y las preocupaciones sobre la independencia del poder judicial. Las experiencias de los países latinoamericanos ofrecen una advertencia para Estados Unidos y otras democracias sobre los peligros de permitir que el poder judicial se convierta en una herramienta del ejecutivo.
La propagación mundial de prácticas autoritarias, incluida la manipulación judicial, es un recordatorio de la fragilidad de las instituciones democráticas. Una vez que la independencia del poder judicial se ve comprometida, resulta cada vez más difícil revertir el rumbo. El poder judicial, como árbitro del Estado de derecho, desempeña un papel fundamental en el mantenimiento del equilibrio de poder dentro de un gobierno. Cuando ese equilibrio se altera, como ha ocurrido en Venezuela y otros países latinoamericanos, las consecuencias para la democracia pueden ser graves.
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La historia de manipulación judicial en Venezuela sirve como un crudo recordatorio de los peligros de socavar la independencia judicial. Las tácticas empleadas por Hugo Chávez y Nicolás Maduro para consolidar el poder no sólo han erosionado la democracia de Venezuela sino que también han sentado un precedente peligroso para la región. Mientras América Latina continúa lidiando con los desafíos del autoritarismo, no se puede subestimar la importancia de proteger la independencia judicial. Las lecciones de Venezuela son claras: cuando el poder judicial se ve comprometido, los cimientos mismos de la democracia están en riesgo.