La caída de Lula: ¿un símbolo de la situación de la izquierda latinoamericana?
Aunque probablemente no podrá participar como canditado en las elecciones, Lula aún cuenta con una intención de voto del 34% frente al 17% de su contrincante más cercano
Las imágenes de las últimas 24 horas de libertad del ex presidente Luiz Inácio Lula Da Silva, y de los cientos de seguidores que han decidido acampar a las afueras de la cárcel en la que será retenido el ex-mandatario en Curitiba, son una clara demostración del apoyo que una parte del pueblo brasileño todavía le ofrece al exmandatario. Los simpatizantes no solo se han atrincherado frente a la prisión, sino que buscaron impedir también la entrega del líder popular, cuando este se disponía a viajar desde São Paulo al sitio de reclusión.
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La sentencia de Lula representa una dura lección para la clase trabajadora brasileña que ha presenciado de primera mano la caída política de la izquierda en el país y de uno de sus líderes más populares. El mensaje desalentador que está recibiendo el pueblo de Brasil puede llegar a tener duras consecuencias para las futuras generaciones de jóvenes que seguramente estudiarán el fracaso de los movimientos de izquierda en América Latina. El sueño del socialismo continental parece desvanecerse con la entrada a la cárcel de quien fue considerado por Obama en el 2009 como “el político más popular del planeta”.
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La favorabilidad del expresidente, explicada por la combinación de un boom económico, fuertes políticas sociales y un contexto histórico que le permitió a Brasil convertirse en una de las potencias del sur en desarrollo, persiste por encima de las acusaciones de corrupción y malversación de fondos. De acuerdo con la encuesta realizada por Datafolha a finales del año pasado, aún con el proceso judicial abierto, Luiz Inácio Lula Da Silva es la primera opción para las próximas elecciones de octubre. Si bien las probabilidades de que los tribunales brasileños le impidan participar en las elecciones como candidato son altas, Lula cuenta con una intención de voto del 34% frente al 17% de su contrincante más cercano, Bolsonaro. Un apoyo popular que se vio registrado este fin de semana, cuando sus partidarios se atrincheraron a la salida del Sindicato de los Metalúrgico de São Bernardo do Campo, en São Paulo.
Como bien lo indicó Alberto Carlos Almeida, experto en opinión pública de Brasil a la BBC mundo, la intención de voto de los brasileños no desconoce las acusaciones en contra del ex mandatario, pero “como creen que todos los políticos son corruptos, continúan votando por Lula porque Lula, a pesar de ser corrupto, mejoró sus vidas”. El desencanto de los ciudadanos hacia la clase dirigente brasileña, asociada durante los últimos años a graves casos de corrupción como el de Lava Jato y Odebrecht, ha tenido evidentes consecuencias sobre la percepción y confianza política de los electores.
Para quienes presenciamos los años de mandato de Lula y los resultados de sus políticas sociales -más de 29 millones de personas cruzaron el umbral de la pobreza entre el 2003 y el 2010-, la caída de su figura en las redes de corrupción que parecen atrapar a todos los gobiernos de Sur América, representa un golpe bajo al idealismo político. En un continente que durante décadas de movimientos sociales y lucha guerrilleras no había presenciado tantos líderes de izquierda en el poder como lo hizo durante los primeros años del siglo XXI, las acusaciones de corrupción representan sin lugar a dudas un revés al futuro social del continente.
En el caso de Brasil, el juicio en contra de Lula y la retirada del cargo de Dilma Rousseff ponen en entredicho al Partido de los Trabajadores (PT) y sus logros durante las últimas décadas. Las acusaciones de corrupción y malversación de fondos en contra de estos dirigentes, manchan la imagen de un movimiento político nacido en los ochenta con la firme intención de representar al movimiento obrero organizado. Hoy más que nunca, la presión sobre los líderes populares parece colapsar el sueño socialista. A lo anterior se suman las fuertes tensiones sociales que se viven diariamente en Brasil, ejemplificadas por el reciente asesinato de la activista Marielle Franco. La represión policial contra los jóvenes de las favelas y el asesinato de la activista y dirigente política que había denunciado estas prácticas, incrementan el ambiente de tensión en la clase trabajadora.
Latin American Post | Laura Delgado
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