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San Javier, el pueblo Ruso en Uruguay

Podríamos hablar de San Javier o de Сан-Хавьер, como se traduce el nombre de este pintoresco pueblo en ruso, segundo idioma que aprenden sus pobladores. Pero para saber por qué se llega a bautizar un pueblo en ruso y porqué es éste el segundo idioma que hablan los ciudadanos residentes allí, tenemos que remontarnos a las épocas del Zar Nicolás II en aquella extinta Rusia que desaparecería con el nacimiento de la Unión Soviética.

Monumento de muñecas rusas para conmemorar las raíces rusas en San Javier, Plaza de la Libertad.

Monumento de muñecas rusas para conmemorar las raíces rusas en San Javier, Plaza de la Libertad. / Foto: wikimedia-Louis Lalaguna

LatinAmerican Post | Alberto Castaño

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En los inicios del siglo XX, la comunidad religiosa de “Nuevo Israel” emprendió la huida de su natal Rusia por la persecución que contra ellos emprendió el último Zar del coloso asiático quien impedía que profesaran su fe libremente. Fue así como Vasili Lubkov tomó sus pertenencias y junto a ellas, cerca de 300 familias quienes huyeron de su natal Rusia para encontrar sosiego y la libertad de profesar su fe a más de 13 mil kilómetros de distancia.

Fue en el país menos densamente poblado de Latinoamérica en donde encontraron el refugio que tanto buscaban, un territorio que los recibió con los brazos abiertos y el 27 de julio de 1913 se fundó la localidad de San Javier como parte de la política de ocupación de tierras que ofrecía en su momento el gobierno a través del Ministro de Fomento y Agricultura.

El ministro de esta cartera, el abogado y político, José Espalter, dio la bienvenida a las 300 familias que establecieron esta localidad en el departamento de Río Negro a orillas del río Uruguay.

Se dice que aquellos colonos rusos llamaron a su pueblo San Javier en homenaje a José Espalter, pues quien abrió las puertas para que tuvieran una nueva vida, había perdido un pequeño hijo llamado Javier y en gratitud llamaron a su asentamiento con el nombre del hijo fallecido de su benefactor. Otras teorías aseguran que el nombre provino de los asentamientos jesuitas en las épocas coloniales como homenaje a su sacerdote nacido en Navarra, España y fallecido en la isla Shangchuan China, el canonizado San Francisco Javier.

En sus inicios, San Javier, funcionaba como una ciudad – estado, con sus propias normas y leyes y el gobierno estaba en cabeza del jefe de la secta religiosa pero sólo pasarían 13 años desde la llegada de la colonia inmigrante rusa, antes de que el gobierno Uruguayo retirara del gobierno del asentamiento a Lubkov y otorgara la autoridad esas tierras al Banco Hipotecario de Uruguay y posteriormente al Instituto Nacional de Colonización.

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Esto obligó al jefe de la secta a abandonar Uruguay con cerca de 50 familias con destino desconocido, algunos afirman sin certeza que su destino final sería de nuevo su natal Rusia.

Fueron los provenientes del continente asiático los que introdujeron a Uruguay la semilla del girasol, hasta esas épocas desconocido en esas tierras. Y con sus plantaciones, la construcción del primer molino para la extracción del preciado aceite. Esta actividad, junto con la agricultura y la ganadería, se constituirían en la base de la economía de la comunidad.

A partir del paso de sus tierras al Banco Hipotecario de Uruguay, se sucedieron varias disputas que concentraban la vida y los sucesos más importantes de la cotidianidad de San Javier hasta que en 1953 fue zanjada la disputa con la expropiación de tierras y la entrega de estas a quienes las labraban.

Fueron años de calma y armonía hasta que la ola de dictaduras en América Latina logró infectar a la República Oriental del Uruguay y en 1973 se instauró una dictadura cívico-militar que oprimió todo lo que oliera a comunismo. A pesar de que los inmigrantes rusos eran ajenos al comunismo que se instauró en su natal Rusia con la creación de la Unión Soviética, apenas unos años después de su salida, los militares sospechaban de los habitantes de San Javier y fueron brutalmente perseguidos.

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La dictadura persiguió a los inmigrantes de ascendencia rusa sin piedad, quemaron sus libros y trajes tradicionales, se les prohibió hablar en ruso y uno de los últimos crímenes registrados por la dictadura en el país charrúa fue la tortura del médico Vladimir Roslik en el batallón n.º 9 de Fray Bentos que terminó con su muerte el 16 de abril de 1984.

Cuando llegó de nuevo la democracia y los uruguayos pudieron soltarse del yugo militar y volver a respirar, también lo hicieron aquellos cuyos ancestros fueron rusos, el centro cultural Máximo Gorki volvió a abrir sus puertas y ese ha sido el epicentro del renacer cultural de la cultura rusa enclavada en la mitad de Uruguay.

En la actualidad se celebra la cultura rusa, se enseña el idioma, se practican las tradiciones y se siente un ambiente de orgullo profundo por las raíces que sostienen los cimientos de su pacífica vida basada en el trabajo de la tierra y la atención a los turistas que no terminan de asombrarse de que el 90% de los habitantes de este pueblo en Uruguay sean de origen ruso.

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