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La poesía de Lucía Estrada, voces que encuentran su música

En Las hijas del espino, los poemas de la colombiana son ricos en símbolos e imágenes que transmiten al lector infinitas experiencias e interpretaciones

La poesía de Lucía Estrada, voces que encuentran su música

Yocasta

“Si preguntaras

a la Piedra

respondería con tu nombre

el propio corazón

es el oráculo”.

Esta poeta, que nació en 1980, en Medellín, Colombia ha publicado varios libros de poesía entre los que sobresalen: Las Hijas del Espino, El Círculo de la Memoria (Selección de poemas), La Noche en el Espejo, Cuaderno del Ángel, y Continuidad del jardín (Selección personal).

Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005). Con Cuaderno del Ángel obtuvo la Beca de Creación en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008. En 2009 y 2017 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con sus libros La noche en el espejo (2010) y Katábasis (inédito) respectivamente. Ahora conozcamos a la autora:

Algunos escritores y poetas que conocen tu obra literaria afirman que eres una gran lectora y poeta. ¿Cómo nace ese interés por la lectura? y ¿por qué elegiste a la poesía para expresarte?

“Desde pequeña encontré en la lectura una suerte de realidad paralela, una atmósfera que me permitía vivir lo maravilloso y lo cotidiano al mismo tiempo. En casa siempre hubo libros. Leían mis hermanos y leían mis padres. Pero lo cierto es que cada uno encuentra en la lectura sus ritmos, sus predilecciones, sus posibilidades. En cuanto a la poesía, escribes porque hay cosas que necesitas decir. Y esas cosas encuentran su música, su manera de manifestarse”.

Cuando uno lee tus poemas, especialmente en el libro “Las Hijas del Espino”, uno percibe una gran influencia de la literatura clásica, de la mitología griega y como tema principal a la mujer. ¿Es la mujer un tema recurrente en tu obra?¿Qué buscas revelar en estas voces femeninas?

“Así es. En los mitos griegos encontré la esencia del carácter humano y su relación con el mundo. Por eso me resultan particularmente atractivos. Sin embargo, lo que más me interesa en ellos es su trascendencia, su capacidad de brindarnos una mirada sobre nuestro propio tiempo. Cuando escribí "Las hijas del espino" nada tenía que ver con una reivindicación de género. Lo que yo quería era perfilar algunos asuntos humanos como el dolor, el abandono, la suave alegría, la perplejidad o la muerte, apoyándome en sus voces, en sus nombres, confiando en que acompañaran desde su música mi propia experiencia vital”.

En muchas de tus obras, por ejemplo, en la “Continuidad del Jardín”, se advierte la presencia de una simbología clásica representada por elementos como el fuego, el agua, la noche, ángeles, dioses, entre otros símbolos. ¿Cómo es ese proceso creativo de escritura, surge espontáneamente?, o ¿es con estos símbolos que te inspiras para escribir?

“Toda escritura es un tejido de presencias, de representaciones, de elementos que hacen nuestro día a día, pero, sobre todo, es la necesidad de decir, la necesidad de saber o comprender algo por medio de las palabras, de las imágenes, de las atmósferas que se construyen dentro de ti secretamente, sin que podamos explicarlas o decir de dónde vienen, para qué existen… Es que vienen a mis manos, a mi boca, cargadas de un sentido que me incluye y al mismo tiempo me abandona”.

“Katábasis” es la obra con la que obtuviste el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá 2017. Desde un contexto poético se refiere a un “descenso gradual”. En tu obra se plantean tres partes: Superficies, Subsuelo y Último descenso. ¿Es “Katábasis” un viaje hacia el interior de la condición humana?, ¿qué buscas transmitir a los lectores?

“Cuando un poeta se refiere a sus propios laberIGNORE INTOs, es muy probable que alguien más se sienta aludido. Eso es Katábasis. Una sucesión de experiencias que debía revisar con ojos más atentos, serenos y compasivos. Poder descender al pozo de aguas inquietas que todavía somos, es un privilegio que sólo nos ofrece la poesía”.

¿Qué sientes cuando terminas un libro de poemas? ¿Qué emociones te invaden al recibir un premio de poesía?

“En realidad uno nunca termina de escribir un libro de poemas. Siempre que vuelves a él, adviertes nuevas posibilidades. Otra cosa es que el poema sigue escribiéndose en otros. Es infinito, se recrea todo el tiempo. ¿Los premios? Se agradecen mucho, dan mucha alegría, sobre todo cuando sabes íntimamente cuántas horas de soledad te significaron, cuánta concentración, cuánto trabajo y tensión… Pero no pondrán una puntada más ni una puntada menos en el tejido de tu escritura, en esa palabra-puente que te acerca al otro… Y si motivara en uno algo más, tendría que ser una mayor exigencia…”.

 

Latin American Post | Claudia Patricia Acosta Aguilar

Copy edited by Laura Rocha Rueda

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