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Opinión: Es momento de hablar de menstruación, maternidad y menopausia

No solo se trata de la licencia de menstruación dolorosa o el subsidio menstrual, hay que naturalizar el hablar de estos temas en nuestras conversaciones diarias.

Mujer en ropa interior una rosa

Foto: Pexels

LatinAmerican Post | María Fernanda Ramírez Ramos

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La noticia sobre el proyecto de ley que permitiría dar una licencia laboral por dolores menstruales en España ha recorrido la prensa internacional. No obstante, no es el primer país que se plantea este tipo de iniciativas y tampoco será la última en llegar a un Congreso. Sin embargo, no deja de sorprender el revuelo que ha causado en redes sociales. Comentarios sobre cómo esto causará baja contratación de mujeres, cómo es la excusa perfecta para no trabajar o cómo quienes menstrúan exageran su dolor, se cuentan por miles.

Sin embargo, no se trata de que cada persona que tenga la menstruación deje de trabajar, sino de que sea visibilizado que hay quienes incluso se desmayan por los cólicos y tienen derecho a visitar un médico para que les sea otorgada una incapacidad. No obstante, el dolor de la regla tampoco tiene por qué normalizarse porque no debería doler de forma incapacitante. La endometriosis y otras condiciones médicas, son el pan de cada día de miles de personas. Sin embargo, también tienden a encontrarse en la sombra.

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Siendo así, estas medidas deberían ir de la mano de investigación y políticas de salud pública de prevención y educación. Es tan escaso el conocimiento que tenemos sobre nuestro propio cuerpo que nos cuesta entender su correcto funcionamiento o identificar la presencia de algún síntoma que indique una disfunción. Lo mismo sucede con la menopausia o los problemas de fertilidad: hay factores subyacentes que están causando disfunciones, que no se remedian con una pastilla mágica que enmascara el dolor. ¿Qué estilo de vida, hábitos alimenticios y exposición a tóxicos estamos teniendo? 

No obstante, hoy no pretendo reflexionar sobre legislación o sanidad, sino sobre la cultura y los imaginarios sociales. La periodista Nuria Labari escribió en el diario El País una columna señalando cómo en los espacios labores son invisibles, y casi inaceptables, la presencia de situaciones que afectan a las mujeres. "La regla, el aborto y la maternidad me visitaron pues en el mismo cuarto de baño laboral. Asuntos distintos con una sola cosa en común: todos fueron invisibles", señaló.

Esta es una situación que se replica en la mayoría de países y que afecta a personas de todas las edades. Se nos ha enseñado a no hablar de ciertos temas para no incomodar, bajo la falsa premisa de que hay cosas que pertenecen a la intimidad. Pero se trata de una doble moral, porque para sexualizar nuestros cuerpos y vendernos ideales imposibles de alcanzar, no hay ningún reparo. Eso no es intimidad. 

Es momento de que las mujeres podamos hablar de aquello que sucede en nuestros cuerpos. Nuestros temas no tienen porqué seguir siendo invisibles o un tabú. No, no me visitó Andrés, ni Juana la colorada, estoy menstruando y me duele. Así, escrito con naturalidad y sinceridad, sin eufemismos. Sí, menstruamos, y sí, es un proceso natural gracias al que existe la vida. Estoy harta de escuchar comentarios despectivos "estás veintiochuda" o "si está enojada debe ser que tiene la regla". Es momento de entender los ciclos naturales del cuerpo y dejar de estigmatizar. No solo se trata de solidaridad y sororidad, sino del derecho a estar presentes.

Por otra parte, la Revista Nature ha escrito un reportaje sobre la menopausia y por qué es importante en el lugar de trabajo académico, que, en realidad, se replica a todos los espacios laborales. Cuando la menopausia llega, se espera que las mujeres estén en la cima de su carrera. Sin embargo, trae una serie de cambios de los que poco se habla, más allá de los mitos (nuevamente estigmatizantes). Los espacios laborales deben adaptarse para permitir flexibilidad y bienestar a quienes viven estos cambios, que no tienen por qué significar menor productividad o desventaja. Pero el silencio y el tabú hacen daño, y causan sufrimiento. Por esta razón, ya existen manuales y guías para que las universidades y los empleadores comprendan cómo ser incluyentes y abordar estas situaciones.

Respecto a la maternidad y la fertilidad, también hay silencio. ¿Cuántas mujeres, en la búsqueda de ser madres, han sufrido abortos espontáneos? No obstante, también es un tema que se debe callar. Te vas para tu casa, reposas dos días y no le cuentas a nadie. Tus compañeros de trabajo piensan que tienes una gripa, pero por dentro, el dolor te desborda. O llegas a la oficina y tus senos se van llenando de leche durante la jornada laboral, hasta doler, porque tienes un bebé que te espera en casa, pero no tienes muchas posibilidades de extraerte la leche en medio de las reuniones y el poco espacio para hacerlo.

Así es como reiteradamente nos enfrentamos a diversas situaciones desconocidas, que además nos ruboriza mencionar en público y mencionamos en susurros a alguna que otra amiga. Cierro estas reflexiones con algunas preguntas. ¿Cuántos baños tienen dispensadores de toallas higiénicas? ¿Cuántas oficinas tienen salas de lactancia? ¿Cuántos baños nos ofrecen la posibilidad de higiene de lavar nuestra copa menstrual? ¿Qué tanto sabemos de las etapas de la menopausia o del ciclo menstrual?

Iniciativas como el subsidio menstrual en Colombia, la Ley de Menstruación Digna en Colima, México, o el proyecto Princesas Menstruantes, de Colombia, o La Mancha en Chile (entre tantos otros), deben celebrarse y replicarse por todo el continente. Sin embargo, también es momento de empezar a naturalizar estos temas en nuestras conversaciones diarias. De ponerlos en la esfera pública y de hablarlos abiertamente. Es momento de aprovechar el debate público para reivindicar y normalizar cosas que han pasado, pasan y seguirán pasando.

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